Por Alonso Díaz de la Vega
Ella es indiscutiblemente una de las directoras más importantes en el panorama contemporáneo. Lucrecia Martel ha creado en una breve filmografía de sólo cuatro largometrajes uno de los pilares de la realización cinematográfica en el siglo XXI. Sus historias —si podemos referirnos a ellas como tales— hablan de criaturas excepcionales, monstruos, ella les dice, pero no los que dibujan las fantasías donde se intentan aniquilar el bien y el mal. Es innegable la fealdad de personajes que, en acciones tan grandes como un acoso sexual, o tan aparentemente pequeñas como llamarle “china carnavalera” a sus amas de llaves, demuestran su posición privilegiada en la sociedad. Sin embargo también son patéticos. Aunque la trama los castiga con la desilusión o la caída, Martel nunca los mira como al diablo, es decir, con miedo o condena, sino con una objetividad que remite a la joven Agnès Varda.
A diferencia de la maestra franco-belga, Martel no quiere llamarse feminista, aunque sus películas y sus opiniones obedecen a ese pensamiento. Algunas de sus ideas, en particular sobre la reacción a un abuso sexual, son sin duda controversiales y cuestionables, pero se ubican dentro de una lógica coherente que exige, de la mujer, fuerza, y de la sociedad, cambio. Su sola imagen, como de una estrella musical, expresa un deseo de romper con la tradición de lo femenino según el judeo-cristianismo, al que no duda en denunciar.
Mientras conversamos en una terraza del hotel Royal Pedregal, Martel fuma un enorme habano, un símbolo falocentrista usualmente asociado a los hombres. El humo opaca su mirada, como si los lentes anaranjados no fueran suficiente para sugerir su afición por el misterio. Pero sus palabras son claras y sus ideas tan definidas que se expresan con una velocidad que, aunque no es inmune a los topes verbales, nuca pierde de vista el principio o el fin de sus intervenciones.
Me gustaría mucho empezar hablando de los temas de tu cine. En él vemos esta crítica al racismo, al sexismo, al clasismo. Llegas en un momento muy interesante a México porque acaba de llegar el #MeToo acá. Lo que quisiera preguntarte es, ¿cuál sería la reacción ideal de un espectador ante estos temas? Es decir, ¿tú crees que el cine pueda cambiar la realidad social de un país?
Creo que muy despacito. Tan despacito que parecería que no. Es muy difícil, porque las cosas más fuertes que hay que cambiar de la sociedad justamente no dependen de la mirada de la clase media, media-alta, que es la que hace cine. Somos la gente más acomodada del planeta y no es tan necesaria nuestra visión del mundo. Uno intenta hacer cosas un poco críticas para acelerar ese proceso de cambio pero la verdad es que lo más interesante, lo más contundente, serían las visiones de gente con otros paradigmas de espacio y de tiempo.
Siguiendo un poco con este tema, en cuanto a la representación de la mujer hay esta discusión sobre si la mujer debe ser representada de forma más idealizada para que la gente admire a los personajes y aspire a eso o si se debe buscar una representación…
Pero, ¿vos pensás que las mujeres quieren que las representen más idealizadas?
Yo creo que no. Es algo que hablaba hace tiempo con la crítica mexicana Fernanda Solórzano. Ella me decía precisamente que se siente enajenada al ver estos estereotipos idealizados. Siente que la complejidad de lo humano se rompe en el momento en que se busca un estereotipo ideal.
