Por Óscar Tinoco
Fotografía: Mauricio Rosas
A Fernanda Solórzano (Ciudad de México, 1971) su pasión por la literatura y en específico por el ensayo, la ha llevado a convertirse en una de las voces más interesantes de la crítica cinematográfica. Sus cápsulas de Cine aparte y sus textos, ambos con el sello de Letras Libres, son espacios que tienen amplia aprobación y consulta dentro del ámbito, lo mismo que su segmento en el programa Atando Cabos. A final de año espera poder cristalizar un libro que se encuentra escribiendo y que resultaría un paso más firme en su ya de por si consistente carrera.
Además de su actualidad y sus múltiples colaboraciones, trabajó para la revista Viceversa, el suplemento Sábado del diario Unomásuno, y tiene un largo recorrido en programas de televisión con enfoque cultural. A través de todo ello ha trazado en formato de crítica sus preocupaciones, lejos de las pretensiones que envuelven a cualquier cinéfilo. Siempre intentando distanciarse de la línea editorial que imponen ciertos medios al ser dependientes de la publicidad que pagan las compañías distribuidoras.
Fernanda nos recibe en su casa de la colonia Condesa bajo la advertencia del desorden, mismo que percibimos inexistente. Se asoma por la puerta. Nos invita a pasar. Su espacio la define: tranquilo, pulcro e iluminado. Los libros y las películas dominan las estanterías con distancia. El resto de los lugares lo hacen las plantas.
Platicamos con Solórzano sobre su quehacer como especialista de cine y de cómo ha forjado su camino en los últimos 25 años. Sobresale en la charla la situación del cine nacional y de uno de los géneros que más le apasionan: el documental.
Estudiaste letras en la Ibero. De ahí, ¿cómo surgió el interés en la crítica de cine?
A los críticos siempre nos preguntan si quisimos hacer cine alguna vez, o si somos directores frustrados, pero la verdad es que nunca tuve ganas de dirigir. Creo que la tarea del realizador es un trabajo que consiste en combinar muchísimos esfuerzos, negociar con muchísimas personas y empalmar varias voluntades, y para los que nos gusta escribir y tenemos un temperamento más solitario e introvertido, es otra forma de lenguaje.
Estudié letras porque mi pasión siempre ha sido la literatura, pero sobre todo el ensayo. Me acuerdo que todos en la carrera querían escribir ficción, pero mi caso era diferente. Desde un principio no tenía idea que me iba a dedicar a la crítica cinematográfica, aunque me gustaba ir al cine y era algo paralelo a estudiar o leer. Te hablo de una época donde no había internet, DVDs ni torrents. Era casi un ritual ver películas. Tenías que ir a lugares donde sólo las proyectaban una vez. Entonces, gran parte de mi carrera fue dividirme entre las dos cosas.
Cuando terminé de estudiar, comencé a trabajar en una revista que se llama Viceversa. Simultáneamente empecé a escribir sobre las películas que veía, y eso fue providencial. No sé si a todo mundo le pase que en cierto momento de la vida, una casualidad define tu carrera. Estaba en Viceversa y una de las personas con las que trabajaba, Mónica Braun, era muy cercana al suplemento Sábado de Huberto Batis. En esa publicación Naief Yehya llevaba la sección de cine, pero después se fue a vivir a Nueva York, entonces ya no había alguien que se quedara a cargo. De un día al otro me dijeron que podía quedarme con ella. Pero eso era un paquetazo, porque Naief ya llevaba muchísimo tiempo ahí. Heredé un espacio de muchísimos lectores semanales y de pronto me metí de lleno a escribir sobre cine. Además me di cuenta que si lo iba a hacer profesionalmente tenía que forjar una carrera autodidacta.
