Por Juan Ramón Ríos
Como en cualquier texto de este tipo, hay ausencias notables. Algunos títulos quedaron fuera por decisión personal (ya sea porque varias cintas a las que se les otorgó rápidamente el estatus de obras maestras a mí no me movieron tanto como otras que sí están acá) o bien porque, debido a cuestiones de distribución, accesibilidad o fechas de estreno en México, no me fue posible verlos. Pero va, sin más preámbulo, la lista (aunque pretende hacer un encumbramiento ordinal, queda la opción que más me gusta: la de verla sólo como una variedad de recomendaciones altamente subjetivas sin numeración). No hay distinción de formatos. Lo importante es, creo, que todo es cine.
10. Dark
Una serie de misterio criminal con viajes en el tiempo. Aunque la oración anterior ya me parece con la suficiente fuerza para antojarla, elaboraré un poco más acerca de las razones por las que se ganó su lugar aquí encima de otras, entre series y películas, quizá más sólidas. En diez capítulos, la primera producción original de Netflix en tierras alemanas entrega una historia que atraviesa, pareja, desde la ciencia ficción dura hasta un terror subterráneo. Emparentada estética y estructuralmente con las raíces del primer lugar de esta lista (en un intento de texto circular), abreva, además de Lynch en lo cinematográfico, del postulado del eterno retorno desde Nietzsche en lo filosófico. Hay también algo de Guillermo del Toro en el uso de los objetos, las representaciones de los mismos e incluso en lo fantástico como tal. Me explico: el relojero, la máquina steampunk, los engranajes, manecillas y piezas de latón que en su compleja formulación visual no aspiran en su ejecución a explicaciones más racionalistas, sin dejar de mencionar que la serie no carece de estas en otros momentos. Están las desapariciones interdimensionales, las ya míticas búsquedas nocturnas, una trama cuya columna vertebral está sostenida por la narración multigeneracional que, a la vez, desarrolla magistralmente, tanto ambiental como escenográficamente, las tres líneas de tiempo (2019, 1986 y 1953) en las que ocurre. El ojo de Baran Bo Odar salta entre estas capas. Finalmente, lo que más me gustó: en momentos sentía que rescataba el espíritu de la mejor época de Lost. Y aunque también ya se asoma un anunciado enfrentamiento dicotómico embarrado de valores religiosos (que Lost sostuvo hasta su estrepitoso naufragio), tengo altas expectativas puestas en esta oscuridad cruda y silenciosa.
9. Wind River
Algo olvidada en cartelera por rodearla de otros monstruos de la taquilla, la cinta pone por primera vez en la silla de director a Taylor Sheridan (ese gigante) y demuestra que puede hacer un trabajo más que competente para trasladar sus palabras, sin intermediarios, hacia la conquista del reino audiovisual. Abandona el desierto de las tierras sureñas norteamericanas para adentrarse en una desolación distinta, la de las frías estepas de Wyoming, con un lenguaje propio que tiende hacia lo pasivo-agresivo. Sin embargo, permanece la exploración de la frontera como concepto, extraño y trágico. Y la formulación de historias que hablan acerca de cómo entendemos, desde el pasado, a la violencia y sus motivos, junto a las agudas críticas sociales que develan dichas aproximaciones. Un tremendo thriller policíaco con tintes de neowestern donde, por si fuera poco, Nick Cave y Warren Ellis están a cargo de la banda sonora. Una joya.
8. La libertad del diablo
Desde las miradas que salen de las máscaras de tela, con el horror que relatan en su máxima expresividad, este documental se transforma en un vehículo ensayístico siniestro y potente en el que explota una reflexión respecto a la forma en que opera el miedo, acerca de cómo se siembra la violencia y el odio. Difumina fronteras vía la coralidad con la que expone, en brutales conversaciones, el abismo de un país que recorremos a diario, aunado a que jamás se especifica una localización donde situar lo que se cuenta, dejando una herida abierta amoldable a buena parte del territorio nacional. Con tomas brillantes, hermosas y terribles, se sumerge en una búsqueda, usando como estandarte una representatividad sin rostro. Como dice Fernanda Solórzano: «la cinta muestra que todos son presas de un sistema descompuesto –y que ese es el verdadero horror.» Desgarrador y necesario, un filme de discusión ineludible.
