Por Pablo Rendón
Fotografía: Luis Manuel Rivera
El último encuentro de Alberto Fuguet (Santiago de Chile, 1964) con México fue ríspido. Fue su forma de decir las cosas: claras, concisas, sin pelos en la lengua. «No necesito a Fuentes para vender: Alberto Fuguet», exclamaba el encabezado de la sección cultural del periódico Excélsior, a propósito de la publicación de su novela Sudor. Pasado el incidente, y con motivo de la presentación de la antología de relatos Juntos y solos, Almadía publicitaba la llegada del escritor chileno como si del mismísimo Donald Trump se tratara: «¿No que no? Alberto Fuguet en México», decía un gif en sus redes sociales.
Alberto visitó finalmente, tras un viaje cancelado a mitad de año, México. El motivo principal fue la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, ciudad en la que se encontró a las afueras de un hotel con Silvia Lemus, la viuda de Carlos Fuentes, en lo que resultó por ser un intercambio amable. Su paso por la capital mexicana fue aprovechado por la revista Gatopardo y Cine Tonalá, gracias a quienes Alberto pudo presentar Sudor al lado de Felipe Restrepo Pombo, en un escenario que como también cineasta, no pudo haberlo acogido mejor. Días más tarde de aquello platicamos con el escritor chileno en una terraza de la Ciudad de México, horas antes de que tomara el vuelo que lo llevaría de regreso a su país natal.
Alberto, hubo este titular de Excélsior en el que decías «No necesito a Fuentes para vender», ¿te parece que al final fue así?
Respecto a lo de Carlos Fuentes, yo creo que al final no vendí. Hubiera estado bueno pedir ayuda a los viudos, a sus fanáticos. Y bueno, yo estaba leyendo Twitter cuando me di cuenta de lo de Almadía. ¡Estoy súper agradecido! Todo el mundo aquí trabaja con eufemismos y «¿No que no?» es mucho más divertido y dice mucho más que «Una nueva antología de cuentos». Almadía es una editorial chica que consigue resultados grandes. Ahora, también es cierto que Almadía tuvo menos problemas para publicar el libro porque Carlos Fuentes no está dentro de su sello, además de que mis cuentos no son para nada polémicos. Por otra parte, publicar Sudor con Penguin Random House, donde publica Fuentes, y vincularlo a la temática gay resulta más polémico. En general, los intelectuales de acá son como una especie de realeza y no puedes ligarlos a la cultura gay. Yo creo que el libro no es sobre Carlos Fuentes pero claramente lo indaga y lo utiliza como inspiración.
En alguna entrevista mencionabas que hay personas dentro del ámbito literario escandalizadas por el vínculo de Carlos Fuentes con la literatura gay ¿Es realmente ésta la razón del escándalo? Te lo pregunto porque el propio Fuentes fue uno de los primeros escritores mexicanos en explorar la relación homoerótica en ‘A la víbora de la mar’, de su libro Cantar de Ciegos publicado en 1964. Es incluso citado en múltiples investigaciones sobre la literatura homosexual en México como uno de los pioneros del género.
Yo no recuerdo haber dicho eso, la verdad es que nunca lo he pensado así. Probablemente lo que los escandalizó fue que yo haya ligado a Carlos Fuentes a un libro gay. Estoy seguro de que si hubiera escrito un libro sobre un padre y un hijo, donde el hijo es un seductor de chicas, hubiera quedado como un héroe. Hubiera quedado como un zorrón, como decimos en Chile, o como un galán de telenovela. A pesar de que yo pueda pensar que es malo que un chico ande con tanta chica, que hasta podría tener enfermedades de transmisión sexual, o que se trata de una persona sin moral, da lo mismo porque es heterosexual. El chico hetero que folla con muchas chicas va a terminar siendo siempre un campeón.
La polémica, precisamente, comienza por el hecho de involucrar al hijo de Carlos Fuentes, ¿no crees?