En esta forma que se organizó la cosa, hace no sé cuánto tiempo. Mucho. A la mujer le han puesto algunos atributos. No significa que se los han puesto los hombres, sino que todo el sistema, que está formado de mujeres y hombres, le otorgó al rol de la mujer una serie de cosas que son tan arbitrarias como las que le han otorgado a los hombres. Yo no me digo a mí misma feminista porque me parece una corona que no me merezco, porque las mujeres feministas han estudiado desde esa perspectiva la historia. Yo solamente me he visto beneficiada por los cambios que han hecho las mujeres. Al mundo, en los últimos 70 años, lo que más lo ha transformado ha sido el pensamiento de las feministas, así que no puedo más que estar agradecida, admirarlas, seguirlas en todos los cambios que las mujeres van haciendo. Yo, por suerte, estoy un poco aliviada de la tarea de la confrontación, pero gracias a ellas. Lo que ha pasado es que la sociedad se armó de una forma que ya no se sostiene, porque ya no se sostiene económicamente el modelo del hombre proveedor y la mujer en su casa. ¿Hace cuánto que eso no pasa? Entonces me parece que cuando se habla del feminismo, la gente, alguna gente, y los medios, que son siempre ignorantes de toda filosofía, creen que se habla de las mujeres. Cuando se habla de feminismo se habla de sociedad. ¿Vos pensás que una madre estaría muy feliz de que sobre su hijo cayera todo el peso de mantener a una familia, que caiga todo el peso de ser fuerte, de no demostrar sus emociones? Ya no hay ninguna mujer que quiera eso para un hijo. Tampoco quiere para su hija ser la persona que por fragilidad, debilidad y no sé qué no pueda asumir un montón de tareas. Entonces me parece que hay un malentendido que viene de la ignorancia, y es creer que cuando se habla de feminismo se habla de las mujeres. Se habla de una transformación de la sociedad en donde son las mujeres las que han promovido ese pensamiento pero no para liberar a las mujeres o para lograr una igualdad. Nadie quiere una igualdad con los hombres. Los hombres están agobiados por unas leyes absurdas, por unas exigencias absurdas. Yo no quiero, ni nadie, ni ninguna mujer con dos dedos de frente, quiere igualdad con un hombre. Sí en los salarios, sí en otras cosas pero no una igualdad cuando el modelo que pesa sobre los varones ahora es un espanto. Yo nunca he tenido que pensar en mis películas desde [el hecho de que soy] mujer. Porque gracias a las feministas yo ya tengo arado el terreno: yo pienso desde mí, yo ya sé que soy mujer. No tengo que hacer un esfuerzo para ser mujer. Entonces me parece que la charla que ahora está tan candente está candente en los medios. La sociedad cambió antes. Siempre los medios van atrás de la gente. Y entonces ahora aparece esto del #MeToo y todas estas cosas, que son mujeres que están hartas, y como la justicia no ha evolucionado a la velocidad que cambia la sociedad y estas mujeres que se han sentido abusadas —porque han sido abusadas— en un lugar de trabajo no tienen la justicia como lugar de reclamo, y es una pena porque entonces, ¿qué mujer puede ir a denunciar algo que te han dicho, algo que te han hecho, en lo que no va a haber testigos? Nada, las sacan corriendo. Entonces la forma que han encontrado para plantear su posición ha sido en los medios. No sé si acá se discute pero en Argentina se discute y hay un montón de gente que dice: “Bueno, no se puede hacer juicios sumarios. A un actor alguien aparece y lo denuncia. Es riesgoso que se vaya por ese camino”. Pero el problema no son las mujeres, el problema es la justicia, que no genera sistemas donde sea posible que estos reclamos sean atendidos y no se busque un sistema de prueba que en este tipo de conflictos no existe. ¿Cómo hacés para juntar pruebas? ¿Tienes que ir con una cámara escondida para [capturar] el momento en que un tipo te dice una grosería, o poner cámaras por todos lados? Es muy difícil, entonces la justicia tiene que elaborar formas para que esto no empiece a ser ejecuciones en los medios de vidas de personas. Nadie quiere eso. Ninguna mujer de las que están liderando estos movimientos quiere que se ejecute gente en los medios. Hay un montón de frases y prejuicios que se dicen en torno al feminismo y siempre parece un problemita de las mujeres.
Al contrario, es un problema social que abarca a todos, como bien dices, también en cuanto a estos estereotipos de género que afectan a los hombres.
Es que no es feminismo vs. machismo. El machismo es este sistema que afecta a hombres y mujeres. El feminismo viene a reaccionar contra eso y propone otras ideas, que son muy interesantes para hombres y mujeres. No sólo para las mujeres.
