Llega el fin de este 2016 y con ello un intento más por tratar de filtrar lo supuestamente mejor del año, que en realidad aquí traduciríamos como las películas que mejor conectaron con el gusto, la emoción y el análisis de 11 personas, iguales al resto de espectadores, pero que creemos su interés en el cine va más allá del de la mayoría, su empeño por ahondar en la industria cinematográfica y el contenido que genera. Por ello, aquí la favorita de cada uno acompañada de unas líneas más o menos extensas en cada caso, todas en orden estrictamente alfabético para evitar el sesgo jerárquico que ya de por si implica el generar este tipo de ejercicios. Algunas se repiten porque el gusto se comparte y muchas faltan porque no hay tiempo ni espacio que alcance. La lista de listas, para sortear asuntos de desfase de su entrada en salas comerciales, incluye películas estrenadas durante el año a nivel festival en todo el mundo.
American Honey, de Andrea Arnold
Las mejores road movies son aquellas en las cuales no quieres abandonar el vehículo de los personajes, quieres que el viaje siga hasta pasar el horizonte. La nueva película de Andrea Arnold es una de esas películas. Su cámara viaja a la parte más abandonada de Estados Unidos para capturar la vida de esos adolescentes olvidados y sin un futuro aparente. Cualquiera hubiera armado una cinta sobre la desesperanza, llena de momentos tremendistas o violentos, la directora británica encuentra esperanza y entendimiento donde parece no haberlo. – Rafael Paz
Aquarius, de Kleber Mendonça Filho
La búsqueda de una viuda para sacarle provecho al tiempo que inevitablemente la conduce hacia la propia muerte y su lucha por mantener su legado, son los dos ejes que conducen esta historia, una de las más humanas que vio la pantalla grande este 2016. Se centra en la figura de una mujer madura, interpretada a la perfección por la veterana Sonia Braga, quien debe hacer frente a la constructora que desea derrumbar el edificio que habita y que contiene los últimos recuerdos de su vida, todo para construir un moderno complejo habitacional. Poderosa pero sutil en su tratamiento, la nueva película de Kleber Mendonça Filho es un filoso comentario sobre la aplastante modernidad, así como un claro ejemplo de que la pirotecnia en el cine sigue siendo más efectiva cuando proviene de la observación emocional.- Gonzalo Lira
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Con una actuación contundente de Sonia Braga y una historia construida con delicadeza y sencillez, el director brasileño presentó su segundo largometraje, Aquarius: la historia de Clara (Braga), una mujer que debe luchar contra la maquinaria inmobiliaria y preservar el departamento que ha pertenecido a su familia por largo tiempo. Aquarius es una oda a la figura femenina, su dignidad y su fuerza para continuar la Historia y así salvaguardar la memoria. – Arantxa Luna
Arrival, de Denis Villeneuve
La cinta de Denis Villeneuve confirma lo que ya todos sabían: este director es una de las grandes promesas jóvenes del cine. El tema de la ciencia ficción reflexiva es doblemente complejo, en esta cinta, por el material en el que se basa. El cuento Story of Your Life de Ted Chiang es una de las más grandes revelaciones de la ciencia ficción contemporánea. La complejidad sintáctica se mezcla aquí con una comprensión profunda de las implicaciones temporales del lenguaje y de los teoremas ópticos en física. Todo en esa maravillosa historia nos lleva a una revelación final espectacular, terriblemente trágica, sobre lo que significa ver al mundo a través de ojos absolutamente ajenos. Los extraterrestres, aquí, son un añadido necesario para hablar de un drama profundamente humano. Es por eso que la adaptación de Villeneuve se recarga tanto en el punto de vista de la lingüista (Amy Adams). La cámara siempre la ve de frente, observa desde su perspectiva o se pasea detrás de su hombro; habitamos sus recuerdos y sus deseos; nos guiamos por su voz, en off, que proviene de un lugar sin tiempo. Todo es sufrimiento y todo es gozo a través de una voz humana que nos comunica algo trascendente, algo imposible de imaginar; que nos habla de las fronteras de nuestra prisión de tiempo y de espacio. En este mundo que se basta a sí mismo, la tragedia pronto se convierte en oportunidad: explorar simultáneamente el tiempo es, finalmente, darse cuenta de que el final esperado de nuestra muerte no le quita nada al placer de recorrer una vida. Sufrimiento, tragedia, dolor, son parte inseparable de lo que nos toca a cambio del privilegio de respirar en un mundo rico en sensaciones. Esta cinta es así profundamente optimista en su pesimismo: nada va a mejorar, nada va a cambiar, todos vamos a sufrir, pero eso es lo que nos permite ser prisioneros temporales de un viaje maravilloso.- Nicolás Ruiz
Bellas de noche, de Maria José Cuevas
