Tras la amplia lista de álbumes que elegimos el año pasado, buscamos que el anuario musical de 2016 fuera más conciso. Una idea recorrió su conceptualización: más allá de la recopilación usual de discos asignados unidireccionalmente, tratamos de reunir a individuos dedicados a la crítica y la creación musical, para que, en un ejercicio íntimo nos confesaran cuál es el álbum (o álbumes) que les provocó darle replay. El resultado es satisfactorio: diez plumas que hablan sobre once discos distintos uno de otro, pero que guardan una conexión secreta: todos se resisten a la escucha domesticada y ofrecen nuevas posibilidades sonoras.
Es difícil desmarcarse de un factor que se volvió determinante en el curso de los meses: la muerte. Sin desligarnos de tal conexión muy presente en 2016, esta selección muestra que el año que termina no fue sólo obituario o un loop nostálgico sobre fantasmas. Al contrario, este año-bisagra (como lo fueron 1966 o 1977) puede dar lugar a nuevas experiencias fructíferas en el plano musical futuro.
Sin más, vayamos a lo que importa, la música.
Babyfather- BBF Hosted by DJ Escrow (Hyperdub)
El nuevo proyecto del inglés Dean Blunt, viejo conocido para las huestes de la música electrónica de tinte más low-fi y experimental, es todo un batazo que no tuvo parangón a lo largo del año. A Blunt se le conoce por ser autor de discos anómalos, ya sea en solitario o con su viejo combo de culto (Hype Williams), y por brindar «presentaciones» en vivo que ponen en predicamento al público, con un show que no entretiene, o bien un (¿performance?) arrogante y sin códigos claros.
Con Babyfather, su nuevo alias, la cosa no es muy distinta y Blunt se avienta un tour kilométrico de sonidos mutantes que parece no cerrar nunca: en ocasiones hay dub, reggae y hop lento y casero, sello de Blunt, pero otras tantas sólo pasamos por una experimentación seca, spoken maquinado, ruidos pesadillezcos, la noción de ruido y unos macanazos al nacionalismo inglés, que convierten a este disco en un verdadero placazo al que hay que darle batalla (escucha) completa, por lo menos unas tres veces antes de rendirse.
Un disco así de punk, que aún puede detonar contrastes sin consensos y que aporta a la discusión, merece ser reconocido como el mejor, ya que en todos los sentidos podría ser el peor para quienes creen que lo atinado es sumarse al consenso de los Bowies, los Balvin, los Radiohead o los Cave del mundo. A veces, la calidad de un disco no puede medirse con los mismos parámetros de siempre y es eso lo que los hace grandes. Babyfather es indudablemente uno de esos, que además capta desde su hermetismo y extremo localismo una suerte de observación aguda al mundo occidental contemporáneo. Ahí nomás. —Ricardo Pineda Aguilar
Reseña completa de BBF Hosted by DJ Escrow (Hyperdub)
[youtube https://www.youtube.com/watch?v=4YSWFiU-axk]
Carolina Eyck with American Contemporary Music Ensemble – Fantasias for Theremin and String Quartet (Butterscotch Records)
Luego de varios años de permanecer en el anonimato, fue en la última década del siglo XX que el theremin tuvo un resurgimiento y llegó a nuevas audiencias. Un caso notable es el de Carolina Eyck, una alemana nacida en 1987 que pese a su corta edad, cuenta con una prestigiosa trayectoria que la respalda: ha ofrecido conciertos alrededor de todo el mundo –incluida la Ciudad de México, en 2008–. En su lanzamiento más reciente, titulado Fantasias for Theremin and String Quartet, se hizo acompañar de un ensamble que consiste en Caroline Shaw y Ben Russel (violines), Caleb Burhans (viola) y Clarice Jensen (chelo). En seis