Por Óscar Tinoco
La franco-mexicana Anaïs Vignal (Ciudad de México, 1982) dejó atrás su sueño de dedicarse a la gestión de artes plásticas cuando su carrera era apenas incipiente. Ahora, después de varios años, ha forjado una trayectoria en la producción de cine documental independiente que la ha catapultado en la industria como una de las productoras más sobresalientes del género.
El cuarto de los huesos, dirigido por la salvadoreña Marcela Zamora y que se llevó el Premio Amnistía Internacional en el pasado DOCS Barcelona; Ausencias, galardonado recientemente con el Ariel a Mejor Cortometraje Documental, y El Remolino, la ópera prima de la cineasta española Laura Herrero Garvín, son sus más recientes producciones.
Por otra parte, su trabajo en conjunto con el productor Julio López, director de la edición del festival Ambulante en El Salvador, ha dado como resultado una colaboración estratégica que ha cosechado muchos éxitos en un terreno fértil como ha sido la escena del cine documental en los últimos 10 años.
La Sandía Digital, otras de las grandes ocupaciones de Vignal, es una asociación civil que busca a través del medio audiovisual un acercamiento entre las comunidades y el cine para incentivar un cambio social. El colectivo formado por Laura Herrero, Eloisa Diez, Laura Salas, Lorena Salazar, Olga Enríquez y Olinka Ávila, también ha concentrado sus esfuerzos en capacitar a personas provenientes de zonas rurales y a otras organizaciones civiles para desarrollar contenidos que sirvan como denuncia social y para la protección de los derechos humanos y del medio ambiente.
Después de una ardua labor tras la producción de estos últimos tres documentales, Anaïs ha decidido tomarse un descanso temporal para reflexionar las lecciones aprendidas durante el camino. Platicamos con la productora y gestora cultural para ahondar en la realización de su trabajo y conocer cómo ha sido su colaboración con Marcela Zamora, Tatiana Huezo y Laura Herrero.
Anaïs, a grandes rasgos, ¿cómo definirías la labor que desempeña un productor de cine en una película documental?
De entrada es muy importante decir que hay una imagen muy errónea de la figura del productor. Sobre todo si nos basamos en todas las grandes producciones, donde existe la percepción de que es sólo la persona que saca adelante todo el financiamiento. Evidentemente en la producción documental de bajo costo, que es donde he estado involucrada, el productor es más bien quien acompaña al realizador desde la concepción de la historia y lo ayuda en toda la infraestructura técnica, administrativa y legal.
En el caso del documental, el productor ayuda a conceptualizar y formar los primeros documentos que van a acompañar el proyecto, como es toda la redacción de una carpeta o de una base de investigación. Y sobre todo, ayudamos a que la película reciba los apoyos económicos o en especie necesarios para poder concretarla.
El productor es clave que esté desde el inicio de la fase de desarrollo, ya que desde ahí vamos viendo junto con el director cómo se va a contar la historia y cuánto tiempo va a tardar en tomar forma toda la base narrativa y creativa, ya sea en números o en todas esas necesidades de tiempo, espacio, equipo y presupuesto. Además de arrojar esos números de manera comprensible para que una institución financiera, educativa, un fondo o un taller, puedan comprender de qué va el proyecto y entiendan de qué forma se va a realizar.
El productor también se encarga de presentar el proyecto ante instancias. Aquí recomiendo mucho que en las primeras fases de un documental, se busquen todos esos espacios para que el trabajo mejore. En el caso de las películas donde he estado, siempre las hemos inscrito en talleres de desarrollo de proyectos, porque se necesitan fondos para arrancar la producción, y muchas veces se necesitarán fondos para terminarla. Al final, cada quién lo sabe. Si el tema está enfrente de ti, tú sólo necesitas una cámara e irte a grabar, pero el productor es el que le va a empezar a dar forma para que la cinta pueda posicionarse ante una industria en la que se va a distribuir y exhibir.