Hasta la fecha sólo puede ser así, no hay carreras teóricas sobre cine en México. Si estudias realización en el CCC o en el CUEC, puedes cursar teoría del cine, géneros cinematográficos o historia del cine, pero son como el aderezo. Empecé a leer y a hacerme mi propia base teórica, después ya nunca dejé de escribir. Todo fue un proceso de aprendizaje sobre la marcha. De ahí pasé a otros espacios y a otros y a otros. Así es como ha sido mi carrera.
Al final de cuentas la crítica es un círculo muy pequeño, tanto para quienes la hacen como para quienes la leen. ¿Cómo has hecho para mantenerte ahí e incluso ser un referente?
Es que tú lo ves desde fuera y yo desde adentro. No sé cómo realmente. Te definiría que ha sido en gran parte por las cosas que nunca he hecho. Nunca he tomado un trabajo que no me interese. Siempre he tenido claro que no quiero trabajar en un lugar donde no me dejen hablar de lo que yo quiero o en donde me tiren línea. Parecería contraproducente, porque se pensaría que es una profesión en la que para poder escribir hay que negociar muchos criterios de tal película, como en un periódico o en una revista, donde tal distribuidor está pagándote publicidad. Pero la verdad nunca me interesó el volumen de personas a las que pudiera llegar, me interesó más estar en un lugar que me permitiera hablar de lo que yo quisiera.
Creo que como en todo, si tú te mantienes en el lugar en el que quieres estar, tarde o temprano encontrarás a tus lectores. Tal vez tuve muchas oportunidades de trabajar en lugares para llegar a más gente y ser más visible, pero es negociar con el diablo. De por sí es como dices tú, un círculo tan pequeño la gente que le gusta leer la crítica cinematográfica, y si vas a hacerlo al menos hazlo como tú quieras, si no, ¿cuál es el placer?, ¿cuál es la ventaja?
Hay cierto sector del público, la mayoría quizá, que espera que se le diga en el primer párrafo si la película es buena o mala, o si vale la pena ir a verla al cine o no. Tú vas más allá de imponer una visión o un gusto. ¿Cuál crees que es la principal función de la crítica cinematográfica?
Es que siempre he entendido la crítica como una conversación, en donde si a alguien le encanta algo e intenta contagiarte ese entusiasmo, o quizá, si le encuentra reparos a algo e intenta explicarte el por qué, trata de mantener todo eso y decírtelo en semejanza con una conversación. Difícilmente tú podrías querer hablar con una persona que te diga qué hacer y que te imponga su opinión, su visión o sus gustos tajantes.
Entiendo que hay personas que lo que quieren es una respuesta rápida, porque todo ahorita es así. Todas las decisiones deben ser inmediatas, pero si no sabes el por qué me gusta algo, ¿cómo vas a saber que te podría gustar a ti? Para que tú y yo nos conozcamos, o para que exista esa confianza de que yo llegue y te diga que esto está bueno y me creas, tendríamos que haber hablado muchas veces para que sepas cuáles son mis gustos, y esas conversaciones si no fueron extensas, por lo menos tuvieron que haber ido más allá de definir parámetros de qué es bueno y qué es malo, si no, ¿dónde están los criterios que hacen que tú te identifiques con un crítico y con lo que te pueda decir?
Muchas personas que leen mis textos me preguntan al final, «¿pero te gustó o no la película?» Y pues bueno, creo que a veces lo dejo muy claro, pero nunca te voy a decir que vayas a verla o no. Muchas veces ni siquiera hay una respuesta. Esa es una característica del ensayo en general, en varias ocasiones nos sentamos a escribir intentando encontrar las respuestas a la pregunta que nos planteamos en el ensayo mismo. Una película no creo que te pueda gustar al cien por ciento. El gusto es muy subjetivo y, ¿por qué le vas a hacer caso a alguien? Ninguna película puede ser cien por ciento perfecta. Nunca te va a satisfacer completamente, ni tampoco la vas a rechazar del todo. Vas a tener una relación cambiante con ella, e incluso, cambiante durante el tiempo en que la ves en pantalla o en distintos momentos de tu vida.