composiciones, la germana logra un trabajo pulcro, fino y elegante que lleva el sonido del theremin a nuevos horizontes y ya puede ser considerada como su obra maestra. Eyck buscó crear un álbum conceptual inspirado en los solitarios bosques del norte de Alemania donde transcurrió su infancia y, de hecho, parte de su objetivo se puede apreciar en el video oficial del tema «Leyohmi», que muestra a un misterioso bailarín moverse en medio de hermosos paisajes bucólicos. El resultado es un perfecto equilibrio entre la llamada música clásica y los sonidos ambientales, misteriosos y amigables, con lo que puede llegar a marcar un precedente dentro de este instrumento. El theremin nunca había sonado tan humano.—Rodrigo R. Herrera
Reseña completa de Fantasias for Theremin and String Quartet
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Suede – Night Thoughts (Warner Music UK)
Las reseñas de discos apestan. Son tan relativas como esta vida o la otra, como la tuya, como la mía, como el lenguaje del día y de la noche. Cada material tiene su encanto, en especial cuando lo escuchas por primera vez, es una linda chica en la primera cita. No identificas bien el olor que guardan sus clavículas o la temperatura de su ingle. Apenas te adentrarás a su bosque de vellos en sus cachetes de durazno, no conoces su sabor, ni la marca de su labial rojo cereza. En ocasiones son citas a ciegas, en ocasiones son citas de amigos de secundaria… como la mía. Sé a qué me enfrento, se llama Suede, un viejo amor que nunca pude olvidar. La recuerdo extraña, tímida, especial. Me hechizó en segundo por ahí del 97 con Coming Up (1996).
No sabía de Dog Man Star (1994) o su primer álbum. Para mí Suede era «Trash», «Lazy», «The Beautiful Ones». Juntos recorrimos muchos kilómetros por dos años, saltamos en muchas fiestas, pasamos mucho tiempo tirados en la cama. Con ella inhalé, exhalé y fumé. Mis oídos, mi atención, todo yo era para Suede. Entré a la prepa, vino Head Music (1999), vinieron nuevas sensaciones, me harté. Ya conocía sus historias, me adelantaba a ellas. Reconocía perfectamente su sabor a sal entre sus senos. La abandoné por la rutina. La última etapa fue lo peor, quiso ser lo que no era o al menos eso me daba la impresión. Con el cambio de milenio le perdí la pista, me dio «Obsessions» en A New Morning (2002) y nada más. Ahora casi 20 años después me pide que la vuelva a escuchar, vivió con muchos otros, en otros lados, en otras camas. Sé que publicó Bloodsports (2013) y algunos aplaudieron su belleza. Yo no, no me interesó. Hasta hoy que la tengo aquí, de nuevo aplastando mis oídos, hasta hoy recuerdo lo lindo que es tenerla tumbada en mi cama. Luce igual, sólo con arrugas, suena igual sólo con voz profunda. Suede es una dama esbelta treintañera y Night Thoughts (2016), su libertad.—Adán Ramírez
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Wrekmeister Harmonies – Light Falls (Thrill Jockey)
Wrekmeister Harmonies, el proyecto originado en solitario como un one man band del norteamericano JR Robinson en 2006, vuelve en una nueva encarnación. A diez años de su formación, entrega la continuación de una saga iniciada justo en esta era distópica de infinitas posibilidades: You’ve Always Meant So Much To Me (2013), Then It All Came Down (2014) y Night of Your Ascension (2015). Así llega Light Falls, el esfuerzo más reciente de este desgarrador músico que ahora está acompañado de Ester Shaw a manera de dueto. Para esta nueva búsqueda, integra a sus filas a nada más y nada menos que tres miembros de Godspeed You! Black Emperor: Thierry Amar, Sophie Trudeau y Timothy Herzog.
