Bauhaus: noche de nigromantes, vampiros y brujas

Por: Víctor X. Morales

A pesar de no haber lanzado nuevo álbum desde 2008 (al parecer el mediano Go Away White será su testamento musical), el grupo británico Bauhaus se propuso hacer una gira mundial con sus mejores éxitos. Sabiéndose los máximos representantes de la estética gótica y dark, el cuarteto Peter Murphy, Daniel Ash, Kevin Haskins y David J realizó un ajuste de cuentas para aquellos que no habían podido presenciarles en vivo en la Ciudad de México después de su mítica presentación en el Cine Ópera en 1998.

Pero el concierto de ahora es distinto. Se trata para muchos, del primer evento multitudinario después de la contingencia sanitaria que condenó a la vida pública de conciertos a un silencio espectral. Salvo presentaciones con “sana distancia” o el streaming, las tocadas entraron en una especie de lapsus incómodo donde estaba incluida la presentación de Bauhaus (originalmente planeada para abril en un local cerrado como lo es el Frontón México). Un año y medio después el Parque Bicentenario parece un bosque oscuro en donde se congregan hordas de vampiros, brujas y hechiceros a la espera de la llegada de los nigromantes, preparados cual aprendices para conectar con voces y visiones espectrales.

La frenética línea de bajo y el sórdido feedback de “Rosegarden Funeral of Sores” (cover a John Cale) fueron los encargados de abrir el concierto, y, entre la completa devoción del público, se abrió paso la cavernosa voz de Peter Murphy, que, impasible al paso del tiempo, sigue conservando esa aura magnética que siempre lo han definido. Murphy, enfundado de negro (como todo el auditorio presente) y con un sombrero que sellaba su imagen de dark crooner, recita insistentemente: “Came From Next Door”. El primer hechizo está hecho.

Después del trance inicial, la banda siguió con una tercia de ases de su disco debut: “Double Dare”, “In the Flat Field” y “God in an Alcove”, a destacar es la sólida e hipnótica base rítmica de Haskins y David J, haciéndose con el protagonismo en el escenario en varios momentos de la noche. Ash y Murphy, por otro lado, parecen encaminarnos por senderos mucho más incendiarios que se combinan a la perfección: nos alejan un poco del clásico esquema estrofa-estribillo; lo que aquí manda es la narrativa. Por momentos Murphy es poseído, eleva sus brazos hacia una luz cenital que lo apunta hacia al rostro: parece conectar con el origen, lo sagrado, lo oculto y lo olvidado. Esa sombra que a todos nos acompaña y a la que ella se alía en su noche para hacerle frente e iluminar su presencia.

Este desarrollo climático, de cadencia y sonoridad oscura, construidos musicalmente a partir de la gestualidad teatral del cantante, la repetición de un motivo musical o un alarido desgarrador crece poco a poco hasta llegar al clímax en ese mantra que es el inicio de “Bela Lugosi’s Dead”… o eso parecía hasta que un fanático subió al escenario a sacarse un selfie, Murphy, desconcertado trató de sacárselo de encima volteándose hacia el otro lado, pero ante el asedio del joven no tuvo otra opción que empujarlo bruscamente hasta la llegada de los guardias de seguridad. Poco después lo vemos bajar del escenario, orgulloso de su “proeza”.

Tras el mal trago, la banda, le resta importancia a este infortunio y prepara un cierre espectacular, hasta llegar el primer encore, un triple homenaje a sus maestros: los covers a Iggy Pop (“Sister Midnight”), Marc Bolan (“Telegram Sam”) y David Bowie (“Ziggy Stardust”) no solo revelan las fuerzas que animan al grupo Northampton desde sus inicios, sino que por medio de estas, se culmina esa especie de cacería fantasmal en la que se ha convertido la noche. Sin hacerse de rogar, volvieron a aparecer para interpretar el que sería el último tema de la noche, “All We Ever Wanted Was Everything”, que dejó, definitivamente, al público rendido a sus pies.

 

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