A lo mejor una película te habla en algunas circunstancias específicas de tu vida y otras veces no, entonces, ¿cómo podemos imponer una última palabra sobre todo eso? No se puede, y lo más honesto que se puede hacer, y es a lo que aspiro, es transmitir cuál fue mi relación con esa película e intentar entender qué lugar ocupa en un momento, si no es en la historia –qué pretencioso sería eso–, en el contexto social que vivimos.
Algunas veces unas cintas tienen cosas más relevantes que otras, y algunas otras parecerían que van a ser las grandes películas y en unos años ya nadie se acordará de ellas. También se trata de hacer un poco esa lectura. Las películas no existen en un vacío, tienen que ver con todo lo que pensamos sobre determinados valores o con qué estéticas pesan más que otras. Y como te decía, tratar de encontrar esas respuestas al mismo tiempo que escribimos, e intentar hacer esa búsqueda medianamente interesante para quien lo lea.
Con las redes sociales es más fácil que todo mundo haga sus comentarios respecto a determinada película, ¿crees que esto ha trivializado a la crítica cinematográfica?
Creo que internet, como todo lo que ha surgido a partir de que existe un foro abierto para todos, tiene un lado positivo y un lado no tan positivo. Tal vez ese lado sea que ya es demasiado. Cada vez nos cuesta más trabajo diferenciar aquello en lo que podamos encontrar cierto valor. Lo que funcionaba antes de que existieran estas plataformas, es que había garantía de que si tú leías a alguien en una revista o en un periódico había un editor detrás, había una idea de que lo que se escribía estaba respaldado.
En internet ya no hay eso, para bien y para mal. Algunas revistas o algunos portales no están apostando necesariamente por la persona que está mejor preparada, sino por la persona con el mejor contacto. Internet ha vuelto todo mucho más difícil. A mí me cuesta mucho trabajo decir que soy la persona autorizada y otros que a lo mejor escriben por primera vez y encontraron en internet su plataforma de más fácil acceso, no lo son. Porque no es verdad. Es decir, yo misma he descubierto opiniones y puntos de vista que me interesan muchísimo, y los encontré leyendo a estas personas que a lo mejor no hubieran tenido una oportunidad de hacerlo de otra manera.
Creo que en los mismos argumentos está la primera pista sobre si puedes o no confiar. Si quisieras guiarte realmente por lo que una persona te dice, creo que un argumento no es nada más decir, me gusta o no me gusta. Más allá de que todos tenemos ese derecho, el gusto siempre está permeado por cosas muy personales, y el trabajo de un crítico es ver hasta qué punto tú te identificas con algo, porque tú tienes una historia que te hace identificarte con eso.
Además de la crítica de cine, también te has desempeñado como jurado de varios festivales, ¿cómo has relacionado esa experiencia con tu trabajo y qué has aprendido de todo eso que conforma la industria cinematográfica?
Creo que los festivales no son propiamente industria, o mi papel en ellos no tiene que ver con la parte de las negociaciones. Lo que he tenido que hacer en festivales no está muy alejado de lo que hago normalmente. Como jurado se evalúa una selección que hicieron los programadores, con base a qué, no lo sé, pero ya a la hora de hablar de las películas no estoy haciéndolo desde ningún otro punto de vista que el de ejercer mi profesión, es decir, no tengo que tomar en cuenta ningún otro criterio. El hecho de participar en un festival a mí no me provoca cambiar ninguno de los parámetros.
Pero te puedo decir qué opino de la industria con las quejas que tenemos muchos de lo que lo vemos desde afuera. Lo principal es el hecho de ver ciertas películas en festivales y apreciar las muchas cintas mexicanas valiosas que sí llegan a producirse y a filmarse, pero que ya nunca las verás en cartelera. Eso es tal vez el aprendizaje. No es verdad que no haya buen cine mexicano, lo que pasa es que no se ve.