A lo que iba es con respecto a lo que se ve en La niña santa. No ves un demonio en el personaje del acosador…
Yo pienso, primero, que lo que sufre [la protagonista de] La niña santa no es del calibre de una violación. Es una situación de abuso. Me parece que no todos los abusos son iguales y uno puede tener distintas maneras de reaccionar, pero en general yo diría que un error muy grande frente al abuso de un hombre sobre la mujer es considerar que lo que la mujer ha perdido es demasiado importante. No sé si has leído las notas de casos de violación y los padres, en su desesperación y en su dolor, en los medios dicen: “Le han arruinado la vida a mi hija”. Una situación así es terrible, es dolorosa, pero a nadie se le va a arruinar la vida por eso. Yo les diría: “Señor, la vida de su hija es inmensa. No por este hecho la termine”. Entonces, en el caso de La niña santa era más fácil porque la situación no llega a una violencia con todo lo traumático que puede tener una violación, pero lo que me parece interesante es que la situación de abuso en La niña santa, si uno la toma desde una manera escandalosa y aterradora, es escandalosa y aterradora también para ella. En cambio, si ella elabora eso viendo al otro como un pobre hombre, ¿qué es lo que pasa? No estoy defendiendo lo que hace pero estoy diciendo que es una forma de ver las cosas sin quitarle poder a una chica adolescente. Ahora, si vos me decís: esto, en La niña santa, es un juicio sobre cómo debe responder siempre un adolescente o los padres… Una película no es un juicio acerca de toda la humanidad y de cómo debe comportarse la humanidad. Es un caso en particular. Entonces, en este caso en particular, y por experiencia propia, me pareció interesante contar ese lugar de poder, de una chica joven que da vuelta a la cosa.
Creo que eso le da más complejidad a tu mirada. Yo no pienso, cuando veo tus películas, que nos estás diciendo cómo pensar, al contrario, hay un misterio, como el que ves más adelante en La mujer sin cabeza. ¿Pasó o no pasó lo que le afecta a ella?
Con mis ideas y lo que trabajo en mis películas, no puedo programar un gobierno de una sociedad. No tengo esa responsabilidad, y el lugar que por suerte he podido encontrar en nuestra comunidad humana es la de compartir estas cosas que no son para llegar a la verdad sino sólo para cuestionar un cierto orden de las cosas, de eso que llamamos realidad, que es lo que uno se levanta en la mañana y ve todos los días. Yo pienso que las películas pueden permitir que a esa cosa que es la realidad, que es sumamente arbitraria y construida, le encontremos una manera distinta de mirarla. Suponte que yo hubiera filmado La niña santa y la chica se hubiera sentido humillada, avergonzada —que, puede pasarle a una chica, eso va a depender de qué armas tiene ella para enfrentar esa situación—, pero suponte que yo hubiese hecho una película así: ella humillada, ofendida, no quiere salir más de la habitación, la madre no entiende qué le pasa, se arma un escándalo. Sería el retrato de una chica muy frágil y muy débil. Yo preferí retratar una mujer muy fuerte y muy habilidosa para encontrar otro camino. Y quizás eso nos revela que en la realidad, que siempre es más compleja y más difícil, existe otra posibilidad de ver eso. Ningún hombre puede estar excusado por esto que voy a decir, pero yo recomiendo fuertemente a las mujeres que no insistamos en la destrucción de la vida a partir de esos acontecimientos porque me parece una locura. Me parece que es victimizar doblemente a la chica que haya sufrido una cosa así. Me parece que hay que poner en ridículo a los hombres que creen que ese es el camino de abordaje a una mujer, pero no transformarlos en el demonio. El diablo es algo poderoso, en cambio un payaso… un payaso no es tan poderoso. Un payaso malo, digamos.
Moviéndonos un poco más al terreno estético, del estilo, leí una cita en la que hablabas de la importancia que tiene el sonido en tus películas. Me acuerdo mucho de cómo lo usas para caracterizar a los personajes de La ciénaga en esta primera toma en la que van arrastrando las sillas. Lo más notorio de esa imagen es el sonido, más incluso que el close-up de los cuerpos. ¿Tú cómo concibes las escenas? ¿A partir de un sonido creas imágenes?
