Por Luis Manuel Rivera y Miguel Ángel Morales
Fotografía: Luis Manuel Rivera
Detrás de su computadora resalta una frase, «sabemos que es mentira». Cuando entramos, Kyzza Terrazas (Nairobi, 1977) trabaja un tanto apresurado y parece estar solo. Sugiere hacer la entrevista en su estudio que está en la parte alta de su casa. Subimos pero nos parece muy austero y poco atractivo para la fotografía. Preferimos su comedor que tiene de fondo un librero en el que son mayoría los títulos en inglés.
Tras concluir el ciclo de su primera película de ficción (El lenguaje de los machetes) hace más de tres años, comenzó a trabajar en Somos Lengua, su documental sobre la cultura hip hop en México. Luego de un ir y venir de ideas el proyecto se fue consolidando. La cinta tuvo su estreno internacional en Las Islas de Ciudad Universitaria como parte de la sexta edición de FICUNAM. Casi 4 mil personas asistieron a la función. Kyzza gozó el momento. Ahí estudió filosofía y el lugar le representa mucho simbólicamente.
Cuéntanos cómo se gestó la película.
El génesis del proyecto tiene que ver con que quería hacer investigación del rap en México para un personaje y un guión que yo quería escribir y que nunca escribí. Para ello contacté a Feli [Dávalos] gracias a que teníamos un amigo en común. Fue ahí donde comencé a descubrir un mundo. Siempre me ha gustado el rap, desde morrito, desde la primaria, pero yo no sabía realmente de la escena en México. Conocía otras cosas que se hacían fuera: Estados Unidos, Francia, Cuba. Pero nada de lo que se hacía en México más allá de Control Machete y lo más conocido. Intuí que había un mundo ahí. En ese camino conocí a Carlos [Sosa] (productor de la película) y fue una coincidencia, él me dijo que le gustaban mucho los documentales de música y yo traía esta idea. Y así a finales de 2012 empezamos a grabar las primeras cosas.
Fue además, no sólo mi interés en el rap, sino en las palabras, en los juegos de palabras, el uso del lenguaje como instrumento musical. Yo antes de dedicarme al cine, me dediqué a escribir varios años, yo quería ser escritor. Ese trabajo con el lenguaje siempre ha sido para mí algo muy cercano y esencial.
Tu intención entonces no fue nunca tan precisa, sino que se fue formando con el tiempo.
No diría eso. Creo que sí, se fue formando como todo, con el tiempo. Pero lo primero fue, vamos a hacer algo con este mundo (el del rap). Y a la hora de tener que idear un proyecto, presentarlo, tratar de conseguir fondos, etcétera, uno se ve forzado a pensarlo y estructurarlo más. Fue en ese momento que después de una investigación, después de escuchar a varios raperos y raperas, de ver un poquito la escena y sentirla, que la idea se fue consolidando muy pronto. No fue de vamos a grabar y a ver a dónde chingados llegamos, para nada. Había una intención muy clara de hablar de esto como una práctica artística y literaria más. Tratar de erosionar esas barreras que a menudo se construyen entre alta cultura y cultura popular. Para mí era eso, retratar desde una mirada muy horizontal, como si (los raperos) fueran poetas publicados. Eso fue lo que comenzó a darle más cuerpo e intención. Siendo que el rap es un medio que comenta mucho lo inmediato, la vida cotidiana de todas estas personas, entonces ahí se iba a encontrar la crónica, se iba a poder medirle la temperatura al país de alguna manera.
Y narrativamente, ¿qué obstáculos se fueron encontrando?
Recuerdo esas primeras carpetas que armamos, donde poníamos a 30 personajes, y a menudo nos encontrábamos con esta visión conservadora o cuadrada de, «no, no puedes hacer una película con 30 personajes, ¿dónde va a estar la estructura?». Y decíamos no, no es una historia de unas cuantas personas, es una historia colectiva, es un retrato de las voces de estas personas, es un mosaico. Nunca se intentó hacer la historiografía del rap en México ni contar su evolución, ni contar la vida particular de estas personas, sino simplemente retratar una práctica, indagar en qué consistía, por qué estos chavos se veían atraídos, qué encontraban en eso y cómo los ayudaba a vivir. Finalmente ese es el gran punto de la película, la parte emotiva, que es una práctica que otorga herramientas para ser más feliz y para sobrevivir en el sentido más práctico y más espiritual de la palabra.