La industria desgraciadamente sigue desconfiando mucho del original y le sigue apostando a las fórmulas. No es que esté mal, pero ojalá hubiera lugar para todas las películas. No estoy en contra de que existan cosas como Nosotros los nobles, cada quien puede hacer y ver lo que quiera, pero el problema es que si hubiera todo un espectro de opciones entonces diríamos, bueno, este es el cine mexicano comercial y este es el cine que busca otras cosas, pero no lo hay. Lo que pasa después es que las personas que van un fin de semana al cine y no tienen tiempo para ir a un festival o buscar películas en otro tipo de plataformas, creen que es lo único que existe.
El aprendizaje que he tenido de la industria por estar involucrada en trabajos un poco más grandes en festivales, es que uno querría que todo eso se pudiera ver en las salas comerciales, pero desgraciadamente nosotros que trabajamos en esto, que las hemos visto y comentado, a veces nos quedamos con la idea de que el público las ve. Luego sales a la realidad y platicas con gente que no tiene nada que ver con tu trabajo y te dice, pero de qué me estás hablando.
Muchas personas no saben quiénes son la mayoría de los directores, algunos se quedaron en Cuarón, Del Toro o Iñárritu, y ya es mucho decir, pero les hablas de directores recientes y no tienen ni idea. Pero no tienen por qué tenerla, ese es nuestro trabajo, hacérselos saber, pero, ¿si las películas no están ahí?, ¿cómo hacerlo?
Entiendo perfectamente a una persona que después de trabajar toda la semana, va un sábado o domingo al cine y quiere gastarse su dinero en una película que tenga ciertos parámetros de calidad, entonces apuesta generalmente por películas hollywoodenses. Muy difícilmente apostarán por una película mexicana que se exhibe en una sala con un horario rarísimo, sin ningún respaldo, sin ningún tipo de publicidad, y eso es lo triste. Porque si se les diera una oportunidad, todas encontrarían su nicho.
Pero más allá de culpabilizar a las exhibidoras, ¿las personas no son también parte del problema al no exigir y consumir el propio cine que se produce con sus impuestos?
Es una pregunta difícil. Sí creo que todos tenemos responsabilidad. Es verdad que muchas personas ven el cine como un lugar donde entras y no quieres saber nada más, quieres divertirte y que tu mundo no se mueva. Eso es un problema que rebasa al cine. Se nos ha enseñado a creer que todo lo que tiene que ver con el tiempo libre o con el ocio, tiene que ser escapista. Tal vez tiene que ver con la realidad en la que vivimos, pero a mí me gustaría que desde niños no se hiciera una división tan tajante entre lo que es divertido y lo que según no lo es.
Por ejemplo, a mí me gustó siempre leer, porque veía que mi mamá leía horas, horas y horas, veía que eso le gustaba, pero luego llegas a las escuelas y te ponen a leer como obligación. Con el cine pasa lo mismo, se te enseña que hay cine difícil y que ese es el cine de arte o el cine de autor, donde cierta gente se clava hablando de él, y por otro lado, también te dicen que está el otro cine, el que todos entendemos y es divertido. Creo que no deberían existir estas divisiones tan marcadas. Todos sabemos que las películas que fueron concebidas como proyectos súper comerciales ahora se han convertido en películas clásicas, y ha pasado lo contrario también, algunas películas que tenían la pretensión de ser cine de autor tampoco dijeron nada. Poner esas etiquetas desde fuera creo que hace mucho daño.
Al final tu interés por el cine y la literatura fue la transmisión de un gusto.
Porque veía a una persona [mi madre] totalmente absorbida por eso. A mí por una razón parecida me empezó a gustar el cine. Soy hija única, entonces mi vida en mi casa era muy solitaria e introvertida. Ver cine me hacía conocer muchas historias y vidas por asociación. Creo que eso es lo que hace el cine un poco, te hace sentir que puedes ser parte de otra realidad, no necesariamente las mejores o las más divertidas, pero incluso tiene un efecto catártico, no terapéutico, porque no necesariamente el cine debe tener una función en ti, pero la acaba teniendo tarde o temprano.