Muchas veces desde el inicio de una producción empezamos a contarle a la gente en diversos foros cinematográficos, que estamos trabajando en un proyecto y les decimos de qué va la temática y los mantenemos al tanto. El productor es también un poco el publirrelacionista de la película. También tenemos a alguien que nos asesore en cuestiones legales y a un contador que brinda toda la situación financiera del proyecto. A diferencia de la ficción, donde existen cinco o más ramas de la producción, en los documentales donde he trabajado, elaboramos una colaboración estratégica con Julio López, con quien ya trabajamos en tres proyectos. Ahí hacíamos de todo. Éramos productores ejecutivos, los encargados de la administración, de la parte legal, pero también los productores de campo y los encargados de estar en los rodajes. Mientras más pequeña es la producción, pues evidentemente menos personas van a trabajar, entonces todos se empapan un poco más de todo.
En el caso de El cuarto de los huesos de Marcela Zamora, de Ausencias de Tatiana Huezo, y de El Remolino de Laura Herrero, que son mis últimas tres producciones, éramos sólo cuatro o cinco personas. En el proceso de postproducción también se necesita que haya un coordinador, lo cual es óptimo, pero cuando el presupuesto no te lo da, tú como productor también tienes que ayudar a supervisar y coordinar a todo el equipo. Finalmente, también nos toca ser el enlace entre diferentes áreas para que la película se termine bien, en función de la edición de audio, de la corrección de color o nivelación y de alistar todos los formatos finales. Cuando todavía no se tiene un posible distribuidor, nosotros nos encargamos de hacer todos los enlaces con festivales y muestras. El trabajo de un productor es el de ser un verdadero todólogo.
Las últimas tres películas en las que has trabajado son documentales independientes. También tu trabajo en La Sandía Digital no tiene propósitos lucrativos. Todas tus producciones tienen un fin distinto a comparación de otros trabajos comerciales. ¿Cómo hacer que todo eso sea algo redituable? Es decir, ¿cómo le haces para que tu vida sea sostenible?
Vaya, pues ésa es la pregunta del millón. Yo estoy justamente en esa misma investigación. Pero sí quiero hacer una diferencia muy fuerte entre el video para la acción social que hacemos en La Sandía Digital, donde es una asociación civil sin fines de lucro, con las otras producciones donde he trabajado.
En el momento en que tú logras un fondo, ya estás entrando en la industria cinematográfica, y la industria es lucrativa. Aunque tú no hagas una película con el fin de enriquecerte de ella, sobre todo en el mundo del cine documental. Sí quisiera arrojarte un ejemplo. Pensemos en el caso de El Remolino. Aquí primero lo realizamos con fondos propios. Todos los rodajes los hicimos cuando teníamos dinero y nos lanzábamos a grabar a Chiapas. Lo más importante era grabar y seguir esa historia. Muchas veces eso te ayuda a conseguir ese fondo. No es lo mismo que alguien lea 10 cuartillas en papel a que estén acompañadas con un video presentando a tus personajes. Eso es a lo que le llamamos el teaser y cuando vas a solicitar un fondo, te van a pedir uno de tu trabajo. Con El Remolino ganamos FOPROCINE (…), y con ese proyecto en mi caso, los honorarios que recibí se me terminaron en año y medio. Entonces llevo tres años trabajando en un proyecto que aunque le está yendo muy bien, ya no he recibido ingresos.
Cuando estás haciendo un documental con instancias como el IMCINE, tú ya entras en esquemas de coproducción, en donde la película ya no te pertenece totalmente. Ésa es una cuestión fuerte, luego la gente dice, ¡pero si a tu película le está yendo muy bien!, y pues sí, pero en términos de mercado la película ya no es tu película. En El Remolino, el 65% de la producción le pertenece al IMCINE, eso significa que el 65% de cualquier ingreso, ya sean 100 o 100 mil pesos, no lo vamos a tocar nosotros, sino que le entra al IMCINE, y obviamente cuando encuentras un financiador fuerte, pues también le toca un ingreso fuerte. Hay muchas veces que el director ni siquiera tiene un porcentaje de su película.