¿Y con todo ello llegaste a una conclusión de lo que significa esta cultura?
El hip hop es mucho de salir cada día a buscarte el pan y a ver cómo le haces para sacar unos pesos, sea vendiendo droga o haciendo camisetas, vendiendo discos y haciendo giras. Eso por el lado práctico, y por el lado espiritual, es muy divertido hacer rap, es más sano y llevadero de lo que gente imagina. Es una creación muy individual, por eso existen todos los sobrenombres, hay una tendencia muy marcada hacia afirmarte como individuo. Para escribir un rap no necesitas más que el beat y estar escribiendo.
¿Y en el sentido artístico?
Yo no creo que ellos (los raperos) se consideren, porque además no lo son en el sentido canónico de la palabra, literatos. Pero para mí es igual de válido un rap que un poema que está publicado en Letras Libres. Por más que tengan diferentes bases, finalmente cumplen las mismas funciones, incluso a veces cosas como el rap están mucho más vivas que otras formas literarias. Porque vas a un concierto y hay dos mil morritos, en cambio vas y presentas un libro de poesía y no los hay. No estoy diciendo que una cosa sea mejor que la otra, sino que a mí me interesaba enfrentarme a esto con la misma frescura e interés con que me enfrento a una novela. Por ahí va el tema de la alta y baja cultura, quitar esta consigna de que el rap es algo inferior. Eso está en la película y sobre todo en la mirada que yo intenté imprimir, que no sé si se logra.
De los que aparecen, C-Kan es el único que ha logrado un éxito comercial grande. ¿Cómo es visto por el resto de los raperos?
Es bastante menospreciado, no tanto por la cantidad de seguidores, sino porque hace un tipo de rap muy elemental, un rap romántico para morritos enamorados. Finalmente él lo ha hecho y lo hace muy bien y tiene un putero de gente que lo admira y ve sus videos. De todos es el único que yo vi que viene del barrio y que hoy tiene una casota. En su caso sí se cumple este fenómeno muy claro en Estados Unidos, como lo es el basquetbol, de usar al rap para salir del ghetto. Para él ha sido una forma de hacerlo y por supuesto que lo desdeñan por eso pero no todos, hay mucha gente muy inteligente, sobre todo la que lo hace de manera profesional y que son un chingo, que no lo desprecia de forma superficial, a lo mejor no le gusta pero le reconoce lo que ha logrado. Es un wey que la tiene clara, le trabaja duro todos los días, que piensa muy bien, que sabe lo que está haciendo.
¿Hubo cosas que te decepcionaron de la escena una vez concluido el rodaje?
No es que tuviera una preconcepción. Por supuesto que hay aspectos que uno encuentra, como todo en el mundo, que no te gustan o que juzgas que podrían ser de otra manera. Pero en realidad descubrí un mundo increíble. Es el trabajo que más he gozado. Toparte a todos estos chavos, poder conversar con ellos y conocer estas ciudades a través de sus ojos, ciudades que igual ni tenías en tu radar. Lo principal es el asombro y descubrir que ahí hay una pinche calidad humana muy cabrona. En cuanto a lo que no me gusta, creo que de pronto hay actitudes de ciertas personas que no corresponden a la realidad, como hacer un video creyéndose Snoop Dogg. Es muy claro cuando alguien no lo está manteniendo real. En esto es importante que sea honesto y no sea una especie de masturbación mental o ganas de impresionar. También hay gente que lleva muchos años en esto que se siente muy celosa del mundo del hip hop y si alguien que no ha sido parte del mundo llega, en vez de ser abiertos son como de, «no, no esto es mío». A eso nos enfrentamos.
Otra cosa es que sí, es una cultura muy machista sin duda y tratamos de aludir a esto en el documental pero sin machacarlo. Pero también es cierto que siempre ha habido chavas que rapean muy chido, que no se dejan, que están ahí y conviven muy bien. Al final las cosas que no me gustan en el rap, son las mismas que no me gustan del país y del mundo en que vivimos, no es que sean particulares.
