Por Óscar Tinoco y Luis Manuel Rivera
Hace más de 10 años Irene Azuela (Londres, 1979) ensayaba en lo que todavía hoy conocemos como Foro Shakespeare, la película que quizá marcó el inicio de su entonces prominente carrera. Quemar las naves (2007) fue un punto de partida para la actriz que con el tiempo se fue convirtiendo en referente actoral de una generación nacida a finales de los años 70, y a la que le ha tocado vivir una etapa de cambios importantes en la industria cinematográfica mexicana.
Un año más tarde del estreno de aquella cinta catapulta, reafirmaría con Bajo la sal (2008) la ruta inicial en la que ganó dos Arieles a mejor actriz de manera consecutiva y que le sirvieron para que las ofertas en cine, televisión y teatro se hicieran mucho más visibles y constantes. Su trayectoria no parece tener acentos ni preferencias de género artístico sino más bien tintes incluyentes. Así lo reconoce ella.
El foro que hace honores al dramaturgo inglés ha anunciado la etapa de un ciclo, será derrumbado y el espacio pasará a formar parte del puñado de conjuntos departamentales que cada día pueblan la Ciudad de México. Se trata de un gesto que nos sirve de pretexto, aunque no lo necesitamos, para platicar con Irene de su carrera, la visión que tiene de la industria que la ha arropado en los últimos diez años y de los síntomas de la misma que ella percibe más evidentes.
El patio de su casa es pequeño pero verde hasta donde las posibilidades alcanzan. El carpintero arriba a mitad de la charla y los aviones obligan a Azuela a voltear al cielo y pausar la conversación. No apresura el tono y ríe de forma continua. Su vida personal no es un tema que nos interese. Quizá eso se trate de un respiro para ella. Al menos así lo demuestra.
Irene, la fama o el éxito suelen no venir acompañados de las historias de formación y los inicios faltos de reflectores, ¿cómo fueron esos primeros años tuyos?
Mi formación o mis inicios creo que fueron de lo más convencionales, en el sentido de que cuando yo decidí dedicarme a esto, sabía que tenía que estudiar y tenía que pasar por un entrenamiento académico para después ponerme a trabajar. Y eso fue más o menos lo que pasó, primero estudié aquí un año y después me fui a Inglaterra a hacer un posgrado en teatro clásico, y cuando regresé empecé a hacer mucho teatro. De una obra me pasaba a otra y a otra y a otra. El cine llegó hasta después. Fue difícil entrar al cine, sí, en ese momento yo sentía que estaba como muy segregado el mundo del cine y también el del teatro y que no convivían, y que no se conocían unos con otros, entonces realmente me tardé en entrar al cine pero una vez que entré, me fasciné y encontré colegas increíbles y una de las pasiones que hoy en día tengo.
¿Intentaste desarrollar una carrera en Londres?
A mí me costó trabajo quedarme en Londres y conseguir trabajos de actriz porque claro, por más bueno que fuera mi inglés y por más bueno que fuera mi acento, si me ponían a competir contra una inglesa, definitivamente la inglesa iba a destacar. Siempre me decían, you sounds weird, como, ¿de donde eres?, ¿de Nueva Zelanda, de Bulgaria? Nunca me decían que si era yo mexicana, vaya ni siquiera latina pues. Para mí fue difícil porque no había un nicho en donde yo pudiera caber, entonces me puse a trabajar de mesera, porque me gustaba mucho la ciudad, había hecho muy buenos amigos, entonces quería quedarme. Pero estaba haciendo un trabajo que realmente no me satisfacía. Después de un año de estar trabajando en un restaurante, dije, ¿qué estoy haciendo aquí?, no estoy llevando a cabo lo que a mí me gusta hacer, creo que tengo que regresarme a mi país. Y cuando regresé afortunadamente me encontré con muchas propuestas de trabajo y así fue como pude encontrar la manera de hacer lo que sí me gusta.
En ese camino, ¿tuviste algún problema para desempeñarte por alguna cuestión de género?