A mí no me gusta cuando me dicen, «ay, pero, ¿por qué no me recomiendas una película divertida si estoy deprimida?». Pues a mí en lo personal si veo una película divertida y estoy deprimida me deprime aún más, porque me hace sentir que no tengo nada que ver con esa realidad. Las comedias románticas donde todo mundo se empareja a los dos días y yo no, ¿por qué deberían de gustarme? Incluso hay estudios que hablan de esas expectativas, que es como el efecto Facebook –Twitter, donde todo mundo compara su vida con la de los demás, y si tu vida no está a la altura, te sientes mal.
Creo que el cine funciona de esa manera y puede tener ese efecto para bien o para mal. O en caso contrario, en películas donde no te sientes tan solo y en donde hay personajes que son como tú, donde incluso sientes que hay realidades mucho peores que las tuyas, de repente sales y ves que no todo está tan mal. Es un asunto de abrirte puntos de comparación. Por eso, sí, las películas que son el botoncito para que te rías o llores; siento que no nos mueven del lugar en el que estamos y a veces sí necesitamos que nos muevan tan siquiera un poquito.
Tras todos estos años de haber conocido de cerca a muchos directores, ¿qué expectativas tienen ellos en cuanto a su distribución en México, después de que sus películas tienen reconocimientos internacionales de gran importancia como en Cannes, Sundance o San Sebastián?
Ellos saben que para que sus películas se vean aquí, haber ganado antes en la Berlinale, Cannes o Sundance es un excelente factor. Es importante, porque además les permite seguir filmando. Cualquier director te va a decir que lo más importante para ellos es que su cine se vea, y no necesariamente hablan de salas de cine, porque a veces las exhibidoras los ahorcan. Te podría hablar de varios directores que son muy felices cuando ven sus películas en puestos piratas, sin decir nombres, incluso algunos tienen buena relación con ellos, porque son los que los dan a conocer.
Imagínate todo el trabajo colosal que es filmar una película. Todo tu dinero y esfuerzo invertido para que al final no se vea. Entonces cuando se dan cuenta de lo que pasó un fin de semana en taquilla, y ver que sus trabajos se quedaron hundidos por cosas como Batman v Superman, pues difícilmente volverán a tener un reestreno, porque el cine mexicano difícilmente tiene reestrenos a menos de que ganen un premio importante.
Tal vez logren una edición en DVD o Blu-ray, o encuentren una oportunidad en FilminLatino, pero cuando todo eso se acaba, quieren que sus películas se sigan viendo y algunos te enseñan felices sus copias piratas. Pero hay algo más, para que un pirata reproduzca tu copia es porque la gente la pidió. Ya no van a ganar ni un peso de la taquilla, tampoco en pirata, pero los que realmente pierden con la piratería es gente como George Clooney o productoras como Fox. A los directores que invierten su vida y consiguen poquitos apoyos, la piratería no los afecta.
Se habla mucho entre la gente del medio que hace falta una ley que proteja nuestra cultura frente a la hegemonía de varias empresas y monopolios, ¿crees que si hubiera una ley que protegiera el tiempo en pantalla de las películas mexicanas, habría una mejora en nuestra industria?
Posiblemente, porque el problema son los tiempos en pantalla. Es muy delicado hablar de leyes de protección, porque si lo piensas en otros ámbitos, los productos nacionales tendrían que ser lo suficientemente buenos para poder competir con los extranjeros, sin que se los proteja, eso sería lo ideal. Lo malo es que el cine mexicano no está compitiendo en condiciones iguales. Felipe Cazals fue el que mejor lo describió, no recuerdo si era un ensayo o una entrevista, pero comparó un aeropuerto con la industria del cine mexicano y las condiciones de exhibición, donde hay realmente sólo una pista que está preparada para recibir a enormes jets, pero siempre son jets de lujo a los que les van a dar paso, mientras que van a ir mandando a la cola a los avioncitos más chiquitos, que serían las películas mexicanas.
