Unas ganas profundas de tocar el espíritu del otro.
Fue una casualidad afortunada. Diego Espíritu tenía 14 años cuando se asomó a la biblioteca de su padre. En busca de lecturas que lo ayudaran a componer mejores canciones, quería escribir y tocar la guitarra como Dylan. Tomó un libro pequeño de pasta dura: Poeta en Nueva York de Federico García Lorca. Lo leyó inmóvil frente al estante. Fue un golpe brutal, una epifanía.
Diego nació en Guadalajara en 1990. Estudió Filosofía en la UNAM. Colabora en revistas como Cáñamo, Código, Yaconic, VICE y Crash. Sus poemas han sido publicados en Blanco Móvil, HOLOGRAMMA, Revista El Humo, Tres pies al gato, Errr Magazine, entre otros medios digitales. Fue incluido en la antología de poesía Inmediatez en tensión; antología de jóvenes poetas mexicanos (Los perros románticos, 2017). Recientemente acaba de publicar su primer libro llamado Poemas Panks para Community Managers (Mantarraya Ediciones, 2017). Hace diez años el panorama era radicalmente distinto:
«Recuerdo que pensé: ‘Si algún día me atrevo y tengo la fortuna de publicar, saldré en prosa’. Tenía 17 años. Estaba clavadísimo con la narrativa latinoamericana. Tocaba la guitarra y componía, pero mis canciones no me gustaban líricamente hablando», cuenta. Frente a él una cerveza bien fría lo espera.
«Necesitaba crear canciones más ricas, cercanas y terrenales. Somos muy solemnes incluso en las canciones, para encontrar ese lenguaje que estoy empezando a forjar, atravesé un chingo de lecturas. Esa búsqueda creativa me llevó a la poesía», dice.
¿Qué lecturas consideras claves en esa búsqueda?, lo interrumpo. Diego detiene su conversación y da el primer sorbo. «Así a bote pronto, Lorca y Bob Dylan. Lorca en particular con Poeta en Nueva York. Lo encontré en la biblioteca de mi padre y cuando lo leí fue un golpe brutal. Dije ‘algún día quiero hacer algo como esto’. Llegar a escribir así es complicado, tienes que tener una conciencia del lenguaje y técnica, pero además una libertad creativa y espontánea. Es una cosa majestuosa».
El espíritu de Diego habla, mientras da otro sorbo. «La primera vez que escuché a Bob Dylan fue a los 14, aunque suene exagerado, nada volvió a ser igual. Recuerdo que por mucho tiempo mi hermano y yo nos la pasamos hablando de las capacidades poéticas de Dylan».
¿Desde morro deseabas ser un poeta o músico?, le pregunto. Él escucha, da otro sorbo y luego mira a un punto lejano y perdido al interior de la hostería La Bota: «Más allá de una ambición material tengo una ambición creativa muy fuerte. Me obsesiona bajar todo lo que tengo en la cabeza, sea cual sea el medio». Espíritu hace una pausa y pone una mano en su barbilla, rascando emocionado en su memoria.
«Hay un momento: Noel Gallagher de Oasis está parado en un escenario erguido sobre el centro de un estadio en Argentina. Las miles de personas que lo escuchan disminuyen sus gritos cuando Noel toma el micrófono. ‘Hace muchos años vine a este mismo estadio con otra banda, vine a jalar cables. Y ahora es muy significativo regresar y cantarles aquí a todos ustedes’, dice, luego comienza a tocar “Don’t Look Back In Anger” y tú ves cómo se estremece al cantarla. Esa es mi aspiración. Que algún día alguien me diga: ‘tus poemas, tus canciones hicieron algo por mí’. Sería algo que me llenaría».
MUERES SIENDO INÉDITO O ESCRIBES LO SUFICIENTE PARA SER OLVIDADO
«Poemas Panks para Community Managers representa mi estancia en la Ciudad de México. Llegué a los 19 años, vivía en un cuartito en Iztapalapa, era con lo que mis padres me apoyaban. No tengo problemas en decir que mucho de lo que soy es gracias a la UNAM, maestros y compañeros.»
