Por Adrián Ávila
Pocos artistas tienen la humildad para depurar su propia obra. Músicos que sorprenden con su primer álbum tienden a repetir la fórmula inicial hasta corromper su propio estilo. Eliminar, a veces, es construir. Keigo Oyamada, mejor conocido como Cornelius, parece haber entendido esto con su más reciente producción Mellow Waves (2017).
Si algo distingue a la tradición artística nipona es su mesura para expresar. En los Cuentos de Ise (S. X), las xilografías de Hokusai, el teatro Noh, los haikus, el cine de Kurosawa, la música de Akira Yamaoka y Evangelion (1995-1996), hemos visto ejemplos de obras que dicen mucho con lo mínimo. Sin embargo, durante los años 90 existió un género que parecía muy contrario al temple del país del sol naciente: el Shibuya-kei.
El Shibuya-kei nació en los años 90 cuando una apertura cultural permitió que la tradición musical de Occidente de los años 50 a los 80 llegara a Japón. Por lo mismo, el género se caracterizó por mezclar sonidos funk, bossa nova, rock and roll, hip-hop, jazz, pop, electrónica, y hasta un poco de grunge, entre otros. En el centro de todo esto, una banda destacó por ser la precursora del género: Flipper’s Guitar, conformada por Keigo Oyamada y Kenji Ozawa.
Doctor Head’s World Tower (1991) es, quizás, el álbum más emblemático del género y de los mismos Flipper’s Guitar. En él podemos encontrar diferentes géneros funcionando al mismo tiempo, una opulencia musical bastante coordinada que nos propone uno de los álbumes más emblemáticos de la cultura nipona de aquellos años. Sin embargo el disco recuerda mucho a lo que los Happy Mondays lograron con su Pills ´n´ thirlls and bellyaches (1990), y esto nos habla de una falta de identidad directa.
No me malinterpreten: Flipper’s Guitar me parece una banda muy talentosa y disfruto mucho de su pequeña discografía. Creo que sin el género, no tendríamos algunas piezas del vaporwave, ni estilos en la animación como Nichijou, pero para un artista como Cornelius, esto era simplemente una manera de comenzar a pulir su propio estilo, y lo que vino después, fue una identidad que nació de aquella mezcolanza musical.
Shibuya es el más importante distrito comercial y de entretenimiento en Tokio. De allí que el género mismo sea representante de una opulencia en su misma constitución. Cuando Flipper’s Guitar se desintegró, Keigo Oyamada comenzó su carrera de solista como Cornelius. Al principio, el artista japonés siguió con el Shibuya-kei. En The First Question Award (1994), podemos escucharlo de principio a fin. Posteriormente en 69/69 se volvió más hacia el rock y el blues. Canciones como «Heavy Metal Thunder» recuerdan al primer álbum de Led Zeppelin.
En 1997, con Fantasma, Cornelius atrajo a la crítica occidental, quienes le llamaron el Brian Wilson moderno o el Beck japonés. Pero a pesar del honor, la identidad del japonés aún no se independizaba de la influencia occidental. Y claro, no hay nada nuevo bajo el sol. Ya Julia Kristeva y Roland Barthes nos hicieron entender que toda obra está relacionada con otras a través de la intertextualidad. Pero los grandes artistas logran domar los géneros ajenos en beneficio de su propio estilo.
Cornelius comenzó a lograr esto de manera más significativa a partir de su penúltimo álbum Sensous (2006), donde canciones como «Toner» o «Like a Rolling Stone» significaron una apropiación de la cultura occidental para imprimir su propio estilo. Sin embargo, el artista tardaría otros 11 años en lograr que este cambio tuviera un impacto más significativo en su carrera.
Mellow Waves (2017) es sin duda la declaración de independencia de Cornelius. Hay algo en este álbum que lo hace destacar de entre los otros. El artista japonés parece haber depurado toda la carga musical perecedera para dejar un conjunto de piezas que expresan mucho con lo mínimo. Hay rasgos del Shibuya-kei, de su etapa más rockera y de lo experimental, pero todo de una forma muy particular de Keigo Oyamada.
Este año Cornelius se presentará en el festival Nrmal interpretando su Mellow Waves acompañado de un espectáculo inmersivo. Sin duda una oportunidad para ver a uno de los artistas más importantes del lejano oriente en la madurez de su carrera.