Por César Alberto Pineda
Agoniza el siglo XX en Quebec, el Internet ya existe pero aún no domina todas las interacciones humanas. En Montreal, un edificio cualquiera alberga algunas de las bandas emergentes más emblemáticas de la zona, muchas de ellas asociadas al llamado post-rock: es el Hotel2Tango, en donde tocan numerosas agrupaciones del sello Constellation Records. Más que un sitio de conciertos –que con el tiempo se convertiría en estudio de grabación por el que pasarán actos como The Arcade Fire– o un sello discográfico, estos dos nombres constituyen un auténtico colectivo artístico: todos se conocen y colaboran mutuamente en sus distintos proyectos, es casi un kibutz musical –muchos de los miembros de este colectivo son judíos de la izquierda más crítica. Y en medio de la pléyade creativa, quizá destaca la joya de la corona: Godspeed You! Black Emperor.
Cuando hoy se introduce este oscuro y largo nombre en Google, el primer resultado lleva a un sitio que ha permanecido sin ser modificado todos estos años, desactualizado por lo tanto: http://www.brainwashed.com/godspeed/, es un auténtico fósil de la era digital. Y esto no es casualidad. Godspeed You! Black Emperor no tiene una cuenta oficial de Facebook ni de Twitter, tampoco videoclips promocionales; el colectivo –porque no es un grupo– parece haber decidido explícitamente abstenerse de entrar a esta época de facilidad, plena transparencia y disponibilidad en la que todo se consigue y se conoce con un par de clics. En un auténtico acto de anacronismo, esgrime una estética de lo críptico y hermético, no sólo en su música, también en su discurso visual y en sus actitudes.
Y todo esto es anacrónico porque, como ha señalado el filósofo coreano criado intelectualmente en Alemania, Byung-Chul Han, nuestra época digital se caracteriza por una encarnecida y pornográfica positividad –el síntoma más superficial de ello es que sigue sin haber botones de dislike en las redes sociales. En este marco, casi toda la música actual es fácil, bonachona, complaciente, buena onda, ya no rompe ningún vidrio. En Godspeed You! Black Emperor, contra todo pronóstico, sobrevive algo de sombra, algo de rehúso y negatividad, algo que se resiste a lo fácil, transferible y manipulable, esto desde el nombre mismo –que aquí nos rehusamos a escribir con siglas, GY!BE– y la extensión de sus canciones –que a la usanza de la música clásica, son largas piezas, de 20 o 30 minutos, divididas en movimientos, cada uno con largos y herméticos nombres, una singular complicación para quienes, a finales del siglo pasado, compartían y descargaban archivos con conexiones de 52 kbps.
Otro anacronismo: religión y política, los temas más desaconsejados para una reunión familiar saludable, son los protagonistas conceptuales de toda su obra musical y visual. El colectivo de Emperador Negro se atreve a ello en una época en la que casi toda la música es complaciente, políticamente neutra e indiferente, y la poca que se jacta de tener alguna postura crítica, difícilmente va más allá de los eslóganes fáciles y predecibles. Son herederos de una tradición de pensamiento judío, en la cual cabe destacar nombres como Baruch Spinoza o Walter Benjamin, para la cual la máxima potencia política se despliega a través de la teología, y viceversa. Benjamin, por ejemplo, sostiene en sus Tesis de Filosofía de la Historia que la revolución sólo triunfará si se alía con la teología.
La convergencia de política y teología se muestra desde el nombre: Godspeed You!, que puede traducirse sin más como ¡buena suerte!, proviene del inglés medieval del siglo XIII: God spede, que Dios te dé éxito o prosperidad. El nombre del colectivo es un voto por la bienaventuranza divina de un poder político, el Emperador Negro, pero ¿qué o quién es este emperador? Lejos de ceder a una tibia moral de la industria musical que evita tocar todo tema áspero –guerra, muerte, desolación material y espiritual–, Godspeed You! Black Emperor constituye un canto de la contienda y la negatividad –en el sentido de no sucumbir a la fácil seducción de lo positivo, disponible y aproblemático.
