Dialéctica demencial: ‘Histopía’ de David Means

Por Rafael Miranda Bello

Supongamos que el asesinato de John F. Kennedy no hubiera ocurrido cuando se sabe que ocurrió, sino varios intentos más tarde, con JFK –esas famosas siglas que no han dejado de titilar en el imaginario contemporáneo, embadurnadas con las reverberaciones que desprende el amplio espectro de libros y películas en los que se ha visto mitologizado en calidad de personaje– al frente de su tercer mandato presidencial. Y con el simple desplazamiento de un hecho tan arraigado en las conciencias –al menos en las sometidas a intensos acondicionamientos televisivos– cambiarían, por supuesto, las circunstancias y los efectos implicados.

Eso es lo que pasa en Histopía, la primera novela del escritor David Means (Kalamazoo, Michigan, 1961), en donde un veterano de Vietnam de veintidós años “se sienta y crea un mundo ficticio pleno de dobleces, tan violento e inestable como nuestra época, igual de rico y carente de sentido” –explica un crítico en una de las partes que incluyen notas del autor, notas del editor y entrevistas que redondean la trama–, para luego suicidarse dejando tras de sí el manuscrito de una novela titulada Histopía.

En esa novela dentro de la novela, que tiene lugar en una densa atmósfera de violencia y pugnas por el control del caos, otro veterano de Vietnam siembra la muerte a su paso con la demencial dialéctica de la guerra que acarrea consigo al volver a casa, secuestrando a la novia de un compañero caído en combate –a quien se unirá a su debido tiempo un hombre de los bosques–, y seguido de cerca por una pareja de agentes de la Corporación para la Salud Mental (Psych Corps), enredados en un ferviente romance puesto a punto con drogas, y tanteado los límites del tratamiento al que llaman Plegado, una iniciativa gubernamental para curar trastornos y traumas a través del olvido de sus causas, con la ayuda de una droga llamada Tripizoide, y que sólo puede revertirse tomando un baño de agua intensamente fría o teniendo un orgasmo extraordinario.

«La historia siempre lo ha tenido difícil al aliarse con la novela, no es posible que alguien que mira al pasado muy reciente y lo trastoca aquí y allá pueda cambiarlo de verdad», escribe Means, pero si bien fuera cierto que la literatura que se mezcla con la historia no es capaz de incidir en el pasado, al reescribir el modo en cómo ha sido contada puede calibrar la proporción en que la realidad, o al menos la memoria que de ella sobrevive, se instituye sobre un entramado maleable, siempre en riesgo de torcerse bajo el peso de las mentiras manufacturadas y gestionadas con segundas o terceras intenciones.

¿Que hay algo conspiranoico chirriando por aquí? Lea Histopía –forjada al calor de un toque narrativo excepcional–, y luego mire las pantallas en todas sus modalidades para tratar de encontrar las diferencias fundamentales. No se asuste, pero sí, el mundo de la novela de Means, que a primera vista parecería un tanto lejano, no difiere sustancialmente del tremedal que nos rodea.

Allá y ahora, la guerra continúa y amenaza con una destrucción desmedida. Y en este lado, de fronteras para dentro, la vida cuelga de hilos que pueden cortarse con brutal facilidad, y otros sembradores de muerte –la mayoría de ellos hechos en casa– despliegan orgías criminales a sus anchas: “los asesinos de la zona eran presa de una rabia homicida, les importaba una mierda si dejaban pruebas o no, siempre parecían dar por sentado que la responsabilidad del crimen se acabaría achacando a aquellos ojos crepusculares, lastimeros, traicionados, que miraban fijamente desde una cabeza a veces reducida a poco más que huesos, con casi toda la carne consumida”. Y así con todo, tan campantes, ¿o no?

TÍTULO: Histopía

AUTOR: David Means

TRADUCCIÓN: Jon Bilbao

PRÓLOGO: Rodrigo Fresán

EDITORIAL: Sexto Piso, México, 2017, 360 pp.

 

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