Por Rafael Romandía
Lo más común a la hora de querer influenciar a alguien para que cambie de parecer -social, político, religioso o cualquiera que quiera usted colocar aquí- es a través del convencimiento y de una argumentación aparentemente razonada, claro, para los ideales del emisor. También es recurrente comprobar que esas formas funcionan cada vez menos, sobre todo si entre los implicados no existe una confianza considerable, y aunque la haya cuesta, lo cual me parece en absoluto sano, que no te lo pongan sencillo porque el que se genere esa discusión puede aclarar muchas cosas. En la política mexicana, por poner un ejemplo de muchos que existen, parece importar poco esto y se sigue recurriendo a métodos de discurso, que además de retórica falsa y volátiles, de tan preparados pierden toda naturalidad. Lo único que consiguen es alejar a las personas.
Aunque seguro que hay muchas más formas, una que parece ser bastante más sutil y efectiva a la hora que confrontar a alguien con un problema, es la de mostrar, sí, poner al espectador ante los simples retratos (no necesariamente imágenes) y que sea él quien valore lo que tenga o no que hacer. A pesar de que el mismo vaya sesgado por una perspectiva y esta tenga intenciones de marcar una ruta -eso es imposible de evitar por nuestra condición humana-, el hecho de que no exista un discurso de tú a tú en el que se ejerza presión sobre la otra persona, abre la recepción del otro casi en automático. Un esquema que se basa en propiciar y no en convencer con palabras, que por más poderosas que sean, siempre que se usan con una clara intención manipuladora pierden gran parte de su fortaleza.
El racismo, por ejemplo, es un tema en el que todos estamos implicados de manera consciente o inconsciente. Prácticamente el hecho de haber nacido en cierto lugar y bajo ciertas circunstancias, nos adjudica de manera inmediata una posición que por sí misma ejerce prácticas racistas al menos de manera indirecta. Porque no se trata solamente de un asunto racial o de aspectos físicos, hay muchos niveles sociales en los que por el simple hecho de descartar, caemos en conductas de desprecio. Puede ser tan simple como que el momento en que no nos sentimos cómodos frente a una situación que nos es ajena, y optamos por ignorar o salir rápido de ella.
Quizá resulte imposible librarse completamente de una situación así, como imposible es la tan actual búsqueda de equidad entre hombres y mujeres. Tendríamos que dejar de ser humanos sexuados para poder alcanzar una postura neutral ante las cosas y de esa forma ni siquiera nos enteraríamos. Necesitamos una perspectiva para valorar los hechos y esa no puede alcanzar una plena objetividad, que además nadie sabe de qué se trata exactamente esa utopía.
Lo que sí resulta posible es al menos conocer a través de la vía que mejor nos parezca, la mayor cantidad de posibilidades de vida que existen y una vez ahí, juzgar lo menos posible cada una de ellas. El documental es un método, quizá el mejor dentro de los audiovisuales, que funciona para alejarse lo más posible de nuestra innata subjetividad y con el mismo ponerle retratos al espectador que lo lleven a una situación de incomodidad o de empatía.
Ambulante, en colaboración con la Fundación W.K. Kellogg, una de las más efectivas para el soporte de comunidades en desventaja en América -el documental tiene mucho espacio de acción en ello-, presenta un ciclo de películas que retratan los márgenes a los que nuestra burbuja capitalina tiene pocas veces acceso. Todo ello aderezado con el trabajo más reciente del que probablemente es el mejor documentalista latinoamericano vivo: Patricio Guzmán.
- El botón de nácar (Dir. Patricio Guzmán) *Presentado en colaboración con Cinema 23 y Premios Fénix
- Campo 9 (Dir. Carlos R. Rivero)
- Don de ser (Dir. Néstor A. Jiménez)
- Los hilos de la vida de las mujeres jaguar (Dirs. Mujeres Mayas Kaqlá)
- Kuxtal Ti’ Che’ | Vivir de la madera (Dirs. Miguel Ángel Dzib, Jorge Chan)
- Paax (Dir. María Bello)
- Refugio (Dirs. Mayra P. Caal, Eloí Chávez, SCH. P.)
- Slikebar | El comienzo (Dir. Bernardino López)
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