Hay un desconocimiento muy grande de cómo funciona este mundo por parte de los directores muy jóvenes. Yo misma fui aprendiendo conforme la vida me lo fue dando y la verdad es que sí dices, ojalá hubiera tomado otra decisión, pero en general, la manera de hacer sostenible este estilo de vida es logrando buenas alianzas en la distribución y exhibición, incluso fuera de México. Los temas que hemos tratado en el caso de la desaparición forzada en El Salvador con El Cuarto de los Huesos y Ausencias, o la responsabilidad humana en el medio ambiente y la identidad de género con El Remolino, van a ser temas más interesantes para públicos afuera de México, porque estamos en un país acostumbrado a contenidos muy pobres.
La Sandía Digital es un proyecto muy interesante donde buscan la denuncia social a través del video, ¿cómo surgió este colectivo de puras mujeres? ¿De dónde surgió el nombre?
Es muy interesante ver cómo se dan estas sincronías en la vida. Digamos que nos fuimos encontrando mujeres de distintas partes del activismo, algunas desde la radio y otras en el video. Todas habíamos tenido trabajos en organizaciones sociales y en la defensa de los derechos humanos, pero no estábamos dando abasto a esta preocupación por hacer llegar historias a más gente desde la plataforma audiovisual.
Laura Herrero fue la más joven de nosotras cuando empezamos. Eloisa Diez y Laura Salas ya tenían 10 años de trayectoria como defensoras de los derechos humanos a través de la radio y del video. Todas contábamos con producciones propias en estos espacios y teníamos un extenso trabajo comunitario. Después de muchos años de trabajar con varias organizaciones, surgió la propuesta de formarnos como un colectivo para seguir con este trabajo, pero ya de una forma más estructurada. Obviamente al principio comenzamos sin una oficina, sin recursos y sin nada, pero fuimos generando esta plataforma.
El nombre de La Sandía Digital surgió de una noche muy loca. Fue la última noche en la que trabajamos Olga [Enríquez] y yo. Ya nos íbamos y fue un poco esa pesadumbre de qué vamos hacer ahora en adelante o cómo le vamos hacer para pagar la renta. Ahí surgió esto de seguir colaborando. Nos encantaba hacer esto, pero, ¿cómo le podíamos hacer para constituir un modo de vida de lo que nos gusta hacer? Y entre que comenzamos a decir si eran peras o manzanas, dijimos nombres de frutas, y lo de la sandía fue una ocurrencia. Nos gustó muchísimo, porque además la sandía es esta cuestión de que debajo de ese exterior muy duro, adentro hay semillas de vida.
La gente se acordaba mucho del nombre y empezamos a trabajar un año entero. Todo fue un proceso de aprendizaje en el camino y obviamente hubo producciones que salieron mal, otras que salieron bien, pero teníamos muy poco equipo y se fueron juntando cada vez más personas hasta que logramos ser siete socias. Después llegó la necesidad de constituirnos legalmente y de formar una asociación para tener más peso y más incidencia, así como para poder bajar recursos y colaborar de otras formas. Sobre todo seguimos participando mucho en paneles de debate, proyecciones, haciendo mucha labor de estar presentes en el mundo de la discusión en torno al infoactivismo y la radio comunitaria.
