Por Adrián Ávila
La penúltima temporada de Game of thrones ha finalizado. Durante siete capítulos hemos visto a nuestros personajes favoritos enfrentarse a una serie de peripecias que los han transformado, unido o dispersado a lo largo de Westeros. Cosas sorprendentes han pasado, como también otras absurdas. Pero al final, todo ha cobrado sentido de nuevo y en el último capítulo tuvimos intensidad, cabos atados y una reivindicación después de un episodio que cayó en lo absurdo dentro del universo creado por George R. R. Martin. Todo parece volver a la normalidad, sin embargo, hay algo en la serie que no parece lo mismo.
No me refiero simplemente a la idea absurda de atrapar un caminante blanco para cambiar el carácter indómito de Cersei, o de unir a personajes favoritos en un Avengers medieval, o que el Rey de la Noche haya sitiado a ese grupo teniendo la capacidad de matarlos, o el uso de cadenas para sacar a Viserion de un lago con un ejército incapaz de nadar, o bien el constante uso del deus ex machina para mantener vivo a Jon Snow. No, porque considero que todo ello puede resolverse en algún momento, como lo hicieron de cierto modo en el final.
El principal problema de esta temporada radica en el uso del espacio. Game of thrones es una serie que se identifica por darle una enorme importancia al viaje. Y lo ha hecho de manera excepcional durante seis temporadas, pero a veces, como lo dice Ian Bogost, nos damos cuenta de la existencia de un proceso cuando algo falla en su ejecución. Muchos no se habían dado cuenta del manejo del espacio y del tiempo en Game of thrones porque siempre había estado allí, funcionando sin problemas, pero justo en esta séptima temporada saltó tanto a la vista que era inevitable notarlo.
El tiempo y el espacio en una obra de ficción no se rigen por las mismas reglas que nuestro «mundo real». El universo se construye a partir de reglas verosímiles. Se integra un sentido de pertinencia. Por ello, si algún elemento ajeno al universo construido no concuerda con las reglas ya establecidas por sus creadores, se pierde verosimilitud. Si en Rick and Morty al científico le apetece ir de la Tierra al otro extremo de la galaxia en un segundo, lo tomamos como algo natural porque desde un inicio sabemos que tiene la capacidad y los medios de hacer eso.
Por ello, el universo de Game of thrones se siente tan diferente en esta última temporada porque su manejo espaciotemporal no concuerda con lo que venía construyendo durante seis temporadas. Para entender esto, pensemos en el cronotopo de Mijaíl Bajtín. Él lo define como algo que sucede en la literatura cuando «los elementos del tiempo se revelan en el espacio, y el espacio es entendido y medido a través del tiempo». Es decir, la relación entre el tiempo y el espacio es algo constante, con lo cual se definen uno a otro, y es tan importante que define géneros.
No me voy a detener a explicar el cronotopo de cada género, pero en cualquier serie podemos observar que la relación del tiempo y el espacio establecen dos reglas importantes sobre las cuales se desarrolla el entramado de la obra. Las acciones de los personajes estarán subordinadas a esas reglas. Los dos primeros capítulos de Futurama sirven para ejemplificar esto.
Al inicio, Fry vive en la Tierra de 1999, el espacio está sometido a las reglas de nuestro «mundo real», por lo que los desplazamientos se reducen a las capacidades del mismo Fry, es decir de un humano promedio. Pero en el segundo capítulo, estando ya en el futuro, Fry descubre con emoción que viajarán a la Luna. Como aún está acostumbrado a las reglas de su tiempo, decide hacer un conteo regresivo para despegar, pero antes de finalizar, Leela le dice que ya llegaron a la Luna.
Esta escena me parece genial porque a partir de un contraste establecen las reglas del tiempo y del espacio en menos de cinco segundos. En Game of thrones, el tiempo y el espacio se han establecido con parsimonia. Aunque en el piloto la corte del rey se traslada desde Desembarco del Rey hasta Invernalia en un episodio, en los subsecuentes, toma dos capítulos realizar el mismo camino. Esto marca un ritmo en la obra porque establece una longitud espacial que, dada la tecnología de la época, es difícil de recorrer. Debe pasar cierto tiempo para recorrer Westeros y muchas cosas pueden ocurrir durante un viaje. La fricción entre los Lannister y los Stark se da durante ese traslado hacia Desembarco del rey, lo mismo que la amistad entre Jon y Tyrion sucede cuando se dirigen hacia el Muro. La transformación de Daenerys se lleva acabo durante cinco temporadas en su travesía por el continente de Essos.
Estuvimos acostumbrados durante seis temporadas a los viajes largos en el universo de Game of thrones. Ir de un punto a otro, costaba un enorme esfuerzo porque transformaba a los personajes, pero también los ponía en riesgo y dejaba expuesta su personalidad. Incluso al inicio de la séptima temporada veíamos esto: la captura de Yara se da durante un viaje, Arya se encuentra con el ejército Lannister al dirigirse hacia Desembarco del Rey y la flota de los Inmaculados es quemada al tomar Roca Casterly. Todo esto no sólo marca el ritmo de la serie, sino que transforma al mundo de Westeros en algo orgánico. Sabemos de la presencia de una guerra por los peligros que existen fuera de los castillos.
Pero entonces vienen los episodios 5 y 6, «Eastwatch» y «Beyond the Wall» y todo este cronotopo trabajado se pierde. Los viajes no parecen tener ninguna consecuencia, los cuervos viajan para donde quieren a la velocidad que quieren y de repente Westeros se vuelve un lugar turístico para recorrer al gusto en medio de una guerra.
Entiendo que los guionistas tuvieron un tiempo limitado para finalizar la serie sin la asesoría del autor de los libros, que se debían atar muchos cabos sueltos en apenas siete episodios, pero hay formas de hacerlo. Incluso considero que ellos estaban muy conscientes de estos atropellos, pero los dejaron de forma intencional para poder salir con la cabeza en alto en el final de temporada.
Sin embargo, el universo de Game of thrones ya no se siente lo mismo en muchos aspectos. Todo parece más predecible porque el espacio y el tiempo ya no son una forma de tensión, sino un mero procedimiento. Jared de Wisecrack incluso hizo un chiste relacionando el rescate con los dragones al de las águilas en El señor de los anillos. Y sí, se entiende que Game of thrones está llegando a su final, los personajes se deben reunir para llevar a cabo la conclusión, pero ello no implica romper un elemento tan importante para su serie.
Le doy énfasis al espacio, porque las situaciones absurdas pueden resolverse después, aún hay tiempo para argumentarlas, pero el tiempo y el espacio no es algo reversible. Quizá la muerte de Lord Baelish sea tan significativa si lo pensamos desde el punto de vista del cronotopo. Porque muerto el epítome del caos, parece que también la intriga se ha perdido. Ahora parecen claras las intenciones de todos los personajes y sólo nos espera ver quién gana el juego de tronos. El mundo complejo parece más plano.