El internet tumba barreras. Diego lo comprobó el día en que uno de sus poemas, alcanzó lectores en varias partes de México y otros países. Lo que le abrió las puertas para poder publicar una primera versión de su libro en Argentina:
«El poema ‘Mucho se ha dicho de la poesía joven’ lo publiqué en la Revista TN. Días después mi bandeja de mensajes estaba llena. Me escribieron de Colombia, Venezuela, Argentina y varias partes de México para felicitarme por el poema. Uno de esos mensajes era de Marcos Grass de la editorial argentina Santos Locos. Me dijo: ‘Quiero publicarte, mándame un libro o lo que tengas. Vamos a sacarlo acá en Argentina’.
«Le mandé un borrador y con su ayuda se publicó una primera versión. Estoy muy agradecido con él y con Antonio Calera de la Hostería La Bota, que son como el receptáculo de la editorial Mantarraya. Tuve mucha suerte de toparme con ellos», asegura Espíritu que estos personajes fueron clave para que la obra llegara a su cauce.
El poemario cuenta con apenas 51 páginas, fue prologado por Ángel Ortuño y en la contraportada Margo Glantz cuestiona «¿Se puede escribir poesía, se pregunta Diego Espíritu, al tiempo que publica un libro de poesía?».
ESTO NO ES POESÍA, ESTO ES SPAM POETRY
Dices «poesía joven». ¿Para ti hay poetas viejos y poetas jóvenes? ¿Por qué no solo poetas?
Es una de las problemáticas a la que nos enfrentamos. ¿Qué rayos significa «lo joven»? ¿Respecto a qué o quién? si piensas en poetas jóvenes como Xel-Ha López Méndez o Kevin Martínez, son jóvenes en edad, pero maduros en su producción literaria.
En esos casos cómo sostienes el concepto de «joven». Esa idea tal vez le sirve a las ferias o revistas para decir: aquí hay un recipiente, metamos a todos los de la misma edad. Aunque todos escriban diferente. Lo joven como concepto en la crítica no sirve.
La cosa es quitar «lo joven» como un concepto crítico y aspirar a ser buenos poetas desde ahora. Claro que la madurez literaria es algo que se relaciona directamente con la edad, pero muchas veces no se da. Creo que este libro sí es un libro de poesía joven en el sentido de que fue el primero que he escrito.
En un poema sentencias «Ser feliz y ser poeta es una contradicción ontológica». ¿Crees que es un cliché que el poeta siempre tiene que estar triste? ¿Para ser un buen poeta se debe ser infeliz?
¿Qué nos pasa, maldita sea, a los millennial? Nos la pasamos compartiendo memes de gatitos y diciendo que estamos tristes. Si hubiera un meme paradigmático de los millennials seria alguien compartiendo fotos de gatitos mientras escucha reguetón desde su celular posteando «me siento mal». En esta generación todos están tristes o claman estarlo.
Es un momento de maduración de esta generación, en cuanto a sus mismos estados emocionales y su educación sentimental. Pero, ¿no deberíamos estar enojados? Tenemos razones para estar enojados con todo lo que pasa en el país.
¿La poesía debe ser siempre solemne y majestuosa?
Tengo una tendencia a escribir de cierta forma. Pero hoy existen muchos primeros libros de muchos primeros poetas, que pueden caer en el pecado de tratar de escribir demostrando que sabes, tanto palabras y formas. Es ahí cuando la cosa se pone solemne y barroca.
Al decir «La cerveza está en la mesa mientras platicamos» ya estás diciendo un verso que puede desarrollar un gran poema. Me costó mucho trabajo mirar las cosas como ya están, sin agregarle ni quitarle nada. Estamos acostumbrados a decir poesía y pensar en «Las estrellas y el cielo». Tenemos un velo por la tradición, por Neruda, Paz, por los que nos precedieron hace mucho tiempo. En ese momento su poesía fue un golpe poderoso y estético, pero ellos ya dijeron lo que tenían que decir como lo tenían que decir.