Se me ocurren dos cosas acerca de ese tema, no es que no haya trabajo para las mujeres, pero definitivamente los grandes personajes siempre son para los actores, para los hombres. Son pocos los personajes complejos, los personajes atractivos para las mujeres. Y la otra cosa que se me ocurre es el tema de la belleza, en la mujer sí está muy presente y sí es algo que de alguna manera la industria te exige. Y a los hombres no, los hombres envejecen o engordan o les salen canas y no importa, les parece hasta simpático, «ya viste que tal actor subió de peso, ya viste que dio el viejazo, sí pero pues fíjate que se ve bien». Y cuando a nosotras nos pasa entonces es un juicio fuertísimo y tenemos que luchar contra eso.
Algunos actores de tu generación y con cierta fama, han adoptado una voz representando a la sociedad civil, ¿tú sientes una responsabilidad social respecto a los temas que afectan al país?
No creo que sea una responsabilidad sino una posibilidad. Me parece que de pronto puede ser muy engañoso el hecho de que nosotros, que tenemos acceso a ciertos medios, a micrófonos, a cámaras de televisión, pensemos que sólo por eso estamos obligados o estamos con la responsabilidad de decir equis o ye. Siempre y cuando tengas una convicción, un discurso, una postura política y social de lo que sucede en nuestro país, entonces está bien acercarse a los micrófonos, pero no nada más porque tienes la oportunidad se trata de ahí de pronto vomitar las ideas [risas]. Y sobre todo creo que el compromiso que sí tenemos es con las historias que contamos. Yo no, o hasta ahora no me ha tocado contar una historia con la que yo no esté de acuerdo, que no tenga la convicción de que es interesante, de que es importante hablar de ese tema. Entonces ahí es donde empieza ese compromiso, en la ficción, en los personajes que hacemos, en las historias que tenemos que contar.
En un contexto general, ¿qué poder crees que tiene el cine de repercutir en un tejido social que tiene muchos problemas, más allá de ser un mero entretenimiento?
Lo increíble del cine me parece que es justamente eso, la facultad de ser un espacio de entretenimiento, un espacio de confrontación, un espacio de juego, un espacio de fantasía y creo que lo que nos brinda el cine es justamente la oportunidad de enfrentarnos con las historias que estamos viendo, y creo que habla de nosotros, creo que habla de quienes somos. Es un espacio en donde se crea identidad, en donde se comparten ideas, en donde se invita a la discusión. Yo he hecho de todo pero creo que las películas más entrañables para mí han sido las películas que me dejan una discusión o casi me obligan a tener una discusión con las personas que la vieron. Eso es lo que a mí me gusta, la invitación a que haya una exploración, una serie de acuerdos o desacuerdos después de haber visto la película.
Tras los recientes premios Ariel, uno de los momentos de los que más se habló fue cuando Paul Leduc denunció el problema de la exhibición del cine mexicano, ¿cuál es tu postura al respecto?
Pues ahí es de donde cojeamos todavía. Creo que los exhibidores todavía no apuestan al cien por ciento por lo que hacemos nosotros. Es muy doloroso porque no vas a terminar un maratón si estás cojo. La industria no va a tener un buen fin si los exhibidores siguen dándole preferencia a las grandes películas de entretenimiento que hacen nuestros vecinos de allá arriba. Es una lucha constante, es una lucha terrible por la que tienen que pasar los autores, los directores, los productores, y nosotros también por supuesto como parte del engranaje. Y justamente ahí entra la importancia de los festivales. En los festivales existe la posibilidad de que mucha más gente conozca el trabajo que quizá si se proyecta sólo en tu país, pues lo logra ver un grupo de personas más pequeño. Tenemos que trabajar en eso, tenemos que convencer al público por supuesto de ir a ver nuestras películas, pero no por la idea de apoyar el cine mexicano, sino porque te llamó la atención el poster o el actor que sale ahí, o viste el tráiler y te prendió la historia, qué se yo. Una vez que logremos tener esa empatía con nuestro público, ese interés, entonces quizá los exhibidores se arriesguen mucho más.
¿Es una culpa que el público mismo debería compartir?
