Furia interna y destrucción como principio de placer: Unknown Pleasures de Joy Division

POR ANDREA MIREILLE

Una noche de junio de 1976, Bernard Sumner, Peter Hook e Ian Curtis escaparon de su destino. En ese tiempo, los Sex Pistols gritaban sobre no tener futuro, algo que era innegable para ellos: hasta ese momento, su porvenir se limitaba a ser carne de fábrica, algo prescindible.

La huida llegó con la música, al salir del Lesser Free Trade Hall, Sumner y Hook no sólo decidieron formar una banda; cimentaron un movimiento artístico y musical que transformó sus vidas y las de quienes lo escucharon.

 Aunque intentaron sonar como los Pistols cuando aún eran Warsaw, nada tenían en común con ellos. En contraste con la suciedad —en todo sentido— de Johnny Rotten y compañía su apariencia era sobria, más cercana a la de alguien promedio que al punk. Pese a que compartían la misma rabia y el desencanto, en la división de la alegría la furia no acababa de estallar, pero se manifestaba cuando Curtis, tan pálido y cadavérico como podía ser, entraba en ese famoso trance desesperado. Se retorcía como si se estuviera electrocutando, después de todo, la epilepsia no es más que una descarga eléctrica descontrolada.

1979 fue crucial para la banda. Aparecieron en la portada de New Musical Express y tuvieron su primera sesión con John Peel. Poco después de eso, realizaron y mezclaron en tres semanas su disco debut, Unknown Pleasures, con Martin Hannett como productor, quien incorporó sintetizadores y todo tipo de sonidos inusuales, como una botella rompiéndose, el ruido producido al comer papas, el elevador y uno de los baños del estudio, también grabó la voz de Curtis al teléfono.

Completado con las letras llenas de confusión, desesperación y soledad, el resultado es el sonido evocador y sombrío que conocemos. En el punk no había cabida para el torrente de emociones del grupo, en dicho género la furia se dirige al exterior, con Joy Division la ira y la destrucción van hacia el interior. Ningún punk hubiera podido crear letras como las de «She’s Lost Control» o «Shadow Play».

Todo en ese disco es oscuro, visceral: la portada, la música, las letras; ese aparente letargo, lo hace aún más potente, estremecedor. Muchos se refieren a Unknown Pleasures como un ensayo, sin embargo, estaba destinado a la consagración, sus años de su esfuerzo, así como su sonido influido por David Bowie, Jim Morrison, William Burroughs e Iggy Pop, unidos a su atmósfera cruda y carente de adornos, coronado con la agitación mental de su cantante, hicieron que el disco fuera reconocido rápidamente como una obra maestra del rock inglés.

Aunque tuvo aclamación desde el principio ningún sencillo fue lanzado, las ventas se mantuvieron, pero era común ver copias del álbum rellenando las paredes de Factory Records. Asimismo Sumner y Hook odiaron por mucho tiempo el resultado final «porque sonaban como Pink Floyd».

Respecto a su inconfundible portada, no se trata de montañas, tampoco son meras ondas de radio, se trata de las señales recibidas por el primer púlsar registrado por la ciencia. El grupo la tomó de la Enciclopedia de Astronomía de Cambridge de 1977. Fue hasta hace dos años que Scientific American reveló que la imagen simbolizaba el descubrimiento de la astrofísica Jocelyn Bell, quien mientras realizaba su doctorado en el Observatorio de Arecibo en Puerto Rico, detectó junto con su tutor, Antony Hewish, una señal de radio de corta duración originada fuera de la Tierra, la cual se repetía cada mil 337 segundos. Respecto a quien generó el diagrama por computadora, fue el aspirante a doctor, Harold D. Craft Junior, lo diseñó para su tesis, de igual forma creó el programa con el que realizó el dibujo, que retocó con tinta china para que se viera mejor una vez impresa. Ninguno de los dos obtuvo ganancias y prácticamente todos le dan autoría absoluta a Peter Saville, encargado de diseñar la portada.

Del culto al cliché hay un paso

Joy Division y Unknown Pleasures tenían todo para ser un objeto de culto desde el inicio, todo en ellos era incendiario, intenso, arrebatador, la banda estaba adelantada a su tiempo y por ello le ha sido imposible escapar del mainstream. La portada de Unknown Pleasures se ha reproducido hasta la náusea, en tatuajes, ropa, tazas, carteles, calzado deportivo, condones y playeras que han propiciado la irritante moda de usar playeras de bandas sin siquiera conocerlas. Lo mismo ocurre con «She’s lost control», «Atmosphere» y «Love Will Tear us Apart» que han sonado por igual en lo mejor y lo peor del cine y la televisión: Donnie Darko, Skins, Being Human, American Dad y 13 Reasons Why.

La vida de Ian Curtis fue corta y la de Joy Division aún más pero su legado es indiscutible. Sin importar las veces que se haya escuchado Unknown Pleasures, esos 39 minutos jamás envejecen, al igual que el resto de su discografía que sigue impresionando e influyendo en grupos actuales: desde la presencia escénica hasta la vestimenta, Interpol le debe todo al conjunto. The National es la versión con piano y The Editors es una mala copia de los tres, sin olvidar a She Wants Revenge.

Hace 38 años Unknown Pleasures emergió para cubrirnos con su oscuridad, su extraordinaria energía persiste y demuestra con cada escucha que Joy Division es más que un poster o un gif de Tumblr. En casos como estos es imposible caer en el cliché: nunca habrá otra banda como esa, pero con ese legado qué más da.

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