Por Brenda Trejo
Hay en Cigarretes et chocolat chaud canciones de David Bowie y de Rufus Wainwright. La de Rufus traducida al francés sirvió para titular el largometraje. Encuentro una relación entre el contenido de la película y el nombre de la canción Cigarettes and chocolat milk: permite considerar que lo tóxico del cigarrillo y lo nutritivo del chocolate, o dicho de otro modo, lo normal y lo anormal, coexisten en la vida humana.
Las de Bowie se utilizaron por nostalgia adolescente de la directora. En una entrevista deja dicho que envió una carta a David Bowie para explicarle el guion y pedirle permiso para usar las melodías. La respuesta fue favorable. Además del aprecio a la película, le ofreció un descuento para usar sus canciones. Una de ellas, Life on Mars, sostiene un diálogo evidente con el tema de la diferencia. Is there life on Mars?, pregunta Bowie. Otro mundo es posible, afirma la familia Patar. Un drama no es dramático si no sucede algo irreversible, un acto que lo cambie todo: David Bowie murió antes de ver el montaje de la película.
Este, el primer largometraje dirigido por Sophie Reine, es interpretado por Gustave Kervern, Camille Cottin, Héloïse Dugas, Fanie Zanini. Noventa y ocho minutos de comedia dramática. Una familia vive el duelo por la muerte de Caroline, mamá y esposa. No la vemos morir ni sabemos por qué muere, pero está claro que su ausencia desordena la estabilidad que intentarán recuperar.
La familia Patar se compone por Janine, Mercredi y Denis —a quien sus hijas no lo llaman papá porque inmediatamente, aseguran ellas, dan ganas de decir mamá— y viven en una casa que tiene un techo con goteras, un remolino de sábanas en la cama, un disecado en su jaula, platos y vasos sucios en la cocina y debajo de un sillón decrépito, un plato hondo lleno con fideos en forma de pene. Denis trabaja por las mañanas en una veterinaria; por las noches en una sex shop, donde consiguió esa pasta fálica. Jeanine y Mercredi asisten a la escuela cada día, regresan a casa y dejan salir a las luciérnagas que incuban en una pecera. Las contemplan brillar mientras leen cuentos en su habitación. Denis olvida en ocasiones lavar la ropa y recoger a tiempo a Mercredi en la escuela. En su tercer descuido por el horario de salida, su hija es llevada a una estación de policía y un reporte de irresponsabilidad parental dictamina el caos en la dinámica cotidiana de los Patar.
Séverine es una trabajadora social encargada de reparar familias rotas. Una Mary Poppins sin su magia pero con la misma bondad y firmeza para cuidar de los niños en aparente abandono familiar. Cuando visita la casa de los Patar, tras recibir el reporte policial, observa con astucia analítica los desajustes que existen en esa familia que a su mirada no es como las otras: las que comen frutas y verduras, ésas que van al médico por cualquier malestar. Denis ha dejado que los piojos habiten la cabellera rizada de Mercredi y el síndrome de Tourette se apodere del cuerpo de Jeanine. Si algún poder mágico tiene Séverine es el curso de habilidades para educadores al que obliga a asistir a Denis. Pero es mágico porque son inútiles las herramientas que proporciona para educar a los hijos en el espacio real, ante demandas particulares, necesidades distintas para cada miembro de la familia. Esto es evidente cuando el diálogo «la teoría es una cosa que no funciona en la organización de la vida diaria» es dicho por los personajes de la película. Por mencionar una escena: en uno de los encuentros entre Séverine y la familia Patar, ella se da cuenta que sus métodos para educar no funcionan con Mercredi y Janine.
El espectáculo que se define como «todo lo que es capaz de atraer la atención o impresionar», es montado en el argumento de Cigarretes et chocolat chaud y se sostiene, por un lado, con la pregunta ¿cómo se puede formar una familia feliz, segura, y firme?, misma que los padres piensan en estos tiempos modernos, donde la institución o el especialista familiar es quien establece las buenas y malas costumbres para educar. Y por el otro, la dificultad que enfrentan las familias como los Patar para adaptarse en esa pedagogía de postiza armonía. Se exhibe el tema de la diferencia. Los Patar, por ejemplo, se hermanan con otra familia del cine: Little Miss Sunshine. Ambas familias son raras, según la norma, en sus modos de vivir. Las dos utilizan el espectáculo para enaltecer sus peculiaridades. La importancia de este recurso en ambas películas no es gratuito. Si las pautas para convivir en la sociedad no comulgan con los deseos de un individuo, en este caso una familia, o si la manera de resolver los problemas no se igualan a la forma de los otros, se abre una grieta difícil de ocultar y provoca extrañeza. Asumir la excentricidad con humor es la apuesta del guion en ambos filmes. Un acierto de la película francesa es que no exagera en mostrar las cualidades individuales de forma burda. Es verdad que Mercredi tiene entre los cabellos a una tribu de piojos, que hace lucha libre y es desordenada con sus deberes escolares, y que Jeanine gesticula como si estuviera en una sesión de exorcismo por padecer síndrome de Tourette y tiene sólo un amigo en la escuela, pero también es cierto que el humor con el que tratan estas circunstancias es tierno. El reducido uso de colores provocativos en la película, por ejemplo, es una decisión que evita el escenario circense que modificaría visualmente el argumento hacia la burla. Provoca risa que no termina en carcajada. Tampoco hay miel derramada en el drama, uno que se intensifica cuando la familia está en riesgo de ser separada a pesar de los esfuerzos y soluciones que proponen para impedirlo.
Hay una escena en la cual las hijas Patar participan en un espectáculo parecido a los de un circo que ellas mismas arman en su casa y del cual Séverine es espectadora. Muestran las rarezas que saben hacer: la lucha libre y el arte de incubar luciérnagas. Suponen que el resultado será conmover a la trabajadora social de modo que no querrá separarlas de su padre. La escena tiene un sentimentalismo proporcionado. Si se hubiera exagerado la paleta de colores exuberantes y la tensión dramática, el ingenio tierno del filme estaría en riesgo de perderse.
Cuando alguien muere no se esfuma en el lenguaje. Enseguida se construyen puentes para hacerlo aparecer en las conversaciones, los recuerdos, las plegarias. Esto es natural en la vida de las personas pero en un guion de película es predecible. La originalidad de éste es que la forma de comunicarse con la madre es marcada por un ‘cambio y fuera’ enunciado como si lo hicieran con un walkie talkie, recurso que inspira la sonrisa en la tragedia. En vida, Caroline componía canciones para las marchas en contra de las reformas del gobierno francés. Una de sus frases preferidas y que se grita en la película es «otro mundo es posible». ¿Cursi? Quizá. Pero en el contexto de este universo cinematográfico suena a demanda por la escucha de lo individual.
Cigarretes et chocolat chaud forma parte del 21 Tour de Cine Francés a celebrarse del 8 de septiembre al 19 de octubre.