Por Mixar López
Cuando el niño destroza su juguete, parece que anda buscándole el alma, escribió Víctor Hugo, autor de El hombre que ríe (1869), novela que representa el primer referente del Guasón —hablando de cómics, tema que se trata con ahínco en este diálogo—. Muriel Bellini creció en Remedios de Escalada Pcia., Buenos Aires, en un barrio de ferrocarril que construyeron los ingleses al sur de la ciudad. Ahí, la pequeña Bellini y sus tres hermanos construían chozas con ramas de árboles para después prenderles fuego, destrozándolas, escrutando, como decía Víctor Hugo, buscándoles el alma; así, encontró su arte a partir del juego y la destrucción, un arte llamado ilustración.
Bellini es licenciada en Artes Visuales, dibujante, docente y librera. Trabaja especialmente en fanzines de dibujo y cómics. Sus dibujos pueden encontrarse en publicaciones independientes de varios países. Como habíamos dicho con anterioridad, pasó su niñez en el barrio de los Talleres del ferrocarril que hicieron los ingleses en el sur de la ciudad, en Remedios de Escalada Pcia. de Buenos Aires, sus juegos de niños con sus tres hermanos varones se basaban en construir casas con ramas que caían de los árboles de jacaranda, nogal o eucalipto y luego de hacer muchas edificaciones diferentes, les prendían fuego. Iban a dar vueltas en bicicleta a la Laguna de Petróleo de los talleres del ferrocarril. Era una zona grande, como de dos manzanas, y todos los meses le prendían fuego. Bellini cuenta que era normal ver a varias cuadras de su casa la columna de fuego, esos días no daban vueltas por ahí, sino por los trenes abandonados. O entraban en la biblioteca que tenían, que ocupaba muchas paredes; hacían lecturas en voz alta, haciendo como que tenían un programa de radio. Jugaban a los ‘Lego’, hacían historietas. Armaban guerras de piedras con chicos de otras cuadras. “Esa clase de infancia”. Sus padres trabajaban todo el día. Su padre era químico y su madre psiquiatra. Cuando estaban juntos, solían poner sus colecciones de vinilo a volúmenes muy altos, y tocaban el piano a cuatro manos. Los metían en casas abandonadas y los filmaban mientras improvisaban filmes de terror o westerns. Los llevaban a mercados de pulgas. A escuchar música clásica. “Eran de esos papás que preferían que gastaras en libros, antes que en fotocopias”.
Muriel Bellini es de las artistas que no deja de dibujar cuando todos dejan. Hizo el ingreso a Indumentaria en la UBA, pero que los profesores le aconsejaron que la pasaría mejor en Bellas Artes, porque que no le gustaba la regla. En la Escuela Nacional de Bellas Artes se sentía en su propio hogar. Todos los años hacían campamentos en escuelas de arte de diferentes lugares de Argentina, y cada grupo de estudiantes de cada punto del país llevaba talleres para hacer, y conocía las comidas y costumbres del lugar, pero no le gustó. Hizo su licenciatura sobre arte callejero, porque Bellini solía hacer stencils. Uno de sus jurados fue el gigante Juan Carlos Romero, que murió hace poco, muy admirado por ella. Romero le discutió la tesis porque él señalaba que la base del arte callejero estaba en el obrero, y que no lo podía hacer cualquiera, y Muriel le objetaba que aunque no hubiera tantas fábricas en la ciudad, todos eran obreros en ese tipo de capitalismo, y que un diseñador gráfico también podría expresarse en la calle, aunque quizá hablando de otras cosas.
Los libros son el mejor viático que he encontrado para este humano viaje, solía decir Montaigne; Muriel Bellini se convirtió en librera porque escribía en un blog llamado ‘Dioramas’, y ahí había otro blogger que era librero. Intercambiando comentarios eufóricos de los previos al Twitter, cuadraron en que Muriel trabajaría en su librería, y de ahí fue trabajando en las librerías más hermosas de su ciudad.
