Por Guadalupe Gómez Rosas
En este motín del feminismo a veces sobran palabras pero falta dicción, por eso Princess Nokia le ha dado una articulación justa, convirtiéndose en la gran revelación del hip hop neoyorquino. Destiny, nombre real de la artista, no obedece a nadie, porque no sólo es mujer, también es afrodescendiente, y antes que eso se sabe persona. No teme ser sensual o de pose andrógina, cachetear a un chico que le ha faltado al respeto o incluso tirarle sopa a un hombre que propaga claves racistas en el metro… Así es Princess Nokia.
“Because we have freedom but we are not free” se escucha en uno de las entregas de su podcast, Smart Girl Club, donde una guitarra bluesera colisiona con los dictámenes de la neoyorquina. El mismo nivel de sentencias se percibe desde 2016 cuando empezó a rapear. Escuchar «Tomboy», «Kitana» o «Brujas» es sentarse y saborear de una voz rítmica educada en barriobajero, misma que interpela: “I step in this bitch and I do what I want, I don’t give a damn and I don’t give a fuck”.
En su música hay una política sin advertencias, donde se enuncian los prejuicios raciales y sexistas con los que ella y mucha gente de su comunidad han tenido que vivir. Lo que prevalece es que no lo hace con una voz endeble de víctima, y así logra desmitificar patrones y quitar toneladas de condescendencia y lástima.
Hay similitudes que la entrelanzan con artistas paralelas como Kate Tempest, cuya cepa proviene de un cinturón pobre del sureste londinense. Las letras de ambas permiten visualizar el trash que sobra en expresión pero que hasta hace unos años no tenía escenario. Adicionalmente, Destiny no sólo pilota en el orbe del activismo —incluso ha sido invitada a Harvard para hablar de afrofuturismo y otros temas— es talentosa sin cánones, no se preocupa por la corrección de las palabras o si a alguien le llega incomodar.
El próximo 5 de junio, durante la Semana Indie Rocks!, esta mujer miscelánea y multicultural, que perpetúa sus raíces boricuas con los profundos Brooklyn y Harlem, se presentará para entregarnos una amalgama de letras con sabor a revolución.