Los temas bélicos se arremolinan junto a referencias bíblicas y apocalípticas a lo largo de toda su discografía. En la pieza inicial de su primer LP, escuchamos un somero y oscuro monólogo, que dice entre otras cosas: We´re trapped in the belly of this horrible machine, and the machine is bleeding to death. The sun has fallen down and the billboards are all leering, and the flags are all dead at the top of their poles. Una de sus piezas más épicas, «Rocket Fall on Rocket Falls», la encontramos en su tercer LP, titulado Yanqui U.X.O., siglas que significan unexploded ordnance, municiones y minas terrestres sin explotar. El arte visual de sus discos es igualmente elocuente sobre la convergencia y conflicto entre teología y política. Algunos de estos afiches llevaron al colectivo a una de sus anécdotas más divertidas: en alguna ocasión, durante una gira en Estados Unidos, mientras se detenían a cargar gasolina, alguien observó sus imágenes y fotografías con temas políticos y militares; la policía llegó y los músicos fueron considerados como sospechosos de terrorismo; al final no pasó nada, tuvieron suerte de ser “unos bonitos niños blancos de Canadá”, como después recordaría Efrim Menuck (guitarrista).
En la música de Godspeed You! Black Emperor no hay paliativos ni analgésicos, como los antiguos poemas épicos y tragedias, que son canto del dolor, de la contienda en que se juega la existencia humana. El tema titulado “Mladic”, del disco Alleluja! Don’t Bend! Ascend!, es una referencia a los crímenes de guerra de Ratko Mladic durante la guerra de Bosnia. No se trata de una apología del armamentismo y belicismo; al contrario, la postura anti-armamentista de los miembros del colectivo puede verse en la canción «Teddy Roosevelt’s Guns» de A Silver Mt. Zion, proyecto alterno liderado por Menuck, en la que se critica el modo en que el bienestar burgués occidental se ha construido sobre los pilares de crímenes y muerte.
Se trata de sacar el dolor de cualquier disimulo e indiferencia. En esto hay cierta afinidad con el gesto temático emotivo de Henryck Górecki; no es casual que la pieza «Moya», perteneciente al EP Slow Riot for New Zero Kanada, a veces aparezca en los setlists como «Gorecki», ya que está inspirada en la tercera sinfonía del compositor polaco, conocida como Sinfonía de las lamentaciones, y célebre, además de su imponente belleza minimalista, por el singular origen de las palabras en las cuales se basó el músico para escribir el coro. Tres fueron las fuentes de inspiración: una canción folclórica de Silesia, que recoge el lamento de una madre por su hijo caído en la guerra; una inscripción hecha por una chica de 18 años, hallada en una cárcel de la Gestapo, durante la segunda Guerra Mundial, la cual reza “Oh mamá, no llores. Inmaculada Reina Celestial, socórreme siempre”; y una canción popular del siglo XV, sobre el lamento de la Virgen María por su hijo crucificado.
Guardando toda distancia, bien podría considerarse al colectivo quebequense como un heredero del minimalismo sacro –que cuenta entre sus representantes a nombres como Arvo Pärt y el ya citado Górecki– en la escena del post-rock y la música experimental. El uso del drone –notas o sonidos sostenidos durante largas secciones de tiempo– es otro elemento común entre los minimalistas académicos y Godspeed You! Black Emperor, quienes echan mano de tal recurso en esas piezas que para un oído distraído podrían parecer como mero relleno, pero que construyen atmósferas y ambientes que vienen a apuntalar el argumento central de los pasajes centrales, de carácter más épico –como un coro detrás de los solistas en las antiguas tragedias griegas–, de modo que estamos ante composiciones totales e integrales, en marcado contraste con la época productora de sencillos y canciones portables, fácilmente descargables por separado.
**Godspeed You! Black Emperor presentará su nuevo álbum Luciferian Towers en el Festival Aural, este 13 de diciembre de 2017**