7. Good Time
Un cuento windingrefniano que arranca en la tranquilidad de una sesión de terapia que pronto será saboteada por un elemento disruptivo. Este quiebre tanto interno (para los personajes), como externo (para nosotros como espectadores), tiene un lenguaje inspiradísimo, que pasa de la cámara estática a una espiral intensa, errática y violenta que inaugurará una caída concatenada de eventos problemáticos. Parte desde una plataforma de filme heist para luego conseguir, de manera concisa e ingeniosa, dejar atrás el robo, el disparador argumental, y deslizarnos en el tobogán de consecuencias de las que, durante el resto de la película, se intentará librarse con resultados y estropicios que la meten de lleno en un drama criminal sobrado de variedad. Cinética a morir y con una banda sonora envidiable, una vez desatado el agente del caos del cual nos volvemos inermes perseguidores, los hermanos Safdie se encargan de mostrar una postal neoyorquina de áspera profundidad social.
6. Loveless
Una proeza poética y enigmática. Articula desde sus primeros instantes una suerte de embrujo que combina la nota de un piano y la transformación de un fondo completamente negro, hasta los fríos y estériles paisajes invernales, reflejo de los protagonistas. La manera de presentarlos hace que la desaparición de un niño, evento que provoca el desenvolvimiento y motivos de la película, es sutil y atinada: sale de un edificio amorfo junto a muchos otros entre los que pronto se destaca, nos quedaremos con él brevemente hasta que su ausencia frente a la cámara, disfrazada por cortes hacia sus padres que están en proceso de separación, causa que pronto nos descubramos en una comunidad de estoica indiferencia ante el hecho. Es esta incapacidad de amar, a la que alude el título, la que tomara la primera línea de acción a medida que continuemos conociendo a aquella pareja y la desintegración personal que parecen cargar y extender a sus nuevas relaciones, encontrando, además, ecos en el momento y entorno.
5. Brawl in Cell Block 99
Frenética, brutal y con un ritmo que pasa de comenzar con calma para luego morderte y no soltarte hasta el último minuto. Pasé buena parte de la película boquiabierto ante un visceral y desquiciado descenso a los infiernos que de tan explícito no me atrevería a dejar sólo en su sentido metafórico. S. Craig Zahler es el director y escritor responsable también de la magnífica y poco recordada Bone Tomahawk. Ante las películas de acción insulsas, retacadas de efectos especiales, malas actuaciones y guiones repetidos hasta el hartazgo que la industria receta buena parte del año, cintas como esta recuerdan que el género puede escribirse con maestría y filmarse con pasión. Probablemente una de las películas que más fácilmente pudo ser pasada por alto en el año. Craso error. Zahler va que vuela para volverse de culto.
4. Better Call Saul
Creo que el primer gran logro de esta serie es que jamás se ha sentido supeditada o aún contenida por la sombra de Breaking Bad, que es larguísima y con razón. La genialidad para desarrollar universo y personajes es tal que ni siquiera recuerdas que por ahí andan, un profe de prepa con un cáncer creciendo en sus pulmones y un cholito narcomenudista con predilección por la palabra «bitch». La bíblica y trágica lucha entre hermanos alcanza acá niveles escalofriantes, por profundos y psicológicos más que meramente físicos. Los matices entre las otras relaciones que circundan a Jimmy McGill son de tensión creciente y aún así todo el tiempo nos hacen creer que podría haber una posibilidad para que las cosas sean distintas. Que no habrá una caída definitiva que convierta al personaje en el Saul Goodman que conocimos hace ya varios años. Construir ese nivel de posibilidades anheladas y, sobretodo, verosímiles, debería convertirse en el parámetro de cualquier spin off. Una historia que crece hacia dentro y hacia afuera sin ataduras.
