Por Alejandra Barrios Rivera
Nunca he viajado a Berlín. Pero he estado ahí. Gracias a la bendita tecnología, deambulé por el exquisito Hotel Ellington, he saboreado incontables platillos en Savignyplatz, me perdí en los excesos del cabaret Dschungel, hice el súper en KaDeWe, recorrí el puente Bösebrücke. Incluso, esperé en la enorme fila de Berghain. Pero no pude entrar. La mente es un lugar limitado a veces. Aún sigo soñando con entrar a ese maldito club. Recorrer sus grandes pasillos de acero y hormigón, y bailar en medio de un millar de rostros desconocidos. Un tipo con el que he hablado un par de ocasiones subió hace un tiempo un video dentro de la otrora central eléctrica de Friedrichshain, la cual hoy es tal vez el recinto techno por excelencia de la actualidad. Creo que ahí empecé a interesarme por los mitos asociados al lugar: sus 30 horas de apertura en fines de semana, la presencia de los mejores DJ europeos, las experiencias sórdidas y alucinantes relacionadas a drogas y sexo y su nefasta selectividad que a la vez lo convierte en objeto de deseo. Esto resulta contrastante al echar un vistazo a la zona: un páramo lleno de escombros, una eterna obra negra que le da un cariz apesadumbrado al ambiente. Justo como me gusta. Pero volvamos a lo importante, la música. Hurgando en videos y narraciones de Berghain uno puede acercarse a la adrenalina que viven los afortunados de poder entrar. La pregunta obligada del cadenero en turno «Wie viele seid ihr?» (¿De dónde vienen?) da paso al paraíso de los paisajes postindustriales. Es, sin dudarlo mucho, la capital del techno actual.
Todo santuario DJ requiere de una institución que haga circular los sonidos que se producen en las calles y eventos masivos. Desde hace más de una década ese peso le corresponde a Ostgut Ton, sello que recoge algunas de las propuestas más extrañas y relevantes de la escena teutona: Steffi, Marcel Fengler, Len Faki, Tobias, Normal Nodge, Boris, Marcel Dettman, Ben Klock y muchos otros, son los nombres más visibles de una veta electrónica que parece inagotable. Con 12 años de vida, Ostgut Ton ha producido más de cien lanzamientos entre EPs, LPs, mixes y recopilaciones, lo que lo vuelve también en un sello fundamental para entender el desarrollo y proliferación del género en el siglo XXI. El sello da cuenta del impresionante talento que sucede en el ambiente berlinés en general y dentro de los muros del Berghain en particular. De entre la ingente cantidad de talento que ha pasado por el sello pienso en Kobosil, uno de los talentos más jóvenes y con mayor proyección en la creación de samples y ritmos sintéticos en la capital germana. Un tipo proveniente del barrio de Neukölln —sí, el lugar al que alude Bowie en su canción incluida en Heroes— que se ha vuelto una figura icónica de Berghain/Ostgut Ton de un tiempo para acá. Sin duda, una de las razones para hacer maletas a Berlín y experimentar esa exquisita vida nocturna.
No soy la única que se ríe al escuchar el disparate que dice que la Ciudad de México es la nueva Berlín. Si bien es cierto que la capital azteca es uno de los lugares más frenéticos para adentrarse en los sonidos electrónicos y de clubbing, la ciudad germana sigue siendo un estandarte de los sonidos sintetizados de avanzada. La pretendida conexión entre ambos país, sin embargo, se cristaliza ahora con la realización de una serie de conciertos en el marco del año dual Alemania-México, que motiva a sumergirnos en los sonidos teutones con una cercanía inusual.
Para la octava noche de HERTZflimmern, el Goethe-Institut Mexiko hospedará algunos de los sonidos más representativos de este emblemático sello, como Answer Code Request, Somewhen y el mencionado Kobosil. La cita es en el Foro Normandie, ubicado en la Colonia Condesa, el próximo 1 de abril.