Por Guadalupe Gómez Rosas
Tengo un guante de mercurio
y otro de seda, y otro de seda.
Se cayeron las estatuas
al abrirse la gran puerta.
Lou Reed odia a Cohen… Lo odia porque él hubiera querido que el cantaor Enrique Morente, maestro del flamenco y las llamas, se hubiera fijado en él para crear un disco como OMEGA.
Ésta y otras vicisitudes se diseminan en el filme homónimo, de carácter documental y partícipe del Festival Ambulante 2017. Conocemos la historia, tal vez de primera mano o gracias al libro de Bruno Galindo, Omega. Historia oral del álbum que unió a Enrique Morente, Lagartija Nick, Leonard Cohen y Federico García Lorca (2011).Sí, posiblemente conozcamos la horma, pero tal vez no nos hemos apropiado de las entrañas.
La beldad del documental no es adquirir una representación, sino regalar la impresión de un resultado casi táctil. No nos excedemos, en realidad duele salir de la sala de cine con tanto calor interno. No importa si somos fanáticos, seguidores o una persona curiosa, el arranque se siente en equidad.
El filme, elaborado a cuatro manos por José Sánchez-Montes y Gervasio Iglesias, no sólo refleja su conocimiento profuso y la familiaridad con Lagartija Nick y la propia familia Morente, también extrae y aposta archivos de inicios de los 90 hasta la época actual. Una selección cuidadosa de las palabras, hilaridades y equívocos.
Recorriendo OMEGA apreciamos una sensación replicable en el orbe ante la diferencia y la vanguardia: la confusión y el repudio. Jean Baudrillard nos dijo que «el encuentro, la confrontación, siempre es demasiado verdadera, demasiado directa, demasiado indiscreta», así fue como el mundo, en 1996, recibió el disco más iconoclasta de la segunda mitad del siglo XX en España.
OMEGA se construyó entre la desesperación, el aprendizaje y la genialidad. Crear un disco de flamenco con la fuerza instrumental del punk, con la música de Leonard Cohen y las letras de Federico García Lorca no sólo sonaba arrogante, sino impensable. Si al plano general se sumaban unos Lagartija Nick que nada sabían de flamenco y un Enrique Morente, apasionado, pero que solía navegar en canales de dudas… El proceso no sólo se arrojaba estridente, sino sumamente complejo.
«Molestar es necesario. Si no molestas a alguien, es que no estás arriesgando», aseguró Morente ante la bestial diatriba. El experimento de la mancuerna, la ruptura de los cánones del flamenco, la participación de la familia, la crítica hiriente y la crítica hechizada, el berreo constante de los “flamencólicos”. Una tempestad que poco a poco se convirtió en roca cuando conquistó los escenarios del Festival Internacional de Benicàssim, el Primavera Sound, Nueva York, México y Buenos Aires. Ya no sólo era punk, ya no sólo era flamenco, era música de alto gramaje.
La historia se sabía, pero no los matices, por eso fue necesario hablar de las vísceras, de los hitos, fue obligatorio extraer las entrevistas del poeta grave que es Leonard Cohen, fue necesario ver a Lee Ranaldo y a Kim Gordon en compañía de Morente y Lagartija Nick en un escenario. Y al igual que la pequeña anécdota dibujada en torno a Pat Metheny, también son imprescindibles las palabras de Laura García Lorca, sobrina del poeta granadino, para hablar de la yuxtaposición y el arte provisto por Morente.
OMEGA, de Sánchez-Montes e Iglesias, es una oda retroactiva en honor al disco provocador de España, una historia de la música, un relato de las revoluciones artísticas.