Pero la gran labor de La Sandía Digital está más bien en la capacitación en red. Nosotras capacitamos a personas que puedan regresar a sus comunidades y a organizaciones, porque detectamos que hay muchísimas en México, debido en parte a que somos uno de los países donde más se vulneran los derechos humanos en el mundo. Entonces por lo mismo hay muchas organizaciones en la defensa de los derechos humanos en todos los sentidos, en la de pueblos indígenas, ríos y montes contra los megaproyectos de minería y presas, en la de los derechos de la mujer, de los niños, de la salud, etc. Pero muchas veces estas organizaciones trabajan con escasos recursos y se formaron por el amor a lo que hacen. No cuentan con los conocimientos en video y radio, y pues lo que hacemos es ayudarlos a formar dentro de las organizaciones un mejor uso de las redes sociales y del video para llevar a cabo un mensaje más contundente.
Nuestro trabajo impartiendo talleres con organizaciones es para que ellos entiendan las necesidades de comunicación que tienen y cómo llevarlas a cabo en la medida de su economía, porque muchas veces quieren que les hagamos una animación y les decimos que se esperen, a veces hablan de proyectos muy costosos y no se dan cuenta que en estos momentos no es lo adecuado para ellos. También se pueden hacer mensajes muy contundentes y muy fuertes con poco presupuesto. Eso es un poco el mensaje de la Sandía. Sí se puede hacer una producción si solamente tienes la cámara del celular, con eso se pueden hacer maravillas. Entonces lo que hacemos es apoyar proyectos comunitarios para que la gente se capacite y ellos puedan a su vez pasar ese conocimiento.
En mi caso personal fue muy interesante porque La Sandía Digital llegó en un momento en donde de repente me encontré a caballo entre el mundo del infoactivismo, la conformación de la asociación y El Remolino de Laura Herrero. Después nos ganamos el FOPROCINE, pero la Sandía no podía administrar ese fondo por ser una asociación civil. Entonces ahí me metí de lleno al mundo de la industria cinematográfica, me separé un poco de La Sandía Digital para llevar a cabo este proyecto.
También fue un momento decisivo en que decidí salirme de la Ciudad de México porque mi vida ya no era sostenible ahí, y pues además de tener una vida en la producción, también soy permacultora. Estoy muy metida en toda la cuestión de la recuperación de agua de lluvia y de sembrar mi propio alimento. Obviamente eso no lo iba a hacer en el D.F., entonces ahora me dedico más a esto y no tanto a la producción, porque también quise darme un descanso para aprender más de la experiencia de los últimos tres documentales que fueron muy fuertes y a los que les ha ido muy bien.
Regresando un poco a esa transición, tomé una decisión muy importante de llevar a cabo El Remolino dentro de esta industria del cine, porque es lo que se necesitaba con el FOPROCINE. Entendimos que no la íbamos a hacer como un documental comunitario. Y cuando nos ganamos ese fondo me volví concretamente productora ejecutiva que administró ese dinero y que está en contacto con instancias gubernamentales para la buena gestión de ese fondo.
También tengo entendido que Son duros los días sin nada, producido por La Sandía Digital, fue el parteaguas de El Remolino, ¿cómo fue que llegó este largometraje documental y fue codirigido también por Laura Herrero?
Con La Sandía Digital empezamos a trabajar muy fuerte el primer año, pero cada quien con otras responsabilidades, porque la organización no es rentable ni sostenible por sí sola. Todas las socias debemos tener otras ocupaciones para sustentarla, pero afortunadamente crear la asociación civil nos permitió rentar una oficina entre varias organizaciones afines con las cuales hacemos colaboraciones estratégicas y así hemos ido creciendo poco a poco.
En el primer año de trabajo el punto crucial fue cuando la CONAVIM, la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia Contra las Mujeres, nos invitó y comisionó para llevar a cabo un documental sobre el papel de las mujeres en zonas de alto riesgo por desastres ambientales. Ganamos el concurso para llevar a cabo un documental sobre el papel de estas mujeres.
Ese trabajo fue muy bonito pero también muy difícil, porque era por encargo, era un documental donde no teníamos una libertad expresiva total, sino que había una línea que seguir. Era un trabajo hecho en conjunto con Protección Civil. Entonces era un documental más para difundir el trabajo activo de la mujer en comunidades después de un desastre ambiental, pero también evidenciar el trabajo de Protección Civil.