Sí, claro. Yo no niego que existe en el libro una conversación con Fuentes y su hijo, pero no se trata de una biografía. Algún día me gustaría leer una biografía de Fuentes, pienso que debería de escribirla un americano como Gerald Martin, quien escribió la biografía de García Márquez y con quien yo entablé amistad en el Hay Festival de Arequipa. De hecho Martin, sin haber leído Sudor, me previno sobre la polémica, y todo porque yo le había platicado la trama del libro. Mi impresión es que ese tipo de biografías es imposible que las realice un latino. Ahora, el personaje del hijo es también otros hijos; hijos de escritores, hijos de políticos, hijos de empresarios, hijos de millonarios, todos esos que yo llamo los mirreyes.
No obstante, hay quienes asumieron en un sentido literal que se trata del hijo de Fuentes.
Claro, aunque también es verdad que parte del personaje está inspirado en él. Es interesante esta postura de ‘Con los hijos no se meten’, como me escribió Rafael Pérez-Gay en Milenio. Eso me pareció de muy mal gusto y hasta violento. Ya me lo había dicho, hace más o menos como un año en Monterrey, en una cena que me organizaron, a propósito de la novela, porque pensaban que él podía ser un buen asesor. La verdad es que todo estuvo fatal, nunca debí de haber ido a esa cena. Pérez-Gay, quizás de buena onda, aceptó ir a cenar conmigo sin conocerme. Cuando supo de qué iba el libro, hasta se le derramó el vino. Me dijo a la cara que le parecía que yo era torpe, que quién era yo para escribir sobre mexicanos –como si uno no pudiera escribir de negros, o de católicos, o de asiáticos- y que uno podía opinar lo que quisiera de Carlos Fuentes, pero que al meterme con el hijo a mí me faltaba clase. Todo el mundo sabe que en la literatura, como en las mafias, es una cosa entre hombres, y con la familia o con los hijos uno no se mete. Eso es más o menos lo que me decía en el artículo que escribió para Milenio. Termina diciendo que los muertos no hablan, lo cual, en el ámbito literario, me parece discutible. Mira el caso de Roberto Bolaño, a él habría que hacerlo callar. O está por ejemplo [José] Donoso, quien ha rehecho su carrera después de muerto e incluso ha matado a una hija. Además, Fuentes hizo de su hijo una figura pública a diferencia de García Márquez, cuyos hijos me parecen demasiado normales y, pese a tener grandes logros, permanecen anónimos. A mí Carlos Fuentes me parece un escritor mucho más mediático y, en cierto sentido, más visionario.
Pertenecía más a La civilización del espectáculo, de la que irónicamente Mario Vargas Llosa también ha pasado a formar parte.
Pero no me parece que sea el fin del mundo. Que yo te vea desnudo en tu foto de Facebook, o que sepa quiénes son tus amigos, tampoco es tan importante. Sí, claramente Vargas Llosa acabó por entrar a la civilización del espectáculo. ¡Pero a mí me fascina Vargas Llosa! La tía Julia y el escribidor es un libro que está súper emparentado con Sudor, y es un libro que también Fuentes imitó, con Diana la cazadora solitaria. Pero Vargas Llosa está acostumbrado a eso, a escandalizar, a hacer uso del gossip; el hecho de cazarse con una tía en Lima y contarlo en una novela, por ejemplo. De hecho hay una libro, Lo que Varguitas no dijo, en el que la tía Julia cuenta su versión de los hechos y es curioso porque la tía Julia, a pesar de haber estado casada con un escritor, tampoco entiende lo que es ficción. Obviamente las cosas no ocurrieron así, un libro es siempre ficción.
A mí me resulta curioso que, ‘no necesitando a Fuentes para vender’, se promuevan tus libros con citas de Mario Vargas Llosa, sobre todo en Alfaguara.
