Con su más reciente edición, el Nrmal ha confirmado una idea: en los últimos años, no hay un festival independiente en el país tan consistente en el despliegue de propuestas musicales arriesgadas y propositivas. Desde sus primeras versiones, sus organizadores —encabezados por Alfonso Muriedas— han procurado un cartel donde lo experimental y lo independiente destaquen sobre todo. Con una variedad de géneros musicales provenientes de las regiones más disímbolas, la calidad del espectáculo es tan alta que resulta una labor complicada discriminar a un artista por ver a otro. Algo es seguro: el factor sorpresa es la única constante. Nada está de relleno. Eso es lo que debería ser un verdadero festival: una sobredosis de sonidos que desautomaticen al público y lo hagan buscar nuevas experiencias.
Este año, hemos tenido un Nrmal que sigue fiel a su discurso: un lugar ideal —ni tan pequeño ni imposible de recorrer—, un puñado de bandas y solistas que hoy son poco conocidos pero que mañana serán cabezas de algún cartel masivo, y su muestra gastronómica y discográfica de primer orden. El primer día, por ejemplo, el grupo alemán Fenster puso a bailar al público con su pop independiente, mientras que Trementina, los chicos del shoegaze chileno, llenaron la atmósfera con su sonido entre ríspido y dulce que recordaba al más puro estilo de My Bloody Valentine.
Si hay que hablar de una sorpresa, esa sin duda, puede atribuírsele a Running. Un punk pesado, sucio, oscilando entre el grunge y el shoegaze se interpretó sin descanso durante 45 minutos en el escenario rojo. Todas las canciones de los oriundos de Chicago estuvieron encadenadas, no hubo un respiro, salvo por los momentos más tranquilos de sus propias composiciones. El power trio integrado por Alejandro Morales, Jeff Tucholski y Matt Hord prendió al público envolviéndolo en un remolino de slam.
Circuit des Yeux salió al escenario negro con un neo folk lleno de melancolía, cuerdas y una voz andrógina que recuerda el tono de Anohni. Sin duda el momento de más delicadeza en todo el NRMAL, porque Porches devolvieron la alegría con su synthpop. Aunque su música se veía interrumpida en algunas partes por los ladridos de perros que, llevados a la fuerza, debían soportar el ruido de los humanos.
Por su parte, Moon Duo aportó uno de los sonidos más originales de todo el festival. Con su mezcla de krautrock, trance, electrónico y psicodelia, lograron una atmósfera propicia para cerrar los ojos y detenerse a contemplar los sonidos. De allí que la presentación de The Brian Jonestown Massacre terminará por parecer aburrida. No es que la banda californiana tocara mal, pero después del poder expresivo de Moon Duo, escuchar el rock neopsicodélico de The Brian, a esas horas de la noche, representó una caída en el ritmo del festival.
El segundo día fue más sobre la expresividad a través del performance. De inicio, Ava Rocha, la segunda presentación en el escenario negro, salió al escenario con un cinturón de cuchillos que fueron utilizados como instrumentos diferentes a lo largo de su actuación. Porque la cantante brasileña, no sólo interpreta con su voz suave, su sonido entre el rock, la bossanova y la psicodelia, sino que expresa con su cuerpo, sus movimientos, su baile y su forma de significar instrumentos como lo son los cuchillos. Se los comía en un acto entre suicida y sensual. Fue una de las mejores presentaciones del festival no sólo por los impulsos desmesurados, sino por la interpretación tan límpida de la banda —los virtuosos Mud Howlers, de Sonora— y el carisma de Ava para mantener al público atento. Tradición y vanguardia mezcladas con motivos rituales.
Después salió Camila Moreno con su pop multigénero. La cantante chilena no realizó ningún acto más allá de la expresión de su voz al momento de interpretar sus canciones. En el escenario rojo, el australiano Oscar Key Sung puso a bailar al público con su pop electrónico que recuerda al trabajo de Disclosure.
Lo teatral en el escenario volvió con Psychic Tv. La banda británica, liderada por Genesis P-Orridge, salió al escenario con overoles blancos y lámparas en la cabeza. Su presentación estuvo llena de cambios en el sonido, desde la psicodelia, el post punk, hasta momentos de experimentación musical que recordaban al mismísimo Zappa.
La música era parte de un performance. Brian realizaba diálogos entre su banda, se movía de un lado al otro con la luz emanando de su cabeza y los visuales sicodélicos en veces se interrumpían para mostrar escenas con diálogos de programas clásicos.
Tortoise fue LA presentación de todo el festival. La banda oriunda de Chicago no es de esas que utilizan algún complemento para su presentación. Tan sólo se ponen a tocar, sin embargo, la mayoría de ellos son multiinstrumentalistas y verlos desenvolverse en el escenario resulta un espectáculo accidental, pero muy sorprendente.
Su sonido post-rock se basa en una serie de experimentaciones, de sonidos, de texturas que recuerdan el trabajo de las leyendas del rock progresivo de los años 70 como Genesis, Banco del Mutuo Soccorso o King Crimson. Todo género parece apropiado por la banda para realizar composiciones complejas. Verlos moverse de la batería al sintetizador, o de éste al xilófono, para luego tomar la guitarra, asombra, pero más lo hace lo que hacen con ello. Porque ese multiinstrumentalismo no es en función de dar un show, sino de organizar una serie de sonidos.
Tortoise carece de discurso textual, todo lo que hacen se queda en los sonidos, pero esto no quiere decir que haya una carencia de significado. Es cierto que resultaría ambiguo explicar con una palabra el resultado de sus experimentos sonoros, pero basta verlos en vivo para sentirse cómodo, como si su música fuera un refugio para simplemente disfrutar.
Al final la banda de Chicago gritó que todo mexicano es bienvenido en los Estados Unidos. Hasta en todos los eventos se siente una carga política por la tensión que generan los discursos de Trump. Sin embargo el Nrmal es un festival que nos enseña a romper fronteras para descubrir nuevas formas de expresión artística a través del sonido y que México puede ser cede de un festival donde se reúne lo mejor del panorama independiente del mundo.