Fue un trabajo muy bonito y aprendimos muchísimo. También fue difícil porque tuvimos muy poco tiempo para realizarlo. Tal vez las instancias gubernamentales no entienden lo tardado que es realizar todo el trabajo de postproducción. Me acuerdo que hicimos la edición como en un mes. Fue una locura, pudo haber salido de otra forma de haber tenido condiciones más adecuadas de tiempo, pero se nos cruzó el final de un gobierno. Tuvimos una fecha límite para producir algo muy fuerte. Todo eso fue muy estresante. De hecho nos pagaron hasta el último día del gobierno.
Me acuerdo que nosotras pedimos un préstamo para desarrollar el documental, pero hasta que lo entregamos terminado nos pagaron. Y fue de pelearnos para que nos pagaran, incluso ya estábamos diciendo, pues qué hacemos, ¿nos mudamos a Cuba? Porque ya teníamos una deuda grande en el banco, el gobierno nos debía un buen de dinero y también le debíamos a todo mundo. Pero afortunadamente todo salió bien y quedó un trabajo muy interesante que a la fecha se sigue viendo en comunidades.
La Sandía Digital siempre está buscando mucha congruencia en el mensaje, un mensaje muy propositivo y esperanzador. No es como estos periódicos amarillistas que nada más dicen lo mal que estamos en este país, sino que nosotras estamos dándole voz a la gente que a pesar de que vive en condiciones bastante precarias, sale adelante. En especial estas mujeres increíbles que sacan adelante a sus hijos. En Son duros los días sin nada puedes ver a Doña Cota con sus ocho hijos, que se le cayó la casa en pleno temblor y la ves reconstruyéndola con picos y mantas. Es un lugar bien abundante, pero que carece de muchas ayudas. No obstante ahora la comunidad está aprendiendo a cómo apoyarse consigo misma.
El documental lo codirigieron Laura Salas y Laura Herrero, y lo produjimos Lorena Salazar y yo. Aprendí mucho de producción, fue realmente mi primera producción de un largometraje documental. A pesar de que Son duros los días sin nada fue por encargo, fue la escuela de producción para mí.
Para terminar, podrías platicarme un poco cómo ha sido trabajar con Marcela Zamora en El cuarto de los huesos, con Tatiana Huezo en Ausencias y con Laura Herrero en El Remolino? Y por otra parte ¿qué cosas destacarías del estilo de filmación de cada una de ellas?
Primero quiero decir que el cine es un gran trabajo en equipo. Yo sé que hay un gran énfasis en el mundo por el director, pero un director sin un buen editor ya no hizo la película que quería hacer. Creo que con Marcela, Tatiana y Laura se creó un hermoso trabajo en equipo y eso fue un gran reto. Hay historias espeluznantes de cómo el fotógrafo y el director no se llevaron, ¿pero ahí qué haces? Entonces estoy bien agradecida con la vida de haber podido trabajar con estas tres mujeres, todas tienen un carácter muy fuerte y la determinación de lo que quieren contar.
Marcela Zamora
En el caso del cine de Marcela lo importante es la historia. Ella tiene una calidad humana muy fuerte. Primero hizo una trayectoria como periodista y eso la ha hecho tener un acercamiento muy humano, muy cálido y muy amoroso con las personas de sus documentales. Existe un trabajo previo muy fuerte de acercarse a los personajes y sensibilizarlos. Marcela se ha destacado en tocar temas muy fuertes como en María en tierra de nadie, El cuarto de los huesos, y Los Ofendidos, su último documental. Todas son películas sobre temas muy escabrosos y que nadie ha querido tocar. Pero ella lo ha hecho con mucha sensibilidad para que no sean morbosos y tampoco para que sean una crítica o una provocación gratuita.
