The car crash is a fertilizing rather than a destructive event.
Pensemos una imagen cotidiana: alguien que va en camino a su trabajo, a la escuela, a un cierto destino. El vehículo (un taxi, el Metro, un camión atestado de otros individuos que también van camino a su trabajo, a la escuela, a un cierto destino) avanza lento, pero fluido. Es temprano. Pueden verse las cortinas de metal siendo levantadas, a los tamaleros envolviendo las primeras ventas del día, a un tipo regresando a casa con la corbata floja y un par de manchas en su saco gris. Son las siete diecinueve. Ninguno de los pasajeros voltea alrededor. Unos se distraen con fotos del hermoso paisaje en el que se retrataron sus amigos el fin de semana. Otros, escuchan la canción del momento en sus audífonos herméticos. Nuestro alguien antes señalado se maquilla los ojos, la boca, se pone un poco de rubor. Es un pasajero más. Cada uno es su propia vitrina o caja de seguridad. Mientras, el chofer intenta ganarle a su colega del carril izquierdo. El vehículo avanza, sin voltear la mirada al retrovisor. Sucede una pequeña catástrofe. El traslado del punto A al punto B se trunca. Habrá muchos que, sin embargo, sigan su camino, desangrándose, escondiendo el shock para no tener un mal día. Un puñado, en cambio, se sentará en la banqueta, se comunicará con sus familiares o hará una llamada que usualmente se tenía prohibida a sí mismo. La mujer que se maquillaba sale del vehículo con la cara pintarrajeada. Su rumbo es desconocido. Toma una calle que había bordeado alguna vez y aprecia los detalles de las casas, de los árboles salvajes. Todo por un choque.
El choque se inscribe en esa serie de fenómenos que han existido siempre, las catástrofes, pero que los tiempos actuales, veloces, han obviado. Eso lo ha dicho Paul Virilio, no sin razón. Y abunda: «El progreso y la catástrofe son el anverso y el reverso de la misma medalla. Construir el Airbus 380 son 1000 asientos y son 1000 muertos. No es triste decirlo, en absoluto, es una realidad. Es cierto en cuanto a cualquier invento, sea el que sea. Inventar el tren es inventar el descarrilamiento, inventar el avión es inventar el accidente, acabamos de decirlo, y el Titanic es inventar el naufragio del Titanic. No hay ningún pesimismo en esto, ninguna desesperanza. Es un fenómeno racional. Es un fenómeno ocultado por la propaganda del progreso.» El mismo Virilio suscribe: «La tiranía del tiempo real no está muy alejada de la tiranía clásica porque tiende a liquidar la reflexión del ciudadano en beneficio de una actividad refleja.» Ahora bien, ¿es posible luchar ante la imparable velocidad presente en nuestros días, ante el auto que tiene que llegar a su destino no importando lo que pase, evitando el trauma? La escritura ha sido testigo de estos cambios, ella misma ha cambiado. Ha dejado de lado la reflexión por la concisión. La técnica por la espectacularidad. El evento por la viralidad. Se ha trasformado en un automóvil automatizado, sin conductor.
Si bien, esta visión distópica de las sociedades contemporáneas es certera, olvida que los shocks a veces producen efectos peculiares en los sujetos. El choque hace que quien lo sufre pueda pensar acerca de ciertos aspectos de su vida. El momento traumático en el que un cuerpo hace contacto con otro trae consecuencias diversas que, probablemente, modifiquen su existencia. El trauma posibilita la reflexión.
Esta revista se llama Crash y se enfoca en el análisis de la escritura (narrativa, periodismo, ensayo, crítica y sus híbridos), los lenguajes audiovisuales (cine, series de televisión, videojuegos, comerciales y todo lo que pase por una pantalla) y música (reseñas, entrevistas, crítica). La referencia del título —J.G. Ballard y David Cronenberg, literatura y cine— es una declaración de intenciones sobre esta publicación. A través de un choque buscamos detener el curso de la vida automatizada y ganar un poco de tiempo, aquel que ha sido pulverizado por la velocidad de la información. En ese sentido, el simple accidente de tránsito, como dice el epígrafe tomado del filme homónimo de David Cronenberg, es un acto más fertilizante que destructivo.
Una advertencia: no hay que confundir el origen anglosajón de nuestro nombre con los contenidos que se publicarán. Crash será una revista interesada tanto por lo global como por lo local. Así, nuestro objetivo será rastrear propuestas ubicadas en las intersecciones, en los bordes de cualquier parte del mundo, pero también en lo popular. La revista se interesará sobre todo, por las propuestas contemporáneas más que hacer un revisionismo nostálgico. No obstante, el pasado será analizado de una forma crítica.
Un choque mexicano, latinoamericano. Híbrido. Aquí resultan útiles las palabras de Bolivar Echeverría respecto a nuestra modernidad, a la que él llama barroca. Vamos un poco a eso: tras la llegada de los españoles, los indios, conquistados, humillados, obligados a cambiar sus tradiciones, vivieron un «shock» mortal. Y sin embargo, vivieron. Sobrevivieron. Tuvieron que «inventarse una vida dentro de la muerte». Así nosotros, ciudadanos del mundo posmoderno, también lidiamos con pequeños choques diariamente, resistiendo a la fatalidad, comiendo un trozo de pan con ella de vez en vez. Los choques nos han hecho más resistentes.
Comenzamos oficialmente el 19 de septiembre de 2015 coincidiendo con una fecha traumática. No sólo se cumplen 30 años del terremoto más paradigmático en la historia moderna del país, también se conmemoran tres décadas de la muerte de Italo Calvino, una de las figuras referentes de ese oficio tan frecuente ahora que combina con eficacia el periodismo y la escritura. Actividades que creemos, son cada vez menos distinguibles y alejadas una de la otra. Y para ponerle freno a esta búsqueda que podría no tener tope, una última coincidencia, aunque sólo de año. En 1985, semanas después del seísmo en la capital mexicana, se editó Nada Personal de Soda Stereo, que incluye el tema «Cuando pase el temblor». El terremoto, Calvino y la banda de Cerati son referencias temporales. La concordancia que pretendemos es sólo para robarnos un mínimo de su importancia y plantearnos como publicación desde ahí y a partir muchos personajes más. Lo mismo sucedió a la hora de nombrar el proyecto. Crash de Cronenberg, Ballard y The Primitives marcan ese eje de literatura, música y cine que nos servirá de guía. Sin embargo, la idea de cultura abarca mucho más allá de eso y no habrá límites a la hora de poner el reflector sobre cualquier tema. Intentaremos hacerlo despojados de pretensiones intelectuales y aspiraciones que no nos competen. Hablar de frente con el lector porque las comunidades nacen, no se crean.
Por los choques venideros.