Por Emmanuel Carrillo
La música y la imagen no pueden concebirse por separado. Su dependencia es tal que su éxito o fracaso impacta de manera significativa en la propuesta final. La necesidad de narrar musicalmente el retrato de la sociedad dio origen al teatro sonoro que derivaron en el cine sonoro. La innovación llevó a la industria a vivir momentos de claridad y quizá uno de los más significativos haya sido el mezclar la música y la imagen en un mismo fotograma.
Grandes exponentes han brillado en la escena por la fuerza de sus composiciones. La guardia de la época dorada del cine de Hollywood, Max Steiner, responsable de King Kong con percusiones brutales y cuerdas que raspan el oído por su vitalidad o la nostalgia del sur estadounidense esclavizado fusionado en una historia de amor con unos álgidos coros en Lo que el viento se llevó. Alfred Newman y su icónica fanfarria para los estudios Fox, que sirve de telón para el tema de Star Wars, o las danzas cómicas y valses en Modern Times de Chaplin.Y qué decir de Miklos Rozsa en Spellbound de Hitchcook o su incomparable sonido épico-bíblico en las cintas de Cicil B. DeMille como Quo Vadis, Ben Hur o King of Kings. Mención aparte merecen Bernand Herrmann y su juguetón tema para Citizen Kane de Orson Welles y sus tonales pero geniales cuerdas en Psycho, que estuvieron a punto de no existir.
En suma, la música, con sus bemoles, sostenidos y ligaduras es el arte complementario para digerir una obra visual y que es el único puente que apuesta a grabar encuadres y escenas en la memoria del espectador.
Estos han sido meses de grandes apuestas y a su vez decepciones en el universo de la música aplicada. En esta sección abordaremos quincenalmente lo más destacado (y algunas cosas lamentables) de los compositores que están sonando en el cine.
JULIO-AGOSTO
Philip Glass-Fantastic Four
Este filme representó el regreso de uno de los compositores de mayor respeto en la industria, Philip Glass. La expectativa se elevó al conocerse que se encargaría, en conjunto con Marco Beltrami (compositor que a lo largo del año compone a destajo y de vez en cuando regala trabajos destacados) de la nueva adaptación del cómic The Fantastic Four.
El estilo minimalista aplicado a las secuencias de acción fue la principal razón para atreverse a ver la cinta, que por tradición suelen ser malas y musicalmente genéricas, ambientales como hizo John Ottman en la saga pasada.
El score abre con una Obertura. La mano de Glass se hace presente a los pocos segundos, la piel se enchina, en verdad nace la necesidad de ver la pantalla y experimentar la sensación de sincronía.
Melodías electrónicas, cortesía de Beltrami, sirven de preámbulo para dar entrada a un piccolo que se acompaña de unos violines misteriosos que entran en un ciclo repetitivo hasta son cortados por la tuba y trombones que acentúan dramáticamente el momento.
El leitmotiv, conjunto de notas relacionadas a un personaje o historia, elegantemente logrado está a cargo de una celesta que mantiene un dialogo con el clarinete mientras el ruido de cuerdas y vientos, finamente orquestado, construyen el ambiente sombrío de la pieza.
Aunque este pasaje es prometedor, Glass se diluye entre la música ambiental de Beltrami que solo hace guiños a la identidad que planteó el oriundo de Baltimore.
Interesante resulta que al final de la edición comercial del score se regala una propuesta electrónica del preludio de Glass con Beltrami. Another Body. Si esta hubiera sido la línea estaríamos frente a uno de los mejores scores del año.
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James Horner- Southpaw
James Horner murió en julio. Sus trabajos en los últimos años abarcaron menos reflectores. En gran medida por la ausencia de creatividad y repetición constante, los llamados honerismos, serie de notas presentes en una veintena de películas que le tocaron musicalizar, pegaron fuerte en los seguidores.
No obstante, Horner, de gran calidad interpretativa durante la década de los 80 y 90, regaló este 2015 un par de obras que valen la pena revisar por lo destacado de su composición. Una de ellas es Southpaw, donde regresa al origen electrónico con pasajes sinfónicos muy bien entrelazados. Tiene bifurcaciones acentuadas con el piano y a manera de antítesis el sintetizador.
Otra, alejada de la cinematografía, pero con una carga narrativa que evocan a un filme, Pas de Deux, donde colabora con Mari Samuelsen y Hakon Samuelsen, es su único trabajo para la música de concierto, que también deja testimonio del segundo aire que vivía Horner. Los pasajes son enérgicos, el violín y el violonchelo llevan la voz cantante, con una línea de acompañamiento bien orquestada que nos remiten a sus trabajos en Una mente brillante y El hombre bicentenario por lo positivo de la propuesta.
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Johann Johannsson- Sicario
El bimestre septiembre-octubre traen de regreso a dos compositores que por sus trabajos del pasado, merecen la atención. El primero es el islandès, Johann Johannsson, que el año pasado logró la nominación al Óscar por La teoría del todo, regresa con Sicario, donde según el adelanto que se ha dejado escuchar, promete por su apuesta tonal teniendo como protagonista al contrabajo, instrumento usualmente dejado para dar textura a la música.
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Dario Marianelli- Atonement
El otro caso es el del italiano Dario Marianelli, ganador del Óscar por su score para Atonement, que dejó de lado la música sinfónica de largas notas, presente en Pride and Prejudice, Ana Karenina y otras para embarcarse en un proyecto contemporáneo con una carga dramática y de acción importante. Everest. La primera vez, desde V for Vendetta, se escuchará como Marianelli retrata una secuencia de acción con la orquesta.
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