Eso es lo que está pasando, solamente pueden aterrizar los grandes aviones y los chicos terminan hasta el final. Eso es un poco la desventaja después del TLC, que los aeropuertos, en este caso las exhibidoras, sólo están dejando aterrizar a los productos de Estados Unidos. No hay condiciones iguales de exhibición, si hubiera una ley que simplemente garantizara condiciones iguales para el cine mexicano, podría haber una mejora, pero no se puede competir con un blockbuster. Entonces, mínimo que las dejaran el tiempo suficiente en pantalla, que no se midiera bajo esos parámetros. La competencia es desigual.
En general creo que eso pasa mucho en Latinoamérica, pero Francia y la India son casos excepcionales donde su industria es igual de fuerte que la estadounidense.
Exacto, además la India tiene industria porque el público consume sus propias películas. Bollywood tiene una industria igual de poderosa que Hollywood. Ellos no tienen casi la necesidad de consumir cine americano. Creo que Francia lo que hace, tal vez diga algo inexacto, es algo así como que en determinada área no se pueden exhibir más películas extranjeras que películas francesas. Pero también entra aquí toda la cultura de cinefilia que tienen los franceses, eso ayuda a que ellos sientan que el cine es un valor que hay que proteger.
En Latinoamérica el caso es más grave. Algo que es increíble es que haya buena industria como la argentina o la brasileña y que además producen muchísimo cine, y nosotros no podamos verlos ni ellos a nosotros. Ni siquiera porque hablamos el mismo idioma. Estamos acostumbrados a ver más películas subtituladas en español, cosa que para un gringo es impensable. En el momento en que una película está subtitulada ya no la van a ver, porque entra esta cosa del foreign language. Nosotros ya nos hemos acostumbrado a ver películas en inglés, pero hay películas que sólo porque están en español ya cargan con un cliché, un halo negativo o un prejuicio, que ahuyentan a muchas personas del cine. Necesitan ser filmes como Relatos Salvajes para que la gente les dé un voto de confianza.
Otro género que carga con un cliché y un prejuicio enorme es el cine documental, que si lo comparamos con el cine de ficción nacional, ha tenido un despunte en los últimos años, además de muchos reconocimientos internacionales, ¿cuáles crees que han sido los principales problemas que ha acarreado el documental en México?
El documental pareciera que es un tipo de película que no te a divertir. En general, se cree que es algo que te va a enseñar, o es algo que te va a hacer pensar en problemas, o un cine que te va a mostrar la realidad y la realidad siempre es más difícil de digerir, o te va a exigir muchas cosas de ti. Como te decía antes, desde la escuela nos enseñan que hay cosas que se tienen que poner en la caja de obligaciones y en las de la tarea, todo lo demás es diversión.
Creo que el documental se asocia con algo que no te va a proporcionar placer. Es como si escribieras en un pizarrón «documental = no placer». Hay un mal entendimiento alrededor del documental, y es algo con lo que se va a luchar, pero no sé ni cómo. ¿Cómo hacerlo entender sin que el proceso parezca una obligación? A la gente le choca que le anden diciendo qué cine ver o no. Entonces, yo diría que primero hay un gran prejuicio por parte de la gente en general, y segundo, también hay una desconfianza por parte de los distribuidores con que el documental puede ser redituable. Porque cuando hablamos de distribuidores y exhibidores, sobre todo de estos últimos, hablamos de dinero. No resulta extraño que Cinemex y Cinépolis, como cualquier cadena de exhibición, lo único que quieran es ganar dinero, son empresas, y te lo dicen ellos, no tienen ninguna obligación, ni ética ni moral, para programar cine de autor o documentales. Para ellos una buena película será la que deje ganancias.
