A cráneo abierto: Entrevista con el ilustrador Eduardo Ramón Trejo

Por René Soltero

Eduardo Ramón Trejo (Zapopan, 1987) es sinónimo de que talacha y talento pueden ir de la mano. En su carrera como diseñador de revistas y de agencias publicitarias, el jalisciense ha creado un estilo reconocible, vibrante, lleno de referencias nostálgicas pero, paradójicamente, siempre fresco y actual. Sus ilustraciones para revistas como Generación, El Fanzine, Expansión y Tierra Adentro lo coloca como uno de los más creativos diseñadores a seguir. En un rubro en el que los diseñadores suelen ser cumplidores —¿alguien dijo mock ups?—, autocomplacientes —ponga aquí el nombre de su diseñador(a) favorito(a), ése(a) que ocupa animalitos, calaveritas y se autoplagia—, Eduardo tiene el don del detalle: ahí donde puede haber un pájaro, él pone una figura fantástica alada, ahí donde puede quedar un retrato  colorido, él crea tonalidades noir. Otras veces nos presenta su fauna característica: hombres-cámara, vaqueros perseguidos por aves gigantes, cráneos psicodélicos expuestos.  A propósito de su primera exposición Disecciones mentales, en la Pulquería de los Insurgentes (Insurgentes Sur 224, colonia Roma, México DF), charlamos un poco con él.

¿Qué posibilidades tiene la ilustración más, digamos, artesanal como es en tu caso, en un mundo en el que la sencillez parece imperar en el diseño?

Las tendencias que marcan y definen el lenguaje gráfico de un periodo de tiempo cambian a un ritmo vertiginoso gracias a Internet y su gusto por hacer obsoleto en un instante lo que se le ponga en frente.  Es difícil mantenerse vigente en un ambiente tan voluble, así que lo que realmente trasciende, si es que lo hace, es el concepto y la forma personal en la que se interpreta un tema; el cómo dices algo de forma clara y novedosa. Es en eso en lo que reside la esencia de una buena ilustración, más que qué tan bueno es uno adaptándose a una tendencia o a una técnica.

Sé lo obvio de la pregunta, pero me interesa saber si ha cambiado tu concepción sobre esa línea y pregunta problemática: ¿el diseño puede ser arte? Lo digo porque ahora tu trabajo entra en una galería.

Más que si el diseño puede ser arte o viceversa, creo que ambas disciplinas son complementarias. El diseño tiene una función utilitaria y se nutre del arte para cumplir con su labor estética. El trabajo que he hecho va por la parte del diseño, intentando ilustrar y dar a entender un tema específico al lector, siendo de tal forma abstracto pero sin perder de vista la función utilitaria de la que hablo y no pretende ser «arte» de ninguna forma. Ni todo diseño es arte ni toda pieza de arte es diseño, pero es divertido jugar con los límites.

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Nadie está para dar consejos pero ¿qué puedes decir acerca del oficio del diseñador y qué puedes decirles a aquellos que desean entrar a ese oficio?

Lamentablemente el diseño es una labor poco apreciada en el ámbito nacional. A pesar de que existe un nivel de talla internacional y la escena mexicana es reconocida en todo el mundo, habiendo cada vez más ciclos de conferencias y actividades relacionadas con el tema, la cultura del diseño no está arraigada en nuestro país, y es por eso que pocos entienden cuál es el valor de la disciplina y su función social. Los sueldos para un profesional son bajos; ni hablar para las personas que apenas van egresando de las universidades. Se busca que el diseñador sea un todólogo que pueda trabajar bajo presión y resuelva todo tipo de actividades con el mínimo pago, porque cualquiera puede aprender a usar Photoshop o Ilustrator, pensando que al saber utilizar los programas uno se convierte automáticamente en diseñador, y así la competencia se vuelve encarnizada.

Creo que el gremio del diseño debe aprender a hacer comunidad y exigir sus derechos laborales, no permitiendo que se denigre la labor y vigilar que el diseño cumpla su función de comunicar más que de cumplir caprichos de clientes. Éste es un ejemplo muy desgastado, pero uno no va al doctor diciéndole cómo hacer su trabajo, sino que confía en su experiencia y diagnóstico, y es lo que debe pasar con el diseñador, debe convertirse en un asesor. Y en las escuelas deben enseñar a los alumnos a ser independientes, saber vender su trabajo y administrar sus actividades, no a ser un simple ejecutor.

Menciona algunas experiencias gratificantes que te ha dado tu trabajo.

Creo que lo más gratificante ha sido poder conocer gente muy talentosa que disfruta compartir sus experiencias y conocimientos con los demás, dejar de lado la escena del rockstar y dedicarse a seguir aprendiendo y experimentando, porque así es la única forma en que el trabajo hace la diferencia. Obviamente es gratificante poder colaborar con distintas publicaciones y ver tu trabajo impreso o expuesto en alguna plataforma, pero lo que más aprecio es poder seguir teniendo la oportunidad de echar a perder y equivocarme –porque ha pasado mucho– y así poder seguir avanzando. Muchas veces lo que más disfrutas se encuentra fuera del trabajo, en las relaciones que haces y las nuevas experiencias. Lo más importantes es saber que nada es absoluto y que hay que sufrir para llegar a algún lado.

Qué otras disciplinas te interesan y menciona algunos ejemplos.

Siempre quise ser paleontólogo, creo que es mi sueño frustrado. Pero me siguen interesando las cosas relacionadas con la ciencia y la historia; a veces los trabajos que hago se nutren mucho de esos temas. Quise estudiar cine, fotografía e incluso tengo un diplomado en periodismo, y a veces creo que disfruto más esas disciplinas que el diseño, pero a final de cuentas lo importante es saber mezclar las cosas que te gustan y no dejar que el aburrimiento o la monotonía te invadan. No sé si siempre me voy a dedicar al diseño, pero me gusta saber que en estos tiempos en que el conocimiento es tan accesible uno se puede dedicar a lo que le gusta de forma más fácil, incluso darse la vuelta, dejar todo atrás y comenzar algo nuevo. Cuando era niño decía que quería ser Papa, pero ahora lo veo un poco más complicado.

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