El concepto del álbum tiene que ver con el momento en el que la luz se difumina lentamente y es una apología a la resistencia. Su título se origina del texto If This Is a Man de Primo Levi, escritor italiano de origen judío que fuera sobreviviente del Holocausto y resistente anti-fascista. Levi aseveraba que los momentos más inhumanos venían del cambio gradual y que la humanidad así empezaba a aceptar hechos que antes le parecerían inauditos. Robinson quiso representar sonoramente estos cambios lentos y la metáfora de un atardecer que lentamente recibe a la noche. La luz desciende.—Luis Clériga
Reseña completa de Light Falls
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Kate Tempest – Let Them Eat Chaos (Lex Records/ Fiction)
Kate Tempest proviene de Brockley, un barrio del sureste londinense que tiene una sabrosa mezcla racial; ahí viven africanos, caribeños y asiáticos conviviendo con británicos. Lo que hace Tempest en su nuevo álbum Let Them Eat Chaos es observar a la gente y enterarse de historias que hablan de delirios y miserias humanas. Utiliza la ordinaria locura para construir narraciones que también se musicalizan. Por ejemplo, «Ketamine for breakfast» es un contundente madrazo a propósito del lado salvaje de la vida. Es así como los adeptos al trap y el resto del hip hop contemporáneo se insertarán al escucharla -casi sin querer- en el entorno poético de una escritora a la que se puede leer en español en Mantente firme, gracias a la editorial cordobesa La Bella Varsovia.
Si ya con su debut Everybody Down (2014) estuvo cerca del Mercury Prize, ahora se mantiene en lo más alto; y no sólo en una disciplina, el año que viene editará la novela The Bricks That Built The Houses, con Sexto Piso. ¿De qué manera resumir lo que hace Kate Tempest? Algo bueno nos debe dejar la mediósfera; es «como Wu-Tang Clan recitando a William Blake». Una maravilla, nada menos.—Juan Carlos Hidalgo
Reseña completa de Let Them Eat Chaos
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Kanye West- The Life Of Pablo (GOOD Music)
Es difícil hablar de Kanye West sin tomar en cuenta el lado controversial que existe en torno a su carrera, sin embargo, con The Life of Pablo, el rapero demostró que tras esa cortina de chismes, existe uno de los mejores músicos y productores de la escena popular. Desde la primera pista descubrimos algo diferente con una canción góspel, «Ultralight beam» un intro casi bíblico, la voz de un niño, la colaboración de Chance the Rapper y Kirk Franklin más un verso que nos recuerda que quizás todo esto sea simplemente el sueño de un dios. La disposición de las pistas da cuenta de un hombre maduro, al menos musicalmente: hay un enorme cuidado en la selección de los samples, la mezcla y los colaboradores.
Álbumes como Summertime ’06 de Vince Staples o To Pimp a Butterfly de Kendrick Lamar, demostraron que el 2015 había sido un gran año para el hip hop. A principios de 2016, The Life… continuó con esta senda, seguida también con Blonde, de Frank Ocean. Es el cenit de una carrera que bien puede volver a sorprendernos o dejarnos con una serie de álbumes que representan parte del espíritu de la década pasada.—Adrián Ávila
Reseña completa de The Life of Pablo
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Kendrick Lamar – Untitled Unmastered (Aftermath Entertainment)
Nick Cave and The Bad Seeds – Skeleton Tree (Bad Seed Ltd.)
Los discos que más escuché en 2016 fueron Untitled Unmastered de Kendrick Lamar y Skeleton Tree de Nick Cave. Ambos me parecen únicos y honestos, ya que tienen un concepto y creación artístico muy definido. Se alejan (incluso van en contra) de preconcepciones mercantiles de lo que es aceptable en el mercado musical. El disco de Nick Cave es como estar en la ópera con el cantante recitando tu pasado y tú siendo el único espectador. Por otro lado, cuando Kendrick Lamar dice I see jigaboos, I see styrofoams («Untitled 2»), me dan ganas de realizar todas las ideas absurdas que he tenido en mi vida. Eso es inspirar.—Todd Clouser
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Anderson .Paak – Malibu (Steel Wool Records)
Mi álbum de 2016 es Malibu, de Anderson .Paak. Con este disco el californiano se metió al vórtice de cierta vanguardia musical que se cuece desde la neo-negritud de la Costa Oeste y se extiende al orbe (Thundercat, Kendrick Lamar, Kamasi Washington…). En Malibu, .Paak vertió una sensibilidad que camina entre el neo soul, el funk, el R&B, el jazz y el rap. Pero decirlo así es ambiguo y cliché. La verdad es que decantó un sonido de otro planeta y llegó a un cruce elevado.