Pelear contra ese sistema es muy difícil, porque cualquier película que compita en cartelera cada fin de semana con todos los blockbusters está destinada a perder, si es una película mexicana tiene que vencer los prejuicios alrededor del cine mexicano, y si es un documental, es como vencer el triple de prejuicios. Ahora, no es que tampoco se pueda. Cinépolis distribuyó De Panzazo, que hizo Juan Carlos Rulfo junto a Loret de Mola. ¿Acaso no fue todo el mundo a verla? Fue un documental exitoso. A mí no me gustó, pero no era un tema ligero, y Cinépolis le echó toda la carne al asador en cuanto a distribución y promoción, es decir, no es imposible. Porque para bien o para mal, las personas ven una película si está anunciada en varios lugares. De que se puede, se puede.
En estos momentos muchos directores dicen que el documental goza de buena salud. Incluso se habla de un auge del cine documental y de su exposición en salas comerciales. ¿Cuándo crees que el documental comenzó a despegar en México? Del olvido al no me acuerdo (1999) de Juan Carlos Rulfo, que compitió con Amores Perros y con otras películas más en salas comerciales, ¿pudo haber marcado un precedente?
¿Pero realmente podemos hablar de que esa película llegó a cine comercial? Sí lo hizo, pero repito, creo que esa es una percepción que tenemos entre nosotros. Es decir, sí, ese fue un documental que se vio más que muchos otros, pero creo que el auge del cine documental ha sido en nivel calidad y producción, y de ahí no ha pasado a más. Incluso los documentales de Everardo González no los conoce la mayoría de la gente, y es un cineasta sólido, cuyas películas han ganado muchísimos premios, pero si tú le preguntas a cualquiera por Los ladrones viejos, no la van a conocer. Es tristísimo y a mí me duele mucho porque hay tantísimos documentales que son la palabra que la gente quiere escuchar: divertidos. Y que incluso, pueden ser más imaginativos que una película de ficción.
Recuerdo un documental de Yulene Olaizola, Intimidades de Shakespeare y Víctor Hugo (2008), que es divertidísimo, porque es la historia de su propia abuela que durante mucho tiempo tuvo en su casa viviendo a un asesino serial, pero apenas se dio cuenta ya que lo habían atrapado. La película es un thriller. La abuela es un personaje que de verdad no lo puedes creer. Estaba profundamente enamorada de él, y entonces por eso nunca le hizo nada. La gente no lo fue a ver, en parte por ese título que no ayudó mucho, pero estuvo una semana en una sala de arte. Lo que es otro tema: llamar salas de arte a ciertas salas, la palabra «arte» repele a mucha gente. Y lo mismo ocurre cuando se exhiben las nominadas al Ariel y ganan muchos premios: nadie las ve.
Han habido muchísimos documentales que a nosotros nos gustan, que los hemos visto y los tenemos en la punta de la lengua cada vez que hablamos de ellos, pero a mí me gustaría hacer una encuesta a 50 personas para ver cuál fue la última película mexicana que vieron. La gente que me conoce y sabe a lo que me dedico, me piden que les recomiende alguna película mexicana, cuando les pregunto cuál fue la última que vieron, y me responden que les gustó muchísimo la de Eugenio Derbez, ¿me enojo con ellos? ¿o me enojo con quién? Después de eso, ¿cómo les voy a decir que se vayan a ver una película, no sé, como Güeros?
¿Nos afecta como sociedad no tener en salas comerciales este tipo de cine crítico, de denuncia y que nos enseña otras realidades?
Es que hay un problema en México que todos tenemos y que todos vivimos, que es la frustración. Sentir que lo que hacemos y aquello de lo que nos quejamos no va a tener consecuencias, porque vivimos en un mundo que es una burla y todo lo que intentas denunciar a la larga no tendrá ninguna consecuencia. Lo que nos podrían demostrar los documentales es que esa barrera sí se puede cruzar.