Llama la atención la escena donde uno de ellos dice que gracias al rap se ha convertido en una peor persona.
En la película hay muchos contrastes y contradicciones. Por eso dejamos ese testimonio ahí, porque el dogma sobre el hip hop es que transforma, salva vidas, y es verdad. No es una invención de algún académico, es una realidad. Me queda muy claro que el rap es una práctica que a muchos jóvenes, aunque no se vayan a dedicar a eso, les transforma la vida, los lleva a tener unos intereses que no hubieran tenido de no haber entrado en contacto con ese uso constante del lenguaje de las palabras. Es una cultura fincada en la creatividad, y la creatividad, no siempre, pero puede ser un arma para vivir un poco mejor como persona, para sentirte mejor. Sí es una realidad, no tanto por el tema subversivo, que es una concepción un poco impuesta por cierta inteligencia cultural en este país que quiere conferirle al rap estas herramientas revolucionarias, que las tiene pero no son necesariamente a través de las consignas políticas. Nos interesaba un poco burlarnos de eso, no queríamos ser una película cursi de: «el rap salva vidas».
Además, ¿qué quiere decir ser peor persona? Él lo estaba diciendo como si fuera su papá, decía que a lo mejor ya estaría casado y tendría hijos, como si eso fuera lo bueno. Pero en realidad yo creo que él no es peor. Si me pongo a analizar yo creo que ese vato es más feliz así, con las fiestas y las drogas, que si estuviera casado, con hijos, yendo a un pinche trabajo de las nueve de la mañana a las seis de la tarde, en donde no tiene ningún espacio para pensar y simplemente es un esclavo más.
Esos testimonios salían una y otra vez, porque decían, «si me quiero meter una caguama a las doce del día, me la meto, porque no tengo un trabajo y no tengo una esposa que mantener, yo así vivo mejor». Y desde un punto de vista así, de tú a tú, es verdad. La vida que a muchos de estos weyes les depararía sería entrar a trabajar de obreros, el crédito de Infonavit… el caminito que está ahí pavimentado para la clase baja de este país. Yo creo que a eso se refería ese wey, a que se salió del caminito. Sin romantizarlo, yo sí creo que estos weyes son más felices que el común denominador de las personas de esa edad que están haciendo otras cosas. Ahí es cuando dices, ¿de qué se trata la pinche vida?, ¿de seguir la norma?, ¿de tener una casa para dejarle a tus hijos?, ¿o de pasártela bien?, claro, si no implica afectar la vida de otros. No estoy diciendo que todos ellos sean buenas personas necesariamente.
¿Pudiste observar de cerca esta reapropiación que el rap hace de la música que le precedió?
No se puede hablar de todo tan ampliamente en una película pero se alude a ello en una parte. El hip hop tiene que ver con la cultura de los soundsystem jamaiquinos de poner discos, y de ahí vino, de reapropiarse extractos de ciertos momentos de canciones. En ese sentido esta cultura se ha dedicado a reinterpretar el pasado una y otra vez. Estas estructuras que son las que sirven para que los MC hagan sus rimas o improvisen encima.
El rock en los últimos años ha tomado esas mismas formas de hacer música, hoy en día puedes ver fácilmente a un grupo que trae un DJ. Pero esa idea de usar una tornamesa como instrumento es del hip hop.
Entonces, ¿estás de acuerdo con eso que dice Kanye West: «Rap is the new rock and roll»?
Sin duda. Yo sé que mucha gente odia a Kanye porque sí tiene unas actitudes medio culeras, pero la verdad es que es un chingón. Tiene razón en el sentido de que mientras el rock es una cosa con pocas cosas nuevas que te sorprenden, en el hip hop, que es una cultura más joven, se encuentra mucha de la música más subversiva en los últimos años. Ya no hay muchos rockeros que llenen un estadio y estos weyes lo hacen. Es una payasada por un lado pero por otro es una realidad porque son unas superestrellas y en ese sentido son «rockeros». Me gusta eso que dice.
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Tráiler «Somos lengua» (dir. Kyzza Terrazas) from AMBULANTE on Vimeo.