Por Miguel Ángel Morales
Mi nexo con Robert Fripp empezó en la adolescencia. Esa primera experiencia se dio a través de un video de mala calidad en el que King Crimson tocaba una pieza de sonidos extraños y unos alaridos ininteligibles que no sonaban a nada de lo que había escuchado hasta entonces: «Elephant Talk». La grabación recopilaba momentos de una gira que el entonces doble trío hizo por Japón. Adrian Belew, Tony Levin y Trey Gunn se movían con gracia ante los nipones eufóricos. Fripp apenas y se distinguía entre una tímida luz. Muy alejado del cliché del guitarrista (pienso en Slash, en aquellos vedettes como Mick Ronson) que hace de su instrumento una prótesis sexual, Robert prefiere hacer lo suyo entre las sombras. Ahí dirige a la banda, toca notas sostenidas que recuerdan a un sintetizador, espera en silencio. Entre acordes disminuidos y escalas alteradas, la mano izquierda se pasea por el mástil de la guitarra con una soltura envidiable. Lo mismo hace un riff de avant metal que un arpegio con aires de Paganini.
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Hará unos veinte años de eso. Hoy en día ya no existe la maquinaria del doble trío. Como buen líder del taller musical crimsoniano, Fripp hizo los respectivos reajustes. Primero lo convirtió en un cuarteto apocalíptico que tocaba metal y electrónica. Cansado, lo desbarató por casi diez años. En el intermedio pude verlo a dueto con el flautista Theo Travis, en una sala pequeña de Barcelona. Los soundscapes nunca sonaron mejor. Después revivió al Rey Carmesí con un formato deja ecouté: ahora con tres bateristas, dos bajistas y dos guitarristas. El sonido se volvió más flexible y recuerda a los primeros discos de la banda, saxofón incluido. A decir verdad, se extrañan las experimentaciones de Belew y Gunn (quien por cierto toca el 27 y 29 de enero con Alonso Arreola y Michael Manring en nuestro país). Pero la importancia de Fripp sigue intacta: David Bowie, Brian Eno y David Sylvian son algunos de los afortunados que han contado con su genio.
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En 2013 se informó que regresaría a México, esta vez a Tepoztlán, para impartir un curso llamado Guitar Circle, en el que el mismo Fripp (como el gurú que siempre ha sido) explica su técnica guitarrística a través de un método de enseñanza con tintes espirituales. Esto me recuerda un poco a lo que Steve Vai decía sobre Frank Zappa, su jefe y mentor musical: que el de Baltimore veía la música como «formas arquitectónicas de luz». Así me imagino la música de Fripp. La construcción de esas oscuras catedrales sonoras requiere de cierta meditación y espera. Robert es un mediador entre la más pura pulsión esquizofrénica y la disciplina matemática, entre el alma sintética y el espíritu de los hombres del futuro.
Ahora, regresa con algunos de estos alumnos avanzados a Morelos, del 3 al 9 de febrero, en Cuernavaca. El 27 y 28 de febrero podremos verlos, bajo el nombre de The Orchestra of Crafty Guitarists. Es una oportunidad imperdible para conocer la música de Fripp.
Sábado 27 de Febrero en el Salón Los Ángeles
Precio: $460
Boletos disponibles en taquilla
Domingo 28 de Febrero en Bajo Circuito
Precio: $462
Boletos