Un pájaro de verano, una tormenta: Malibu, de Anderson .Paak

Por Eduardo H.G. / @eduardoachege / Periodista, editor en @Yaconic

Mi álbum de 2016 es Malibu, de Anderson .Paak. Con este disco el californiano se metió al vórtice de cierta vanguardia musical que se cuece desde la neo-negritud de la Costa Oeste y se extiende al orbe (Thundercat, Kendrick Lamar, Kamasi Washington…). En Malibu .Paak vertió una sensibilidad que camina entre el neo soul, el funk, el R&B, el jazz y el rap. Pero decirlo así es ambiguo y cliché. La verdad es que decantó un sonido de otro planeta y llegó a un cruce elevado.

Malibu es cachondo y profundo. .Paak hace catarsis con su pasado, sus padres, la fama y su fe. Y manifiesta el goce, sexualidad y hedonismo propios de un veinteañero. El disco tiene una apertura y un cierre apoteósicos: «The Bird», la primera pieza, abre con el verso «Un pájaro con la palabra vino a mí». Mientras que «The dreamer», al final, tiene toda la fuerza celebratoria del mensaje positivo de la comunidad: «No pares ahora, sigue soñando».

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Entre estas dos piezas hay champaña derramándose, niggas, raíces afroamericanas, corazones hechos mierda y noches de fiesta. «All the kissin’, touchin’, the bitin’, the tuggin'». Y hay que subrayar esa lista de colaboradores que representa parte de lo mejor de su generación: BJ The Chicago Kid, ScHoolboy Q, Rapsody, y a MC´s de peso como Game y Talib Kweli.

.Paak cumplió 30 años en 2016 y es un puto atleta: productor, rapero, cantante, baterista. Verlo en vivo fue una epifanía. Anderson y su banda, The Free Nationals, entregando todo ante un público que en su mayoría los desconocía. Para alguien como yo, que creció con la generación X como hermana mayor, pero que no identifica a pleno con los millennials, músicos como Anderson nos dicen que no todo es desechable e inmediato. Hay voces jóvenes tan poderosas como la de .Paak en estos días aciagos.

Anderson es uno de los artistas «lanzados» por Dr. Dre, quien es conocido —entre otras cosas, como ser uno de los dioses del hip hop— por su constante ejercicio de reclutar talentos y darles luz (Snoop Dogg, Eminem, Lamar). En 2015 Dr. invitó a .Paak a seis tracks de Compton, su despedida a propósito de la película Straight Outta Compton, y fue el único en una canción a dueto, «Animals». Pero fue Malibu el acontecimiento que lo proyecto al spotlight.

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.Paak se construyó a sí mismo. Su padre, veterano, murió adicto. Su madre, coreana-estadounidense, y su padrastro, fueron a la cárcel cuando tenía 17 años. Deambuló en casas ajenas y trabajos menores para sobrevivir. A los 21 se metió a estudiar batería (la tocaba desde pequeño, en la iglesia) mientras trabajaba en campos de mariguana con su esposa. Su hijo estaba en camino. .Paak apostó todas sus canicas por la música y el cabrón lo logró.

Contrario a esa creencia posmoderna de que ya no se escuchan discos, sólo tracks, Malibu se debe escuchar completo para entender la visión de un artista como .Paak. El bato cocinó una sopa exquisita con su propia receta. Y no estoy de acuerdo en que la crítica se oriente más por la visión de que .Paak es un work in progressMalibu es prueba de ello: poquito más de una hora de viaje con todo tipo de cambios en la caja de velocidades y visiones más allá de las ventanas. Este disco es un pájaro de verano, pero también una tormenta.

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