3. La región salvaje
Me parece que este es el único filme incluido en este espacio que no fue estrictamente estrenado en el 2017 (después de un exitoso recorrido en 2016 donde fue galardonada en algunos de los festivales más importantes del mundo, pasó por tortuosos e injustos problemas de distribución que impidieron que llegara a las salas mexicanas). Sin embargo, gracias a una función especial en las galas de estreno que se dieron por la inauguración de la renovada y rebautizada Cineteca Rosalío Solano en Querétaro, tuve la oportunidad de verla y marcó ese año por completo. El homenaje a Zulawski es más que afortunado, puede apropiarse de él y trasladarlo en dirección a sus intereses y situaciones como autor en sí mismo. El guion, que Amat Escalante escribió con Gibrán Portela, es un estudio agudo de las relaciones contemporáneas que utiliza a una criatura espacial que yace oculta en una mítica cabaña del campo mexicano. Inolvidable.
2. The Killing of a Sacred Deer
Hay en el inicio del filme un elemento que creo que funciona bien para desentrañar en alguna medida el cine que hace Yorgos Lanthimos. Comienza con un órgano que bombea mientras la cámara se eleva pacientemente. La toma sin embargo es extraña, el corazón a plena vista, real y biológico, no deja de tener un dejo de sobrenaturalidad. Y es en la definición de estos límites, entre lo natural y lo extraño en los universos de Lanthimos, donde se trastoca la idea de lo que se supone es presentado como normal. Esa una idea que ya parece estar, de por sí, demasiado fuera de lugar. Todos los personajes hablan sin indicios de emoción, en un tono que no llega a ser artificial ni mal actuado, por el contrario; es simplemente atípico. Y es así como se desenvuelven seres humanos que con cada diálogo arrojan una incomodidad inexplicable. Bulliciosa en originalidad, como acostumbra el director, hace enlaces con su ambientación médica e incluso los brotes de sensibilidad más mínimos expresados por los personajes son abordados como si se trataran de síntomas de una enfermedad. Finalmente, la clave del título viene a ser revelada en un pasaje escolar: un personaje escribió un ensayo sobre Ifigenia, hija de Agamenón que, según la leyenda, debía ser sacrificada por su padre, castigado por entrar en un bosque sagrado de la diosa Artemisa y matado a un ciervo. De allí la maldición que padece el protagonista y que es, al mismo tiempo, un tributo y una conversación entre griegos con milenios de distancia.
1. Twin Peaks: The Return
No añadiré mucho en este primer puesto. Fue lo más poderoso que vi en el 2017. Se convirtió en una síntesis maestra de mucho de lo que ha explorado la trayectoria de David Lynch. Posee (en la Parte 8, ya legendaria) la que me gusta llamar la mejor y más desconcertante secuencia de ficción que ha sido transmitida por televisión. Los Nine Inch Nails, la gasolinera de los años 40, la estación de radio de los 50 y las invasiones. Todo envuelto por un concierto de proporciones átomo-cósmicas.
Si Inland Empire, hace ya 11 años, fue un adiós al cine en formato regular, esta serie tiene el sabor de una salida de las grandes narrativas audiovisuales. Y qué gloriosa fue.
Twin Peaks se ha ido. Felices gritos eternos.
https://www.youtube.com/watch?v=hKuBwa4Ae38
Juan Ramón Ríos (Querétaro, 1996). Narrador en ciernes, estudiante de medicina y apasionado del cine. Ha publicado relatos y análisis de contenidos audiovisuales en medios como La Jornada Semanal y Pez Banana. Algunos de sus artículos pueden leerse en medium.com/@juanramonrios.