México, el país en donde el periodismo (casi) no existe

Por Luis Manuel Rivera

Hoy, 23 de marzo de 2016, el diario Metro (Grupo Reforma) publicó una de sus tradicionales portadas. Nada que no sepamos de ellos en realidad. Quien se haya tomado el tiempo de escanear diariamente su publicación, sabe del estilo que tienen y de lo poco sutiles que son con las víctimas. Vaya, que no es algo que debería sorprendernos. El germen de la indignación, caso similar cuando los ataques de París en 2015, fue que se burlaron del primer mundo: de Bélgica y los atentados en Bruselas. A letra mayúscula y haciendo un claro doble juego, el rotativo titula: «LA COSA ESTÁ DE LA BELGA». Asuntos reincidentes que toman, quizá de manera natural, mayor fuerza si atacan a ciertos sectores privilegiados.

El mal gusto no se pone en entredicho y además es publicado de esa forma con clara intención. Por supuesto que esa no es la razón fundamental ni mucho menos por la que el periodismo prácticamente no existe en este país. De hecho, a el Metro muy probablemente no le interese hacerlo, le interesa seguir siendo, junto con El Gráfico y La Prensa, los periódicos en papel que más venden en el país. Las portadas repletas de sangre, chichis y titulares morbosos les seguirá dando resultado quien sabe por cuento tiempo más, mucho seguramente. Tengan por seguro que el prestigio les da lo mismo.

El problema con el periodismo en este país es mucho más de fondo que un simple titular que indigna a buena parte de internet. La cuestión aquí es que desde hace bastante tiempo, más que malas formas, hay un vacío. Es irónico que Reforma, que pertenece al grupo que edita el diario que ha causado revuelo por su burla a los belgas, es quizá el periódico nacional que mejor trabajo periodístico hace. Una afirmación totalmente subjetiva que sin embargo adquiere cierta validación al ser ellos los únicos que se dan el lujo de cobrar su edición en línea. Alguna gracia adicional deben tener.

Pero la carencia de periodismo en nuestro país tiene dos vertientes fundamentales. La primera es que se confunde al verdadero oficio con la simple replica de declaraciones y lugares comunes. Buena parte de los reporteros que únicamente parafrasean discursos oficiales creen que están haciendo periodismo o «encontrando la nota» porque tal frase suena bien para su noticiero o para su portada. Hay incluso diarios que se dan el lujo de titular a ocho columnas con frases autocomplacientes de funcionarios. El 90% de lo que se publica en los periódicos nacionales y se transmite en medios electrónicos, bien podría realizarse a partir de boletines de prensa e imágenes que una sola cámara captara. ¡Cuánto dinero se estarían ahorrando! No hay un trabajo de fondo, se trata de simples ejecuciones mecánicas. Las agendas de los medios están dictadas por eventos oficialistas donde el acto va generalmente de masturbaciones burocráticas y aplausos premeditados.

Y la segunda, que hacer verdadero periodismo es un asunto que cuesta, y que cuesta mucho. Salir a la calle con un ojo crítico y contar historias que reflejen el sentir de la gente y hacerlo con calidad, es algo que además de difícil, resulta poco redituable en un país acostumbrado a querer todo de manera gratuita, porque así se ha acostumbrado o porque su economía no da para más. Las razones no son tan importantes como el hecho mismo. El oficio del periodista que se toma el tiempo para encontrar un hilo narrativo relevante, de trabajarlo en verificación y estilo, es algo poco valorado en nuestro país y quizá por eso hay muy pocos periodistas respetados por una mayoría crítica.

Ese «casi» que evita la generalización en el título de este texto, está ahí porque hay algunas razones para seguir creyendo que se puede recomponer el camino. La muerte de la televisión tradicional es inminente. Aunque quizá no deje de existir, sin duda las opciones más confiables se abrirán en internet en formatos no convencionales que vayan más allá de replicar una conferencia de prensa.

Esa brecha de luz que parece abrirse, indica que podremos tener en los próximos tiempos un periodismo de altura, o al menos no de tanta bajeza como el que domina en México. El País, aunque ya tenía periodistas trabajando desde hace algún tiempo, en recientes días ha afianzado sus oficinas en México, lo mismo que The New York Times con su versión América. Y en una línea más informal, Vice también ha reforzado su área de noticias en español. La apuesta de todos ellos no es sólo en formato escrito aunque ahí hayan tenido su origen, sino en plataformas audiovisuales también.

Destaca que los tres son medios de procedencia extranjera. El trabajo que hacen en sus países de origen es un tema aparte, pero de momento no parecen comprometidos con los poderes de nuestro país, lo que sí sucede con prácticamente todos los diarios nacionales que viven en buena parte de publicidad gubernamental. Ellos en cambio, al depender de recursos no producidos en México, pretenden contar desde el suelo, historias rentables que nos emocionen y nos hagan reaccionar como sociedad. Aunque pareciera que no todo está perdido, no deberíamos fiarnos de las apariencias, lo que sí podemos es otorgar un beneficio de duda.

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