¡Buen punto! La verdad es que en Alfaguara no tenía mucha injerencia en la promoción, de hecho Sudor es un poco anti-Alfaguara. ¡Pero es que también soy fan de Vargas Llosa! No me parece terrible que me apoye, pero me hiciste pensar. Quizás en el futuro voy a prohibir que en mis libros aparezca Vargas Llosa (risas). La verdad es que yo tampoco estoy puro en ese mundo de las letras al que tanto critico. Pero es como en el cine, todo el mundo sabe que el Oscar es una mierda, pero tampoco es horrible ganarse uno.
Ahora, como bien señalas, Vargas Llosa tampoco es un escritor del que reniegue McOndo. Incluso Edmundo Paz Soldán señala en el prólogo de Juntos y solos la importancia que tiene un libro como La ciudad y los perros en los escritores de tu generación.
¡Claro que lo reconozco! Si quieres jugar con clichés, los escritores del boom son como nuestros padres. Uno tiene lazos con los padres, sean buenos o malos, tener los mismos ojos y llevar el apellido, pero también hay cosas que te hacen distinto. Por ejemplo, Manuel Puig, que es el peor escritor del boom, es al que yo más quiero. También Vargas Llosa, que era como el Darth Vader porque era de derecha. Yo siempre recibí muchas críticas porque me gustaba Vargas Llosa y no García Márquez, pero sin ellos la verdad es que McOndo no podría existir. ¡Pero es que aquí en México la gente cree que todo es un ataque! Yo puedo decir que en algunas cosas me gusta Stanley Kubrick y en algunas otras no, lo cual no implica que odio a Kubrick. Obviamente Kubrick es mucho mejor que todos los cineastas latinoamericanos de los últimos veinte años, pero eso no implica que no lo pueda criticar. A mí me parece que McOndo trataba más de discutir ese legado que de atacar a García Márquez, realmente el ataque era en contra de Isabel Allende. Yo fui alumno de José Donoso, así que tengo un lazo fuerte con el boom. Claro, podría nunca haber escrito Sudor, pero Carlos Fuentes se cruzó por mi camino. El propio Donoso me platicaba lo importante que fue Fuentes para él, a mí me pareció fascinante esta figura del operador, del Carlos Slim de la literatura. Efectivamente, la anécdota de mi novela parte de que alguna vez lo vi en vivo y quedé impactado. Quedé más impactado con el hijo que con el padre, y cuando al año siguiente se muere yo no podía creerlo.
Además el hijo tenía un aura como de poeta maldito, ¿no? Hay un poema de él que retoma Carlos Fuentes en la columna que publicó en El País a manera de obituario: ¿Viviré mañana? No lo sé decir / Pero no me iré de aquí sin resistencia / Esta recámara es mi núcleo / Pensar bajo las cobijas es mi fuga.
¡Y no está mal! Yo lo que creo es que han trabajado muy mal con su obra. Si yo fuera el heredero de la obra de Carlos Fuentes Lemus lo habría publicado en un fanzine. Es más, ¡yo los hubiera presentado en los Baños Finisterre! Cuando lo publicaron, primero por Seix Barral, con prólogo de Goytisolo y de Tomás Eloy Martínez, lo trataban como un poeta nunca antes visto en América Latina. Obviamente no está a esa altura, aunque tengo amigos poetas que dicen que es bueno. A mí me parecería fascinante leerlo en inglés. Igual me parece un poco loco que un sello editorial tan grande como el Fondo de Cultura Económica lo publique, habiendo tantos poetas que nunca estarán ni cerca de ser publicados. Creo que el apellido le ayudó, aunque creo que el chico tenía talento. Recientemente un chico de Jalapa se acercó a mí para decirme que había estado leyendo Sudor en la Biblioteca Carlos Fuentes Lemus, ¡eso es súper freak! Es freak que alguien con una obra tan pequeña tenga una biblioteca.
Me gustaría que retomáramos tu obsesión por este tipo de personajes, los jóvenes tristes por los que has confesado cierta debilidad. Hablemos de Andrés Caicedo por quien se dice creaste un culto, ¿crees que sea así?