Un documental que fue muy famoso y que es la excepción de todo lo que hemos hablado es Presunto Culpable (2008). No sé si recuerdas, pero mucha gente fue a verlo, porque era una salida a la frustración, fue darle voz a algo que estaba pasando: cómo el asunto de la burocracia hunde a las personas. Aquí vimos que sí se puede a través de ciertas acciones hacer algo a favor.
Las redes sociales están logrando algo que antes no se podía, como son todas las peticiones y firmas que le acaban dando voz a asuntos que pasaban desapercibidos, a preocupaciones que se quedaban en una charla como la nuestra. Los documentales incluso en muchos casos, han podido ser exhibidos en las instancias y los problemas de los que hablan. Entonces eso ha abierto puertas. Everardo González me contaba que El Paso facilitó que se le diera asilo político a los periodistas, entonces eso da un poquito de esperanza en un país donde ya no tenemos fe para que se puedan cambiar las cosas.
Otro caso es la película Made in Bangkok (2015) de Flavio Florencio. La mujer protagonista es tan carismática, y para toda la homofobia que hay en el país, que te lleva a ver vidas distintas a la tuya. Que no se exhiban documentales impide que se abran esas pequeñas puertas de esperanza y de ganas de actuar contra un sistema que parecería no puede ser cambiado. Pero repito, ¿quién va a decidir que sí se exhiban?
Ahora tú decías hace rato algo muy importante: la responsabilidad de cada uno. No es que porque no se exhiban comercialmente no se puedan ver, eventos como Ambulante, DocsDF, FICUNAM, etc., son festivales que a la hora de la hora sí llenan sus funciones. También como personas debemos hacer que la curiosidad vaya más allá de no solamente ir al Cinépolis o al Cinemex que nos quede más cerca, sino ir los días que se exhibe tal documental o película mexicana.
Yo sí apoyo mucho FilminLatino, porque me parece que está haciendo un trabajo que no se hacía, que es poner en línea y en forma legal cine mexicano. Hace varios años las tres cosas no existían simultáneamente. A lo mejor se pueden conseguir películas de forma ilegal en internet, pero no cine mexicano, porque no se han editado en DVD y esta plataforma sí lo está haciendo. Entonces falta ese salto de curiosidad y nosotros, que nos encargamos de difundirlo, también podríamos apostar a hablar de una película aunque sepamos que no va a durar mucho tiempo en pantallas o tendrá poquito público. Arriesgarnos a invitar a otras personas a ver películas que a lo mejor se van a quedar en determinadas funciones.
Finalmente, si estuviera en tus manos, ¿qué medidas crees necesarias para levantar nuestra industria?
De entrada no permitir cosas como las que acaban de pasar, la ley [la nueva disposición del TPP] que exige menos tiempo en pantalla de las películas mexicanas. La verdad me da mucho miedo hablar de proteccionismo, porque puede llegar a ser dañino, no necesariamente es la vía. Creo que tendría que venir de que existieran salas tan cómodas, tan accesibles o tan atractivas como las salas comerciales, quizá financiadas por el Estado donde se exhiba cine mexicano, donde no sea prioridad el factor económico. Hablábamos hace un momento que las cadenas lo único que buscan es dinero, fiscalmente no tienen una obligación ética o cultural de programar cine mexicano. Sé que hay apoyos de exhibición, pero de todas maneras si sigue la exhibición igual vamos a quedarnos en un embudo.
Lo que hace falta es fundar espacios de exhibición donde se le dé más oportunidad al cine mexicano y que sigan creciendo más iniciativas como las de FilminLatino. Pero te voy a decir algo, a mí no me gusta decir, «hay que ver cine mexicano», es como condescendiente, como algo que tuviéramos que hacer por el pobrecito de nuestro cine, o como acción benéfica de ONG. No se necesita esa etiqueta, si una película es buena, lo es y ya.