En el caso del documental en el que colaboré con ella, El cuarto de los huesos, teníamos una limitante muy fuerte que era la seguridad de los protagonistas. Nosotros no podíamos revelar los nombres verdaderos ni mostrar los rostros de estas madres que están buscando los restos de sus hijos, porque muchos están involucrados con la violencia de las pandillas. Entonces ante todo, yo destacaría la ética de trabajo de Marcela. Es una persona con valores éticos increíbles y es donde nos encontramos mucho ella y yo.
Con El cuarto de los huesos yo no estuve en el rodaje en El Salvador, estuvo Julio López, quien te digo que fue una colaboración que hicimos en estos últimos tres documentales. El trabajo del productor es mucho. Ahora entiendo realmente por qué hay tantos productores estresados, amargados y fumando como chacuacos, porque estás viendo muchas cosas al mismo tiempo. Y cuando no alcanzan los honorarios de las películas para que puedas tener dos o tres asistentes, lo que hicimos Julio y yo fue hacer esta colaboración estratégica y coproducir.
Julio López es salvadoreño, mexicano, guatemalteco, y conoce a Marcela desde hace muchísimos años. Yo conocí a Julio a través de Marcela, y él estuvo en el rodaje. Marcela siempre tiene mucho cuidado en mostrar todas las voces y en darles un buen balance. En el caso de El cuarto de los huesos, se le dio un equilibrio a las voces de los antropólogos forenses y a las voces de las madres; por otra parte también a las voces de los huesos y a los restos humanos que hablaban por sí mismos. El trabajo fue como «mira, esto es el CSI de El Salvador». Todos los días se descubre una fosa clandestina nueva. No se dan abasto.
Me gusta mucho trabajar con Marcela porque es una mujer muy política. Entiende también que sus documentales pueden ser pieza clave. El cuarto de los huesos acaba de ganar el premio Amnistía Internacional en el Docs Barcelona. Esto es para que vean la cara de El Salvador en el mundo. Esto destaco mucho del trabajo de Marcela, impera más su trabajo directo con la gente. Es más cruda y va más directo al grano.
Tatiana Huezo
En el caso de Tatiana Huezo, ahí fue una gran bendición y un aprendizaje muy fuerte. Tatiana tiene una forma muy distinta de trabajar a comparación de Marcela. Ella es muy estructurada y te diría que casi trabaja el documental como si fuera ficción, en el sentido de que tiene una preparación de la estructura previa. Ella sabe muy bien comunicarle a su equipo, especialmente al departamento de fotografía y sonido. Siento que ella ya creó la película en su mente antes de hacerla en un estilo visual.
Tatiana recurre mucho a la cuestión de que lo que ves en pantalla no es lo que estás escuchando. Cuando estás hablando de un tema tan escabroso, tan profundo, de dolor humano, de pérdida, de dolor y violencia, tú no vas a hacer este amarillismo de mostrar eso tal cual. Tatiana es realmente una maestra del paisaje interno. Se vuelve hasta propio del video arte y de otros lenguajes, muchas veces se queda corta la palabra «documental» para hablar de lo que ella hace. La experimentación que empezó con El lugar más pequeño se refleja muy bien en Ausencias. En esta película tuvimos muchas limitantes, no fue una producción grande, te digo que fuimos muy ambiciosas con el fondo que nos proporcionó la Fundación Ford para hacer un trabajo sobre el fenómeno de la desaparición en México y Centroamérica, basándonos en el género en las mujeres.
Marcela fue quien gestionó ese fondo y nos invitó a hacer El cuarto de los huesos y a Tatiana a hacer Ausencias. Pero uno de los problemas que tuvimos fue el poco presupuesto. Además Tatiana y yo teníamos la limitante de que la Fundación Ford nos pidió que no tratáramos el tema de la desaparición por trata, y en todos los alrededores de la Ciudad de México, todas las personas que conocimos, madres y padres que están buscando a sus hijos e hijas, lamentablemente están involucrados en este tema de la desaparición. Al final nos fuimos más lejos. Cuando conocimos a Lulú Herrera, nuestra protagonista en Ausencias, nos pidió que buscáramos una forma de hacer el documental sin exponer sus circunstancias o su familia, fue como decir, yo soy la portavoz pero no involucren todo lo demás.