Contrario a esa creencia posmoderna de que ya no se escuchan discos, sólo tracks, Malibu se debe escuchar completo para entender la visión de un artista como .Paak. El bato cocinó una sopa exquisita con su propia receta. Y no estoy de acuerdo en que la crítica se oriente más por la visión de que .Paak es un work in progress. Malibu es prueba de ello: poquito más de una hora de viaje con todo tipo de cambios en la caja de velocidades y visiones más allá de las ventanas. Este disco es un pájaro de verano, pero también una tormenta.—Eduardo H.G.
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David Bowie – Blackstar (Columbia Records)
En febrero publiqué una reseña que se hincaba ante el último disco de David Bowie para gritar al mundo que estábamos ante una de las más grandes obras musicales que un artista podía entregar a la humanidad. Ha pasado casi un año y he vuelto a escuchar Blackstar y a pesar del tiempo y de que ya asimilé la muerte del cantante, sigo pensando igual. Por fortuna, ahora tengo la cabeza fría y el corazón calmo para comprender mejor la manera en que Bowie nos entregó la obra maestra del 2016.
Cuando me pidieron este texto hice una revisión del año. No soy como otros críticos que se emocionan ante cada nuevo disco que aparece. Es más, ni siquiera creo que la mayoría de los discos que aparecieron este año valgan la pena. La mayoría son aburridos porque ahora la industria vive, como lo hizo hace más de 60 años, del single. Seguí con cierta atención a la industria del jazz y grandes obras se editaron. El rock tuvo un triste año como sucede desde hace tiempo. Por fortuna, David Bowie estuvo aquí para salvar la situación.
Tal vez todavía no comenzamos a entenderlo, a lo mejor en los próximos años se voltee a ver esta obra en su justa dimensión. Yo quiero adelantarme y hacerlo ya, en este momento.—Daniel Herrera
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Wadada Leo Smith– America’s National Parks (Cuneiform Records)
Hace poco terminé con agrado Esto parece el paraíso (1982), la última novela de John Cheever. En su sencillez, la premisa del relato no deja de ser conmovedora: un anciano trata de rescatar una pequeña área verde acechada por la inclemente modernización. Desde luego, la insinuación a la vejez no es más que un guiño al deterioro de la vida y cómo uno puede (o no) redimirse ante el mundo y hallar «la grande poésie de la vie». En ese canal, creo, se encuentra también el más reciente disco de Wadada Leo Smith, America’s National Parks, un poderoso fresco sobre las relaciones entre el ser humano y la naturaleza. El disco conmemora el centenario de la ley del Congreso estadounidense, que creó en 1916 el Servicio de Parques Nacionales. Se compone de una larga suite épica que invita a replantear nuestra noción de coexistencia, hospitalidad y respeto con el mundo. Lejos de ser una oda cursi y new age de la preservación de los bosques, nos evoca más a obras como Moby Dick. Y es que no es difícil imaginar la fascinación y horror que aquellos bosques milenarios causan en alguien como Smith, un músico que se acerca a la espiritualidad cósmica de Coltrane en su concepción de la magnitud del Universo (¿Alguien más escuchó los ecos spinozianos?). El álbum no deja de sonar tremendamente contemporáneo; basta escuchar el tema abridor, «New Orleans: The National Culture Park USA 1718», para saberlo: el groove oscuro dicta las coordenadas de todo el plato, que pasará de la música de cámara a las disonancias freejazzeras y la templanza de los sonidos orquestales. Un pantano en medio de la urbe. Todo esto se logra en gran medida por su cuarteto estupendo: Anthony Davis (piano), John Lindberg (bajo) y Pheeroan AkLaff (batería). Mención aparte tiene el cellista Ashley Walters, médula de este hermoso opus.
Como el relato de Cheever, la obra de Smith es una oportunidad inmejorable para explorar a profundidad la naturaleza humana en un momento sin duda urgente. —Miguel Ángel Morales
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