Yo no creo que sea de culpas, creo que se trata de asumir responsabilidades. También otro tema del que creo que cojeamos son los guiones. Me parece que en los últimos años la producción ha ido en crescendo. Cada año tenemos más películas, pero, ¿qué tipo de películas?, ¿a quién van dirigidas?, ¿a un grupo selecto, a un público masivo? Igual no son tan atractivas o son más bobas, qué se yo. Nosotros como creadores de la industria tenemos que ser mucho más responsables y pensar en el publico mucho más, en incluirlo en nuestras historias para que de esa manera ellos también sientan el interés por ir a verlas.
Hay una tendencia de no usar actores profesionales en cierto cine de autor, y hay quien opina que se trata de un factor que aleja al grueso de la gente de las pantallas porque quizá no conectan con la emoción que sí le generaría un actor profesional, ¿así lo crees?
Me parece un tema complejísimo. Hablando con Alejandro Gerber me decía, yo considero que la parafernalia o toda la mercadotecnia que hay atrás de un actor famoso, no me sirve o no quiero que contamine de alguna manera mi película, mi historia. Y me pareció muy interesante, yo nunca lo había pensado así. Él decía, a mí no me interesa la popularidad que le puede dar a un actor haber hecho televisión, eso a mí no me gusta, no me sirve y no lo quiero para el universo de mi película. Yo decía, claro, tiene un punto. Ahora, si lo vemos desde nuestro punto de vista en el que de repente el casting no nos lo dan porque no somos lo suficientemente famosos, dices, carajo, no puede ser la ambivalencia de esta industria. Y al mismo tiempo creo que estos directores de autor hacen un tipo de cine muy particular, que no es para las grandes masas, que no necesitan un nombre famoso para hacer una película taquillera, porque ese no es su objetivo. Lo que me parece increíble es que trabajemos para que esta industria sea cada vez más amplia y que haya para el gusto de todos.
En este sentido de intenciones por parte de los directores, ¿qué papel juegan las muestras y festivales frente a la hegemonía de Hollywood en las salas comerciales?
Como dicen los gringos, es una win win situation. Creo que los festivales nos vienen bien a todos, nos vienen bien a los que somos parte de la industria, le vienen bien al público local, le vienen bien a aquellos autores que las posibilidades de que su película sea exhibida son muy pequeñas. Y por supuesto que eso también invita a la gente a que vaya a conocer equis o ye estado. Es una invitación a conocer la cultura local, a que la gente local que no tiene tantas posibilidades de acercarse a ese cine más pequeño, para públicos menos amplios, pueda tener esa experiencia.
¿Y tienen los festivales el poder de formar públicos o es un asunto que depende de más abajo formativamente hablando?
He ido a Morelia desde hace muchos años, he sido testigo de cómo ha crecido el festival. Me enorgullece profundamente y me parece realmente admirable y muy sorprendente el impacto que ha tenido en la gente local, en la gente que vive ahí. Hay un interés cada vez mayor por saber qué es lo que el festival brinda el siguiente año y sin duda es una invitación a crear espacios de dialogo, a crear interés en el público, a decirle a la gente que normalmente no se acerca a una película de arte, «ven, date el chance de verla, te la vamos a poner en el cine que te queda más cerca».
El cine como experiencia colectiva se está perdiendo con las plataformas digitales, pero a su vez son una salida para películas que no tienen oportunidad de llegar a un circuito convencional.
Para mí es mucho más rica la experiencia de ir al cine y compartir una historia con un grupo de personas aleatorias que no conozco, que verla en mi casa. Es más, yo no soy experta en ver películas en mi casa. Hay una parte de disciplina que quizá no me da el ver una película en mi casa, porque entonces si tengo el celular al lado puedo empezar a chatear, o bajo por un vaso de agua. Mi atención no es la misma y me parece que eso en la sala de cine pues es una dinámica muy distinta. Te sales sólo si te aburrió o de plano si necesitas ir urgentemente al baño, pero si no para mí sí es una experiencia de, a ver, esta obra dura dos horas y media, mi responsabilidad como espectadora es quedarme aquí de principio a fin. Pero al mismo tiempo me parece que es una herramienta [el VoD] que estamos aprendiendo a usar y que lo más probable es que tenga un camino muy efectivo. Eso es lo que está sucediendo, la gente ya no ve la televisión, la gente tiene la capacidad de elegir qué es lo que quiere ver desde la comodidad de su casa y ya veremos en qué resulta todo esto.