Aprender a mirar el mundo así como ésta es difícil. Tienes que quitar ese velo de la tradición para discernir que en todos lados puedes encontrar el germen de un buen poema.
¿Por qué dedicarle un libro a los community managers?
A muchos amigos que trabajan como community mannagers les enseñé el título del libro y les causó mucha gracia. Decían «¡Qué chido! Un libro de poemas para mí». Es una figura que nace con esta generación, en sentido estricto por las redes sociales. Las empresas lanzan un anunció solicitando community managers y una lista de las labores que tienen que desarrollar. Y cuando las ves dices: «yo puedo hacer eso, estoy todo el tiempo metido en mi celular y en las redes».
Si lo piensas un poco creo que todos en alguna medida lo somos. Son poemas panks para todos.
¿Quién valida a un poeta: la crítica, sus lectores, sus poemas? ¿Un poeta necesita realmente algún tipo de validación?
Tradicionalmente creo que existe el espaldarazo, para decir «vas». Creo que gran parte de la cultura y la literatura mexicana se ha hecho en las cantinas. Las revistas nacen en las pedas o tomándose un trago.
No es una cosa nostra de la literatura, que te dice “«ahora ya eres poeta, anda». Es mucho menos romántico, es tan fácil como si le caes bien o no a cualquier editor y ya. Con el internet eso se ha reducido muchísimo y te da muchas posibilidades. Los primeros en tomarlas, pienso, fueron Augusto Sonrics, Plablo Gastelum, Genkidama Ñu, gente que acá en México rompió el cerco literario, porque dijeron «No necesitamos de Tierra Adentro, Letras libres, Nexos, tenemos el Internet».
Históricamente esas revistas son una especie de validación. Algunos piensan que si estás ahí ya eres parte de la literatura mexicana. Pero qué pasa si no pasas por ahí ¿Ya no eres poeta? ¿Ya no eres un buen escritor?, es una pregunta que me hacía y que me sigo haciendo. Aunque también es muy ingenuo pensar que si te quedas en tu cuarto sin que nadie te lea vas a sobresalir, tienes que exponerte la crítica.
En México no existe crítica. Alguien me puede objetar y decir «Claro que existe, está este crítico y este otro, y ese aquel». Sí hay críticos, buenos críticos, pero no hay crítica. Me refiero a algo más sistemático.
Hay que entender que muchas de las grandes polémicas de la cultura mexicana se han dado en los suplementos culturales, a partir de que Domínguez Michael le dice a fulanito que su obra no sirve para nada.
La crítica que considero más factible es esa que desmenuza la obra de manera general y sin ser fatídico con el autor. Te dice si es buena o mala, pero lo argumenta. No una crítica de periódico en la que te promocionan o le pegan al mono para tronarlo.
¿Para qué sirve la poesía en un país como México?
El poeta peruano Mario Montalbetti, en la presentación de su último libro de ensayos, dijo algo muy chido que tal vez retoma de Eduardo Milan: «El lenguaje es el último reducto que tenemos contra el capitalismo». Palabras más palabras menos.
Considero a la poesía inútil en un sentido utilitario.
La poesía no sirve para martillar una mesa
la poesía no sirve para construir edificios
la poesía no sirve para volar sobre la ciudad
no es ese tipo de artefacto.
La poesía es inútil en tanto que es
el vuelo mismo sobre la ciudad
es el edificio
o el martillo.
Es el poema.
Está ahí en el lenguaje y es bueno que no sirva para esas cosas útiles. La poesía pensándola como un martillo, te rompe la conciencia. Ser poeta podría valer la pena en el sentido en que a ti como persona te sea vital. No tenemos por qué adjudicarnos la tarea de salvar el mundo, si para ti es imprescindible escribir, hazlo sea cual sea la razón.
Siempre habrá otro despistado que entre a la biblioteca de su padre, abra un libro de Lorca y diga: «Yo quiero escribir algo como eso».
Esta entrevista fue originalmente publicada en la revista Yaconic.