Por Erick Sandoval
Hace poco más de un mes, el 23 de agosto, se transmitió a nivel mundial el primer episodio del spin-off de la serie The Walking Dead, llamado simplemente Fear The Walking Dead. Por si el sugerente título no da una pista de la trama a los curiosos nuevos televidentes, se trata de una serie acerca del apocalipsis zombi, pero con diversos elementos que han sido del agrado del público asiduo a este producto desde 2010.
The Walking Dead tuvo como fuente original el cómic homónimo, y al paso de casi cinco años e igual número de temporadas, ha solidificado su base y se ha consolidado en el mercado de la televisión estadounidense, así como en diversos países del continente americano.
Debido al éxito de The Waliking Dead, se decidió ampliar el concepto con Fear…, una producción que muestra el inicio de la problemática zombi desde un ángulo distinto, en un lugar distinto y con un elenco distinto. La campaña de promoción fue abundante en la televisión de paga, y ahora que han visto la luz 4 episodios se puede hacer una breve crítica al respecto.
Antes que nada, si el espectador no está familiarizado con el concepto The Walking Dead, ocurrirá que no encuentre el sentido de Fear The Walking Dead; lo verá como una oferta más del género zombi y ya sacará conclusiones de acuerdo al gusto televisivo personal. Ahora que si se trata del fanático asiduo a la serie original desde 2010, lo más probable es que halle este nuevo proyecto como una maraña confusa entre lo que es, lo que creyó que sería y lo que parece que sucederá. Me explico.
TWD ha fomentado un estilo de apreciación específica sobre sí misma, donde el mundo civilizado conocido ha colapsado y sus personajes han ido evolucionando al paso de las temporadas dentro de ese ambiente de supervivencia; los que han sobrevivido y los que van apareciendo en la historia. Han sorteado zombis (obviamente), trampas, hambre, enfermedad, accidentes, rencillas, ladrones, merodeadores, timadores, homicidas, muerte.
En tanto, en FTWD encontramos como aliado-enemigo el precedente de la serie original. El empuje y arraigo de su fuente le dio el envión publicitario, pero de igual manera había una vara muy alta que sortear. Hubo expectación ese 23 de agosto pero lo mostrado desde entonces se queda muy corto en el intento por impactar a su público.
Una de las frases del avance previo al estreno dictaba: “cuando la civilización termina, termina rápido”. Y de acuerdo a lo que distingue al clásico apocalipsis zombi, la frase es correcta. ¿Qué encontramos realmente? El inicio fue la presentación de la mayoría de los personajes, disfuncionales a su propia manera, pero que no logran ‘conectar’ del todo con el público sencillamente porque no se encuentran en el disfuncional fin de la civilización. Se trata de la cotidianeidad social y se convierten en estereotipos de esa sociedad.
Al principio aparece un zombi, complica la situación del protagonista drogadicto, logra escapar, se accidenta y de ahí se va construyendo la historia tanto de la misma serie como del elenco. Pero la supuesta rapidez del ‘fin de los tiempos’ no aparece; lo que se presenta es un paulatino caos donde no destacan los zombis (que aún son una minoría muy pequeña), sino que se mezclan con disturbios, fuerzas del orden, confusión, desinformación.
Los protagonistas van teniendo unos pocos encuentros con los enfermos, actuando instintivamente al verse atacados pero sin explicarse el porqué de ese comportamiento. Es en este punto que muchos televidentes han perdido el exaltado interés previo al estreno, al no encontrar las hordas de no-muertos, ni chorros de sangre ni situaciones de vida o muerte. El acabose de la humanidad no parece tan drástico después de todo.
De pronto hace su aparición la infaltable milicia estadounidense y encierra el vecindario cual enorme campo de concentración, explicando que no hay casos 10 kilómetros a la redonda, pero sin aclarar de qué se les está protegiendo. Así pasan 9 días de cerco y, sin que el espectador lo haya visto, de pronto la ciudad ya está perdida. Sólo queda este asentamiento y unos más en la periferia.
Entonces nunca se presenció una real amenaza que justificara la intervención de los militares: los personajes no saben si lidian con una epidemia, una insurrección, un ataque terrorista o lo que sea que cada uno de ellos suponga. Sólo saben que hay peligro, que hay un temor generalizado, que han visto a algunos de los enfermos atacar a otras personas.
Pero entre todo esto, el desarrollo de la trama no se ha enfocado en justificar eficazmente el título de la serie dentro de la historia; posiblemente en episodios posteriores comiencen a solventar los huecos argumentales, a rectificar lo acartonado e insulso de los actores, a darle un giro dramático a la emisión o al menos crear más tensión y emoción.
El joven drogadicto teme perder sus dosis. La joven hermana del drogadicto teme no ver a su novio. La madre de ambos teme no poder explicarse la situación. El padrastro teme perder la rutina y hace como si no pasara nada grave. Mientras tanto… ¿Alguien teme a los muertos andantes?