El reto que afrontamos en Ausencias fue cómo mostrar la vida de esta persona si no tenemos un contexto alrededor. Entonces ese reto fue transformarlo en esta creación visual que resultó muy interesante. Además de recrear el paisaje interior de Lulú, el paisaje interior de la ausencia, de este duelo congelado. Fue muy hermoso trabajar con Tatiana y con un equipo de trabajo muy amoroso. El tema era difícil. Tatiana y yo estuvimos en toda la investigación previa y en los scoutings. Ella es muy exigente, tiene una idea muy clara de adónde va, tiene un norte fijo siempre y se preocupa mucho en cada detalle en su película. Yo le agradecí mucho y aprendí mucho trabajando con ella. Quedó también un documental muy fuerte que afortunadamente se ha visto en muchos lados. Ahorita a dos años sigue exhibiéndose, festivaleándose y fue reconocido con el Ariel a mejor cortometraje documental. Para nosotros significó un gran honor y a mí me enseñó como productora que la industria nacional mexicana sí se está interesando por todos esos temas fuertísimos que están pasando en el país.
Laura Herrero
Con Laura fue muy diferente, hay que decir que El Remolino se empezó antes de Ausencias y de El cuarto de los huesos y se terminó muchísimo después. El Remolino fue un trabajo de muchos años desde que Laura germinó la semilla de que esto era un documental, hasta que lo estrenamos en marzo de este año. Pasaron casi cuatro años y desde ese momento que comenzamos el rodaje, Laura y yo ya éramos socias en La Sandía Digital, pero apenas empezábamos a trabajar juntas desde hace muy poco tiempo. Fue un momento muy íntimo en el pueblo para conocernos más. Fueron 8 rodajes largos y luego vino todo el trabajo aquí en la ciudad. El desarrollo de El Remolino fue un poco accidentado, porque en el inter cada una tuvo una crisis de vida personal (…). El Remolino fue realmente una escuela de vida.
Laura está en un momento clave en su carrera. El Remolino afortunadamente ha tenido muy buena acogida por parte del público. Hace poco lo presenté en Chiapas y era la primera vez que se exhibía en el estado donde se filmó. Además Laura hizo la mayor parte de la fotografía, del guión, estuvo en toda la investigación y en los rodajes. Fue realmente un trabajo muy exhausto, pero ella cree mucho en sus proyectos. Es muy movida y creo que esa misma perseverancia la va a llevar muy lejos. Ahorita fue admitida en el Máster de Creación Documental en la Pompeu Fabra de Barcelona, donde estudió también Tatiana Huezo.
Estamos muy contentas de que El Remolino se va a estrenar en la Semana de la Crítica en Locarno, Suiza, un festival totalmente enfocado en nuevos directores y esto la va a catapultar en otra escena. Laura tiene la mirada muy fresca y no está viciada con las miradas de las escuelas de cine. Ojalá siga así, es una mujer muy enérgica y muy apasionada. En verdad también siento que sería muy buena productora.
Para concluir creo que estamos en un momento muy interesante para hacer cine documental. Tenemos muy buenas opciones y otras puertas se están abriendo. Cada vez los canales se están haciendo más accesibles. Si los circuitos de distribución y exhibición están coactados por criterios más lucrativos, los que nos tenemos que abrir el camino somos nosotros mismos. No podemos esperar a que llegue el día en que las grandes cadenas comerciales digan que ahora se va a programar puro documental. Eso se va a hacer solamente con la perseverancia. Creo que va a ser muy interesante ver en unos años cómo ha cambiado el panorama.