“Definitivamente, tuve mucha suerte y creo que un librero ante todo, es un ser telepático. Siempre me gustó eso de adivinar qué está buscando la gente al entrar a la librería. La mayoría no sabe lo que busca cuando entra: sudan, se les caen las cosas, tiran palabras por la mitad o dibujan formas en el aire con las manos, se dejan las bufandas o botellas de agua olvidadas en los rincones, pasas por un pasillo y hay chicos tirados en el piso en trance, algunos te miran de reojo muy seguido, otros pueden comprarte el libro sin casi hablarte, otros se hacen amigos tuyos para siempre. Creo que la librería es parecida a una ferretería o un Easy. Un lugar lleno de cosas que no se entienden bien, pero hay algo de ahí que quieres llevarte porque sabes que te va a salvar”.
Muriel Bellini ha colaborado en fanzines raros y excéntricos, además de ser una acérrima coleccionista de ellos, entre los más raros que posee, tiene uno, por ejemplo, en una caja forrada de cintas rojas, que casi es imposible de abrir. Tiene el de Carmen Burguess (‘Mueran Humanos’): ‘Seventeen’. Tiene ‘Homoxidal’ originales, conserva muchos de gente que luego dejó de hacer zines. Cuenta con zines pequeños y rotosos, firmados. Los mas excéntricos en los que estuvo son uno sobre Coca Sarli llamado ‘Cosca’. También uno muy Gore de los Simpson bastante clandestino. “Y bueno, soy una buena colaboradora del más salvaje de AHORA en Argentina para mi gusto. El santo su diario: ‘Mantrul Cómics‘”.
El cómic es un medio muy especializado de arte, donde habitan muchas cosas raras, talento e imaginación. Para Muriel Bellini representa todo lo que le interesa y todo aquello que le interesa que está afuera lo puede meter ahí. Confiesa que su cómic favorito es Edward Lear , y que le gustaría dibujar algún día a algún personaje de Watchmen o a Snoopy.
Acerca de ‘Eatenbyducks’ y ‘TikTok Cómics’, de España, Muriel ha comentado que: “Hay un súper dibujante del mundo del comic outsider de culto en Argentina llamado David Paleo, él me recomendó en ‘EBD‘, y ‘TikTok‘ también fui recomendada (creo que por la ‘Powerpaola‘, mi ángel de la guarda). Ana Galváñ la directora de ‘TTC‘ es de esas personas que dibuja, edita y maneja páginas de historietistas, todo a la vez, y le gusta investigar el más allá. Una persona increíble”.
A Muriel Bellini le gusta la música de ‘Mujercitas Terror’, a veces iba a sus recitales, y Daniela Zahara (Voz y Guitarra) pasaba también por la librería donde ella trabajaba, ‘Rayo rojo’. Siempre lee pareció muy interesante y cuando se ven acuerdan en editar algún fanzine juntas. “Alguna vez se dará. Su banda es genial”.
Le pregunto que cómo fue la experiencia de participar en El Volcán: Un Presente de la Historia Latinoamericana, de José Ignacio Sainz, la ilustradora contesta que ayuda mucho a darte a conocer en otras ciudades, “un libro con gente de tantos lugares. Me hizo sentir muy orgullosa que me elijan”.
Participa también en ‘El Libro Rosa de Taco de Ojo’, a lo que replica que: “Juancho Nava el director tiene el espíritu de Ana Galván, o de José Sainz y Ale Musaraña, son los productores del futuro de la historieta iberoamericana a full. Bueno esa historia fue algo que me pasó de chica. Patinaba y me caí mientras tenía una botella de gaseosa en la mano, los vidrios entraron en mi mano, aún tengo las rayas blancas porque no dejé que me cocieran. Yo no lo veía necesario porque uno de los profesores de patín que había en el club me hizo unos nudos fabulosos. Yo estaba feliz con los nudos. En fin”.
Mi pregunta última es: ¿Cuándo nos visitarás por México?, a lo que ella, tajante y segura, responde: “No suelo viajar mucho. Me gusta mi casa. ¡Vengan ustedes!”.