Por Raúl Reyes
El próximo domingo 6 de diciembre el cine mudo nuevamente dará de qué hablar, ya que se presentará en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México con música en vivo de John Zorn, la cinta silente alemana El gabinete del Dr. Caligari (Das Cabinet des Dr. Caligari), realizada en 1919 y estrenada en 1920 por el director Robert Wiene, la cual es la iniciadora del llamado cine expresionista alemán, cuyas obras más conocidas son, además de la ya mencionada, Der Golem (1920) de Paul Wegener, Nosferatu (1922) de F. W Murnau y Metropolis (1927) de Fritz Lang.
En El gabinete del Dr. Caligari nos hallamos todavía ante una forma de hacer cine con ciertos postulados teatrales. Recordemos que Wiene como muchos otros cineastas no sólo alemanes, saltó del campo de la dramaturgia al celuloide. Pero lo que hace grandiosa a la cinta es, entre otros elementos, poseer un argumento con uno de los desenlaces más sorprendentes en la historia del cine. No es sino hasta el final que descubrimos el porqué de los decorados tan asimétricos y deformados que conforman el espacio, como si estuviésemos en una pesadilla o en un esquizofrénico lugar. Wiene, incesante en transportar al espectador el sentimiento de aquel ambiente sofocante y lóbrego, confirma su invitación en las cortinillas, mostrándonos las letras distorsionadas, en resumidas cuentas el director no da escondite para alejarnos del mundo alucinante en el que conviven sus personajes.
Robert Wiene en su cinta ya muestra los elementos que se repetirán como una constante en las películas de sus compatriotas: el autómata bajo el nombre de Cesare tendrá su contraparte en el robot humanoide (Metropolis) y en el golem (Der Golem); el villano despiadado o monstruoso será ora Conde Orlock (Nosferatu), ora Joh Fredersen (Metrópolis); los ambientes fantásticos y oníricos a la vez que claustrofóbicos serán la carta de naturalización del expresionismo alemán; el juego de sombras y claroscuros alcanzará una envergadura sobresaliente en Nosferatu. Cada film impregnado de la subjetividad de su cineasta dará una visión colectiva del sentir del artista y del hombre alemán de aquellos años.
Quizás nos parezca tan insólito que las películas más emblemáticas del expresionismo alemán sean de tinte fantástico o de ciencia ficción, pero no. ¿Premonición o prevención? Los años veinte en Alemania son los años en los que se están configurando los movimientos sociales por el descontento de la crisis, en todos los sentidos, que sufre el país debido a la Gran Guerra; entre estas inclinaciones se hallará el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, cuya fundación azarosamente coincidirá con el cine expresionista. Pero la locura en El gabinete del Dr. Caligari o la sociedad enajenada de Metropolis o la amenaza monstruosa en Nosferatu y Der Golem, no rivalizará en nada con la Alemania nazi de Hitler.