Por Karen Fabián
Conocí a Emilio Reyna en enero del año pasado, durante un concierto en el Pizza Jazz, pocos días antes de su regreso a Montreal, en donde vive desde hace más de seis años estudiando piano y composición. Recientemente presentó su primer disco, La lenta marcha de las estrellas, en el que colaboran Mike Bjella en el saxofón, Simon Millerd en la trompeta, Ted Crosby en el clarinete, Mathieu McConnel en el bajo, Louis-Vincent Hamel en la batería y Eugenie Jobin, Gabriela Taillefer Pérez y Hannah Sophia Aronoff en las voces. Todo se grabó en dos días al interior de una iglesia en Ogden, Quebec y se presentó el 8 de agosto en Casa del Popolo y en el bandcamp de Emilio.
Actualmente Emilio trabaja componiendo música para series de T.V. y sus composiciones forman parte del repertorio de la Orquesta Nacional de Jazz. En diciembre volvió a la ciudad y nos vimos un par de veces para platicar, ver películas e ir por tacos y, gracias a una serie de eventos fortuitos, decidí empezar a grabar nuestras conversaciones. Esto fue lo que platicamos.
Para ti, ¿qué es crear?
Dependiendo cuál sea el medio que estés usando y la estética que haya detrás, es reordenar ciertos elementos. Como la creación de un bebé, y sinceramente creo que nuestro poder creativo es como la creación de la vida. Hasta cierto punto podrías decir que el arte, cuando creas una obra de arte, estás creando vida también. Una vez que lo pones en el mundo tiene una vida propia. Cada quien hace lo que puede o lo que quiere con eso.
¿Crees que el creador puede desprenderse de las implicaciones de su creación?
Siento que el espectador o la persona que recibe el arte puede hacer interpretaciones tal vez un poco más informadas, que tal vez vayan más dirigidas con las intenciones del autor, pero muchas veces el autor ni siquiera tiene una idea clara de qué es lo que quiere decir y nada más lo hace porque necesita hacerlo. Y no siento que pueda responsabilizar al autor por las consecuencias que podría tener una obra.
Esto me lleva a una pregunta respecto a tu disco, Emilio. ¿Lo hiciste con una idea clara de lo que querías hacer? ¿O digamos que lo hiciste por esa necesidad de la que hablas? ¿Cuál es esa necesidad?
Creo que es algo que platicábamos antes, pero siento que a través de la creación trabajas cosas dentro de ti. Como una especie de terapia. Y en ese sentido el disco para mí fue como un rompe aguas de un ciclo en el que había entrado por una lesión que tuve en un brazo y tuve que alejarme del piano y generé como una relación un poco de miedo, pues tenía dolor cada que tocaba y entonces el piano se volvió un agente de sufrimiento en algún momento y creo que hacer el disco fue dejar toda esa etapa atrás. Hay composiciones ahí que hice hace cinco o seis años pero que nunca pude hacer nada con eso por la circunstancia en la que estaba. Y siento que para mí fue una terapia para salir y darme cuenta que puedo crear.
Y en ese sentido, ¿tú dirías que el disco estaba ahí o que podía estar ahí para que pudieras cerrar ese ciclo? ¿O sólo fue algo que ocurrió?
El disco lo grabé el año pasado, pero si volviese a tocar exactamente las mismas composiciones probablemente sería muy diferente. Parte de la belleza de todas las composiciones es que hay un elemento de improvisación, en realidad lo único que está escrito es el mapa armónico y la melodía. Y dentro de eso hay mucho espacio para la interpretación de las personas. Se puede hacer un arreglo para piano solo, para trío clásico con batería y bajo o para una Big band y, en ese sentido, la forma en la que planeé el disco fue que llamé a mis músicos favoritos de Montreal que me tuvieron la paciencia y el amor para darle vida a todo eso y lo hicieron de forma increíble. Aprendí muchísimo de ellos.
¿Cómo fue que lo planeaste de esa manera?
Quería tocar con músicos que eran mucho mejores que yo, para empujarme a mejorarme a mí mismo y todo ese proyecto lo estuve trabajando un año, documentando las cosas que pasaron. Tuvimos muchísimos conciertos en vivo y muchos de esos conciertos los grabé y las versiones que tocábamos en vivo son completamente diferentes a las versiones que tocamos en el disco. Grabar en un estudio también es un reto porque todo son tomas en vivo y si cometes un error tienes que aprender a vivir con ese error por el resto de tu vida y al mismo tiempo quieres captar esa sensación del jazz que es como ese riesgo y como llevar las cosas a un límite. Intentar escuchar y reaccionar y dejar tu ego y no nada más tocar lo que sabes tocar y tocar al servicio de la música y la composición.