Ese mismo auge de nuevas rutas ha hecho que las televisoras sientan el peso de producir contenidos de mejor calidad, ¿qué te parece este sentido de competencia aunque sea de manera quizá obligada?
La televisión abierta de nuestro país tiene un gran reto. Me parece que la vara está muy alta y que les toca hacer un gran esfuerzo por pensar en contenidos distintos, por pensar justamente en esta nueva manera de acercarse al público. Si bien sigue existiendo el público que ve las telenovelas convencionales, hay un nuevo público que está ávido por tener contenidos distintos y formatos distintos y formas de producción distintas. Es un momento de sacudida para las televisoras y les toca hacer la tarea.
¿Cómo te cae la noticia de que un espacio tan significativo para el teatro como el Foro Shakespeare vaya a ser derrumbado para construir departamentos?
Entiendo la necesidad de esta ciudad por espacios habitacionales porque somos muchos y no cabemos y todos queremos vivir en el centro donde sucede todo y donde es fácil comunicarte a las otras zonas de la ciudad. Pero me parece tristísimo perder un espacio cultural que se ha ganado el respeto y la fidelidad del público, porque si algo ha pasado con el Foro Shakespeare es eso, el interés del público ha ido en crescendo. Yo hace quince años ensayaba una película [Quemar las naves] ahí y había muy poca gente que conocía el espacio, muy poca gente.
La gran noticia es que están surgiendo espacios culturales por todos lados. A mí de repente me invitan colegas a obras en lugares de los que yo no tenía ni idea. Es impresionante la cantidad de espacios también de cine. El éxito del Cine Tonalá por ejemplo, que tiene un público fiel que conoce muy bien el espacio, conoce cual es el tipo de programación que tiene, que disfruta mucho ir ahí. Entonces, qué triste que se pierda pero quiero pensar que el Foro Shakespeare seguirá en algún otro recinto, en alguna otra casa.
Como actriz te has movido por los tres espacios actorales por excelencia, cine, tv y teatro, con bastante libertad. Si es que tienes preferencia por alguno, ¿cuál de ellos te sienta más cómodo?
El teatro. Aunque no, la verdad me gusta muchísimo navegar por los tres, son cosas absolutamente diferentes. Lo que te da el teatro no te lo da el cine y viceversa. La intimidad del cine es una cosa exquisita que normalmente no se logra en el teatro. Depende de la obra, depende del espacio en donde estés, pero a mí me encanta tener la posibilidad de hacer las tres. El otro día en una plática con unos estudiantes de actuación, me preguntaban, «pero bueno, ¿vale la pena quedarse haciendo sólo teatro?, porque a mí me gustaría hacer sólo teatro». Yo le decía, bueno, si esa es tu apuesta, ok, pero yo te invito a que conozcas lo que es el trabajo en el cine y lo que es el trabajo en la televisión. El trabajo de la televisión es también un trabajo de oficio, de darle, muy machetero. Está bueno tener de los tres.
Bajo la premisa de que no hay fórmulas para el éxito, ¿cuál sería tu discurso instructivo para quien quiere dedicarse a la actuación?
Que es una carrera de resistencia, es una carrera dura, es una carrera en la que tu trabajo depende del punto de vista de alguien más. Alguien más siempre va a decidir si tú eres o no, el productor, el director, el socio, qué se yo. Eso es muy duro porque es independiente al trabajo que tú hagas, a la disciplina que tengas, al talento que tengas, a la belleza que puedas llegar a tener. A veces es muy relativa la decisión de si eres parte de un proyecto o no. Y eso te requiere de mucha seguridad, si no tienes una seguridad en ti mismo, entonces puede ser bien difícil. Sí es un trabajo muy personal, porque somos nosotros los que nos ponemos frente a una cámara o frente a un público, porque somos nosotros quienes le damos nuestro cuerpo o nuestra voz a un personaje, entonces cómo no va a ser algo personal. Hay que tener la convicción de que es lo te gusta. Si no te gusta, si no te apasiona, si no te encanta, si no la pasas increíble haciéndolo, entonces no lo hagas porque también tiene sus momentos duros y de mucho sufrimiento.