Por Emmanuel Carrillo
El compositor islandés Jóhann Jóhannsson ha sorprendido a la crítica durante el último año por la calidad —o lo que se puede calificar como el buen entendimiento de la música con la imagen— de sus puntajes. Sin embargo, lejos de tener un éxito espontáneo con The Theory of Everything, que le valió el Globo de Oro a la Mejor Partitura Original y la nominación al Óscar en la misma categoría, la madurez y, con ello los inevitables reflectores de la Meca del cine estadounidense, los ha moldeado desde hace una década.
Versátil, siempre observador del ambiente, inclinado por la orquestación pulcra, elegante con las cuerdas que a su vez son aderezadas con pasajes electrónicos sobrios además de un espléndido tempo, definen el estilo de la obra de Jóhannsson. Sin recurrir con frecuencia al leitmotiv, medio socorrido por la mayoría de los compositores (pero que sólo domina Williams), Jóhann logra conectar con el escucha generando la sinergia necesaria para acompañar el fotograma.
Un ejemplo es «Prisioners», de notas largas y sombrías para las cuerdas, el órgano nostálgico con toques eclesiásticos que remiten a la esperanza ante la causa perdida y las percusiones y contrabajos que definen la ansiedad de la búsqueda. O el score para el documental Fordlandia, que en crescendo con momentos electrónicos a manera de antítesis a la orquesta logran remitir al progreso, la evolución.
Si bien sus partituras no tienen la pegada, es decir, el jugueteo melódico necesario para arraigarse en la memoria, éste logra anclarse por el impacto de la composición. Ésta es la razón de ser de la música aplicada al cine.
Indudablemente que montado en el éxito que le generó la colaboración con James Marsh en la adaptación cinematográfica del libro Travelling to Infinity: My Life with Stephen de Jane Hawking, Jóhannsson se enroló en un proyecto que al final resultaría en una contraparte musical a su último trabajo. Transitar de la nota amable, romántica a la visceral y oscura.
En Sicario, un drama protagonizado por Josh Brolin, Emily Blunt y Benicio del Toro en el que se aborda el tema del narcotráfico —y que marca la segunda colaboración con el director Denis Villeneuve— el islandés desciende de los pasajes luminosos y de fácil escucha a los atonales, de complejidad orquestal, pero que alcanzan una carga emotiva gracias a los contrabajos, que aparte de crear profundidad, llevan la narración musical.
«El sonido que viene de abajo», refiere Jóhannsson. El score comienza con la pista Armoured Vehicle en crescendo. La atmósfera es de tensión, las percusiones acompañadas de guiños electrónicos marcan la entrada a las cuerdas y los vientos con notas largas.
En una entrevista a Variety, Jóhannsson explicó que durante las pláticas con Villeneuve buscaban que la música fuera un golpe violento, crudo, que retratara fielmente la oscuridad mexicana. Con este concepto en mente entra el segundo track del score, «The Beast».
Quizá este pasaje sea uno de los mejor logrados de todo el score. Es aquí donde los contrabajos hacen gala de protagonismo. El leitmotiv –o al menos el tono del filme– está a su cargo.
El compositor señala que con instrumentos orquestados debajo del registro sonoro emula la complejidad de la operación de los cárteles de la droga y sus narcotúneles. El track que explica «Tunnel Music».
Las notas del contrabajo, siempre acompañadas de percusiones, y algunas veces con vientos tonantes, dialogan hasta alcanzar una sonoridad muy parecida al ruido, pero que lejos de molestar o tener sentido, paralizan. Suena el track, «Convoy».
Para lograr esta atmósfera, Jóhannsson empleó una orquesta de 65 integrantes. Fiel a su estilo predominan los vientos y una larga sección de contrabajos. En el pasado otro compositor se arriesgó a darle protagonismo a este peculiar instrumento, Alexandre Desplat para The Zero Dark Thirty. Aunque en el contexto narran pasajes densos, el islandés logra orientar mejor esta sección de la orquesta y genera un sonido genuino superior al que explotó el francés.
Los temas en cuestión: «Flight to Compound» y «Picket Lines» de Alexandre Desplat para Zero Dark Thirty y Night Vision y The Beast del islandés para Sicario. Un duelo de contrabajos y orquestación.
Dentro de Sicario, el compositor ofrece dos temas que dan equilibrio a su propuesta. El instrumento es la guitarra y el violonchelo. En «Melancholia» y «Desert Music», las cuerdas dialogan entre la complejidad del sonido mexicano y su realidad contextual de la violencia con el pragmatismo estadounidense retratado en el violonchelo de Hildur Gudnadottir.
Aunque en momentos puede caer en lo monótono, esto no demerita la calidad del score que sin duda, es uno de los mejores del año y contendiente natural para los premios.
Jóhann Jóhannsson se convierte en un referente y en un elemento refrescante para la industria que bien puede adaptarse a filmes pequeños que a grandes producciones sin perder el piso ni estilo.