Oye, ¿y qué piensas del error en la música?
Siento que es parte de la misma. Ahora, cuando escucho mi disco, quizá sólo puedo escuchar los errores, bueno no tanto así. Es un ejercicio de ego, se trata de aprender a vivir con mis errores por el resto de mi vida, siempre van a haber cosas así.
Con todo esto pensé en el nombre del disco: La lenta marcha de las estrellas, ¿de alguna forma tendría que ver con ese proceso del cual estás hablando?
Sí. Como lo veo es que es una fotografía de un momento muy específico y el disco es un registro de un proceso que hicimos pero las composiciones en sí, siempre están en proceso. Lo del título de la lenta marcha de las estrellas, de alguna forma me encanta la ciencia ficción y me encanta pensar en el espacio y nuestro lugar en el universo y sí, tal vez si quiero justificarlo de una forma mucho más racional, todo fue un proceso muy lento y poco a poco tuve que ir venciendo miedos, reaprender a tocar el piano y no sé, al final de cuentas somos polvo de estrellas (risas). Tampoco quiero decir que soy una estrella, se escucha muy raro. Pero sí, me encanta pensar en el espacio y me da muchísima calma cada que tengo algún agente que me da ansiedad o me da tristeza o me deprime o cualquier cosa que está pasando alrededor. En el momento en el que me doy cuenta lo pequeño que soy en el universo, en el espacio y tiempo, todos mis problemas se vuelven mucho más ligeros.
¿Y en qué sentido creerías que se refleja la ciencia ficción en las canciones del disco?
No lo sabría decir de una forma muy puntual. Para mí la ciencia ficción imita mucho al imaginario y pienso como en Blade Runner o Alien.
¿Crees que alguna película de ciencia ficción influyó o inspiro algo del disco? Como la instrumentación…
Es que yo creo que todo lo que vivimos influye de una forma, no de forma directa, como que vi 2001: odisea del espacio y entonces decidí hacer esta canción. Pero creo que de alguna forma tiene un impacto en la forma en la que concibes el mundo y es como lo que decía Rilke, que todas tus influencias son como un hijo bastardo. Bueno, más bien tomas todas esas influencias y la creación es como un hijo bastardo de toda la mezcla de eso. No hay ninguna cosa como puntual pero definitivamente consumo mucha ciencia ficción y tal vez de alguna forma oscura…
Hace poco compartiste el disco que a su vez había sido compartido desde la página de un café en Montreal y recuerdo que decía algo así como «este disco te gustará si te gusta la ciencia ficción y Pessoa». ¿Dirías que hay algo de Pessoa en el disco o Pessoa influyó de alguna forma? ¿O es sólo que te obsesionaste con Pessoa y a todo el mundo le hablabas de él?
Sí, creo que especialmente porque tú me recomendaste a Pessoa y leí el libro en inglés “the book of disquite” que en realidad no sé cómo se dice en español pero fue bastante ad hoc para la época que estaba viviendo y sí, supongo que está. Como la gente del café son amigos, cada que los veía les hablaba del libro y como Pessoa es un personaje muy interesante creo que algunos compartieron el amor por Pessoa y decidieron escribir eso (risas).
¿Qué opinas de la industria musical?
Es raro, ahorita estoy haciendo un análisis. En septiembre tuve la oportunidad de ir a Nueva York y tomé una clase con Aron Parks y gran parte de lo que me estaba contando es que una cosa es su trabajo creativo, su trabajo musical, componer, trabajar en su música y otra cosa es promocionarlo. Yo jamás he tenido esta capacidad de ser business man con mi arte y decirle a la gente «lo que yo hago tú lo necesitas», «se te va a llenar el corazón» o «tienes que darme dinero». Ahorita estoy trabajando en cosas más alternas que eventualmente espero me den la capacidad financiera para seguir haciendo más proyectos. Se escucha como raro, como siempre tuve esta idea romántica de que «si el arte es bueno todo va a venir», pero creo que no funciona para nada así. Platicaba también con Federico Sánchez y me contaba cómo él está adecuando su proyecto para ciertos espacios en vez de componer la música que en realidad quiere hacer, entonces siento que es un equilibrio bastante delicado. Creo que de una forma u otra si quieres hacer de tu arte algo económicamente viable tienes que pensar al mismo tiempo que eso afecta el arte.
Esto que platicabas con Federico es muy interesante, por un lado la creación como esta posibilidad o búsqueda que puede ayudarte a sanar pero que al mismo tiempo está condicionado por esas circunstancias, es decir que alguien quiera pagar por él o que alguien quiera ser tu productor o esté dispuesto a patrocinarte. ¿Qué opinas de ello? ¿Te genera conflicto?