A mí el sonido me permitió encontrar un sistema para pensar desde otro lugar, que es lo que todo el tiempo la gente que hace cine está buscando: cosas que les permitan correrse de los lugares comunes. Toda la educación de uno, sin querer, o un poco queriendo, diría yo, a veces con buenas intenciones, nos carga con lugares comunes y de visiones poco interesantes sobre lo que nos rodea. Las personas que tenemos que hacer trabajos sobre cine, sobre cualquier cosa expresiva: literatura, escultura, pintura, lo que quieras, que sea expresivo, necesita correrse de su propia educación. La educación es algo fantástico pero también es con una especie de mermelada que no te puedes sacar de encima y te hace ver todo de una cierta manera; entonces, con una educación como la que recibimos la mayoría de los que hacemos cine, que está llena de privilegios que hay que defender y sostener… es muy difícil tener una visión crítica sobre la realidad si estás cuidando tus privilegios. Entonces, como tenés que atentar contra tu propia educación, el camino que yo encontré es una serie de cosas que van más allá de la banda de sonido, sino que es el origen mismo de cómo pienso el cine, y es a partir de conceptos que surgen de tener un esquema sobre el tiempo, un esquema sobre la composición de la imagen y la composición también del guión a partir del sonido, que es muy largo y es lo que voy a contar mañana [en la conferencia magistral de FICUNAM]. Si me pongo a decírtelo ahora vamos a estar horas y te vas a aburrir, pero no es tanto eso de que: “Ay, sí, me importa mucho el sonido, entonces trabajo en la posproducción…”. A mí me importa mucho el sonido, pero porque encontré una forma de sacudirme a mí misma de mis tonteras. O tratarlo, porque uno nunca se sacude de todas las tonteras; de tratar —algunas veces lo logro— a través de ese esquema de pensar desde el sonido. Pero son muchas cosas: es sobre el tiempo, es sobre el montaje, es sobre la escritura, es sobre la actuación, pero desde ese lugar.
Otro aspecto que me llama mucho la atención es que no has abandonado el arte del cortometraje…
Cada vez me gusta más. Pensé en un momento que lo iba a abandonar. No me gustan los chistes cortos, pero he encontrado una forma de narración breve, es una cosa que todavía no subí a Youtube. Aparte me gusta eso: hacer cosas cortas y subirlas a Youtube. Me encanta.
Ahí es donde vi muchos de ellos. Me llama la atención el poder de síntesis que hay, por ejemplo, en La ciudad que huye. Siento que es un corto que habla de manera muy elocuente, muy profunda, sobre este fenómeno de la urbanización basada en el clasismo.
Ese era una cosa medio para arquitectura, casi que no era un corto, era como un pequeño mini, mini, ensayo. Acá también hay eso, ¿no? Es un espanto.
En cuanto a tu última película, Zama, hay algo muy interesante que a lo mejor es un poco anecdótico pero: es el primer protagonista masculino que tienes en tus largometrajes. ¿Qué te llamó la atención de este personaje, que rompió ese ritmo?
Sé que es muy difícil de explicar esto pero nunca me fijo demasiado en si es varón o mujer. No es desde esos roles donde a mí me sirve construir un personaje. No es esa psicología. Por supuesto que las observaciones que uno hace sobre lo que te rodea están cargadas de notaciones de ser una mujer, ser un varón, qué se hace, pero a mí la forma que me sirve para escribir un personaje es como si fuera un monstruo. En el fenómeno que es un monstruo, el que sea varón o que sea mujer es insignificante. Y te diría que es mucho más lo que determina el espacio que rodea al personaje que el género. Al menos de esa manera he trabajado hasta ahora. ¿Por qué me sirve un monstruo? Porque el monstruo es una naturaleza impredecible. El monstruo casi que ha fracasado su plan de ser. No es que se nazca para monstruo, el monstruo aparece por obra de un hombre o lo que sea o de Dios. Aparece el monstruo y siempre es de una naturaleza excepcional. Y yo pienso que eso define mucho más a un ser humano que todo lo demás que decimos de seres humanos. Yo pienso que a cada personaje hay que verlo como a una aparición y en su particularidad, pero como tenemos tanta filosofía clásica, tanta religión judeo-cristianta… está tan pre-formada nuestra cultura con esas cosas. La cosa judeo-cristiana es tremenda: lo que Dios crea desde el barro ya tiene roles. Es como una [enorme] falta de imaginación [de la Biblia], para mí. Entonces, en ese sentido también por eso siempre le pongo títulos de clase B a mis películas porque, cuando yo escribo, yo pienso como si fuera un monstruo, no como si fuera un hombre, la mujer, la adolescente. Eso me sirve para pensar, entonces, ¿qué pasa con que Zama sea un varón? Nada. Me da lo mismo.