No, pero lo agradezco. A mí no me parece que tenga tanta fuerza. Me encantaría pensar que he contribuido con mi granito de arena. Los libros de Andrés Caicedo son esenciales para entender Sudor. Me parece que Caicedo es parte del boom, una especie de autor no reconocido. Yo siempre digo que Gabriel García Márquez lo asesinó. En ese entonces, en Colombia, tenías que ser pro-Ché Guevara y escribir realismo mágico, no tenías otra opción. Caicedo era más como un chico de la Condesa treinta años antes y no fue capaz de resistirlo.
A mí me parece muy curioso que digas que de haber descubierto la obra de Andrés Caicedo más joven, te habría marcado más.
Sí, y capaz que no habría escrito nunca. Igual no es tan cierto, pero como frase está buena (risas). Yo creo que hay muchos escritores que se enamoran de Borges y, obviamente, no pueden competir con él. Si yo hubiera encontrado que ya existía un escritor latinoamericano que escribía sobre los temas que yo quería escribir, me hubiera dado miedo entrar al mundo de las letras con la fuerza que yo entré. Yo llegué a creer que nadie escribía como yo, que a nadie le interesaban los temas que me interesaban a mí. Yo quería que Sudor fuera como un libro de Anagrama, que dialoga con el presente y el futuro. En cambio, si uno lee a Jorge Volpi siente que está leyendo un libro del pasado, a pesar de que es mucho más joven que otros autores que están muertos. A mí Andrés Caicedo me parece alguien que está super vivo, alguien que habla de cineastas y músicos que siguen estando muy presentes: de los Rolling Stones, de Godard, de Eastwood. Me hubiera dado miedo. A mí me ayudó la ignorancia. Ahora, pensando en la frase, no sé si en realidad Caicedo es tan bueno ya que no alcanzó a consolidar su obra. Su obra es la de alguien muy joven, una obra que avanza hacia atrás. Yo considero que Mi cuerpo es una celda es su mejor libro, es el más maduro y el más sólido. Por ejemplo, en Que viva la música, me parece un error que su voz se confunda con la del personaje. Creo que no acababa de entender la importancia de la ficción como género, es por eso que sus diarios, escritos desde su voz, me parecen sus mejores escritos. Que viva la música es un libro increíble pero fallido.
Hay autores que son muy críticos con la obra de Caicedo. Por ejemplo Valeria Luiselli, quien escribió en Letras Libres: «La narrativa de Caicedo no deja de ser un ejercicio juvenil, mitad viaje psicotrópico, mitad quejido hipocondriaco y resentido, de cuestionable calidad literaria. Caicedo padece de bulimia literaria: su escritura es un vómito provocado, más autocomplaciente que provocador».
¿Ella dijo eso? Me parece muy poco generoso de su parte. Obviamente está escrito por alguien que ya salió de los veinticuatro, a mí me gustaría leerla a ella a los veinticuatro. Y a final de cuentas, ¿qué le importa? Pienso que esa crítica va más dirigida a los que leen a Caicedo que al propio autor. Yo creo que la obra de Andrés Caicedo ha marcado a muchos autores. Yo creo que está muy ligada a la obra de Alejandro Zambra, aunque este último quizás mucho más intelectualizado. A mí me parece que la gracia de Caicedo es, justamente, que se trataba de un borrador. No todas las obras tienen que estar súper trabajadas, a mí me parece que los grandes libros de Fuentes son espantosos, Cristobal Nonato es un horror. Ahora, claro que Luiselli tiene derecho a elegir su propio canon. Evidentemente Caicedo no es alguien de su canon literario, basta con leerla a ella para saberlo. Caicedo es alguien que escribía desde su casa en Cali, no era un artista de Nueva York.
La charla completa en el número cero de nuestra versión impresa que se publicará en febrero 2017.