Hay modelos que creo que lo saben hacer muy bien, o sea saben marketear su música de una forma en la que a mí parecer no comprometen la música, pero estoy seguro de que de alguna u otra forma la comprometen. Pero sin duda siento que hay ese riesgo de intentar complacer.
¿Tú por qué haces música? ¿Por qué hacer música? O sea digamos que si tienes todo este horizonte de posibilidad o imposibilidad mejor dicho, ¿por qué seguir haciendo música?
Porque la experiencia de estar en el momento presente es como experimentar el tiempo. No, es como subirte a una nave espacial y como…
Sí se ve tu pasión por la ciencia ficción (risas).
Cuando estás tocando con otras personas y estás escuchando y estás reaccionando a lo que ellos están haciendo y juntos están construyendo esta cosa que va a diferentes lugares y ese momento donde todos están sintonizando y en la misma vibración y todo se siente como una unidad, esa sensación donde pierdes tu ego y estás haciendo todo al servicio de la música y estás observándote a ti siendo parte de algo muy grande. Esa sensación es creo que una de las sensaciones más chingonas que jamás existen.
¿Eso es lo que buscas en la música?
Tengo ciertas expectativas sin duda, han habido experiencias que han sido muy fuertes y han sido muy satisfactorias en ese sentido, pero sé que hay noches donde no se puede hacer. Y es que la inspiración es algo que no puedes controlar pero sin duda puedes trabajar en tu “craft”, no sé cómo se dice en español…
Neither do I.
Existen tres niveles en los que tocas. Existe este nivel de improvisación en el que estás de alguna forma reproduciendo todo lo que has practicado. En el arte de improvisar siento que trabajas un lenguaje. Aprendes cierto vocabulario, ciertos ritmos, ciertas melodías, ciertas cadencias armónicas que son muy especificas del lenguaje dentro de una tradición de jazz, pero que también pueden tomar influencias del rock, la música clásica, el pop. En ese primer nivel de improvisación trabajas todos estos elementos y estás reproduciendo lo que has practicado y en realidad no estás creando nada. Luego está un segundo nivel de improvisación en el que estás reproduciendo lo que has practicado y hay como pequeños destellos de creación pura y te arriesgas, vas afuera de tu caja de confort. Y luego está el tercer nivel de improvisación, que es cuando estás haciendo creación pura, como “you taping something pure and” y como que…
Don’t speak English, please!
Ya soy un pocho. Y sí, está el tercer nivel de creación pura y creo que con los músicos que son de alto calibre no tienes nunca una idea clara de en qué nivel están tocando y eso es a lo que todo el tiempo aspiras llegar, a esa creación total. Evidentemente no todo el tiempo se puede hacer. Sólo puedes echarle ganas.
Ahorita que me decías eso recordé esto. ¿Quieres escucharlo?
¡Por favor!
“La inspiración es, decididamente, hermana del trabajo cotidiano. Esos dos opuestos no se excluyen, como no se excluyen todos los opuestos que constituyen la naturaleza. La inspiración obedece, como el hambre, como la digestión, como el sueño. Sin duda hay en el espíritu una especie de mecánica celeste, de la que no hay que avergonzarse, sino sacarle el partido más glorioso, como lo hacen los médicos de la mecánica del cuerpo. Si se quiere vivir en una contemplación empecinada de la obra de mañana, el trabajo cotidiano servirá a la inspiración”. Creo que de alguna forma, históricamente la inspiración se ha asociado a una cosa divina, como que ocurre así ¡pop! Como un don, como un regalo sin explicación alguna, pero, con esto que mencionas, es evidente que también hay un trabajo sin duda.
Estoy seguro que eres más ducha en las etimologías, pero inspiración es estar poseído por una divinidad y en ese sentido, lo puedo compartir, es como si te observaras a ti hacer algo y la música por sí sola se desenvuelve y sólo tienes que no intervenir. Creo que Brahms decía esta cosa de que la inspiración es algo que no nos pertenece pero que lo podemos hacer nuestro por derecho, propio en el sentido de que el trabajo es totalmente importante, tienes que estar trabajando todo el tiempo. La disciplina, y tal vez no soy el mejor ejemplo de la disciplina, pero es bueno tener eso en mente.
¡Qué hermoso!
Ja ja ja, belleza pura.
¡Oye!, ¿Por qué te burlas de la belleza?
Porque hay que burlarse de todo. No hay que tomarse tan en serio.
¡Qué bonita entrevista Emilio! ¡Muchas gracias!
Muchas gracias a ti, Karencita.