¿Qué tanto ha cambiado la percepción de los críticos respecto a la cultura popular mexicana, sus ídolos y sus símbolos sexuales en los últimos cuarenta años? Evitando cualquier asomo de morbo, condescendencia, idealización o falsa nostalgia, María José Cuevas realizó un fascinante juego de espejos y ambigüedades en el cual persona y personaje, pasado y presente, van confluyendo y de este modo logran reflexionar en torno a la fragilidad de la fama, la belleza y el tiempo, teniendo como protagonistas a cinco divas de la vida nocturna citadina de los años setenta y ochenta; empero, tal vez sin habérselo propuesto, evidenció que dicha percepción no ha cambiado gran cosa. Ahí está todavía el desprecio, el prejuicio, la sorna, el impulso de calificar a esas mujeres como decadentes, vulgares, patéticas. ¿Por qué motivo? Porque es más fácil repetir un factoide que reparar en ver las películas que estas mujeres estelarizaron. ¿Hasta cuándo se reconocerá que las reinas son para siempre? Bellas de Noche, con su sensibilidad y honestidad, ya dio el primer paso para que algún día suceda. – Alberto Acuña Navarijo
Elle, de Paul Veroheven
El más fascinante de los muchos personajes con secretos turbulentos que ha interpretado Isabelle Huppert. Tras ser violada en su casa por un intruso, Michèle cultiva en la misma medida deseos de venganza y fantasías sexuales relacionadas con el ataque. Ambos anhelos se verán satisfechos en un desenlace que ilustra la noción de erotismo propuesta por Georges Bataille: el deseo que deriva de transgredir lo prohibido. Tras 45 años de carrera, una obra perfecta del holandés Verhoeven. – Fernanda Solórzano
La la Land, de Damien Chazelle
En la forma, LaLaLand es un musical que abreva principalmente de cintas como Les parapluies de Cherbourg (Demy, 1964) y Singing in the Rain (Donen, 1952), pero al final eso es lo de menos: la fuerza optimista propia del género, que va in crescendo a cada número musical estupendamente montado, lo mismo mediante un plano secuencia o una cámara anfibia (extraordinaria cinefotógrafo Linus Sandgren), va acompañado, poco a poco, de un flujo en ruta inversa, melancólico, casi ominoso, que terminará por tomar por asalto la cinta hasta llegar a un final devastador, cruel pero congruente, que inevitablemente acribilla a la audiencia. Llena de gozo ver cuando un director hace la tarea y Chazelle es un alumno aplicado: es reconocible por todo La La Land referencias que van desde Woody Allen, Michel Gondry, Paul Thomas Anderson, Charlie Kaufman, y seguro muchas más que se escapan en una sola vista. Una cinta que se quedará en nuestra memoria por mucho mucho tiempo. – Alejandro Alemán
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Concebida como un homenaje al musical cinematográfico del siglo XX —y todo está referenciado aquí, desde las coreografías espectaculares de Busby Berkeley, Harold Prince o Bob Fosse, hasta los filmes de Fred Astaire, Gene Kelly, Judy Garland, y muy particularmente a la hermosa, demoledora y colorida opera de Jacques Demy, Les parapluies de Cherbourg (1964)—, la segunda cinta del director de Whiplash narra los acontecimientos en torno al genuino enamoramiento de Mia (Emma Stone) y Sebastian (Ryan Gosling) en Los Ángeles, que sirve como escenario para un derroche de estilo visual y musical que la convierten en un filme profundamente original, que es al mismo tiempo clásico y desolador; sin duda una de las obras maestras de este año y con seguridad, uno de los contendientes más fuertes al Oscar el próximo febrero. La química entre Gosling y Stone es casi milagrosa en este planteamiento acerca del precio que hay que pagar por realizar un sueño. – Miguel Cane
La región salvaje, de Amat Escalante
Como suele hacerlo Amat dentro de su corta pero sustanciosa filmografía, la película es un retrato del México más crudo, del que no se habla demasiado en las conversaciones de clase alta, del que callan los que están cerca de él por miedo, y el que gran parte de la clase media ignora en un intento por evadir una realidad que tiene apenas a unos kilómetros. La diferencia aquí es que se trata de una realidad que, según palabras de Escalante, lo ha rebasado y por ello encontró en un personaje fantástico, el rostro que no existe fuera de la pantalla pero que cree que transmite lo necesario para al menos intentar entender nuestro contexto. Es su cinta menos ambigua y por eso quizá se convierta en la más controvertida hasta ahora. El punto más alto del año dentro cine mexicano de ficción. De eso no cabe la menor de las dudas. – Luis Manuel Rivera
The Handmaiden, de Park Chan-wook
Por fortuna Chan-wook está de vuelta, no sólo en tierras asiáticas, sino en la producción de ese cine de primerísima calidad que lo caracterizaba. The Handmaiden es el pequeño gran milagro que Chan-wook necesitaba para reconquistar a sus fanáticos más aguerridos: un rompecabezas narrativo al más puro estilo de Rashomon, de Kurosawa, en el que nada es lo que parece y donde un sinfín de mecanismos se ponen en marcha para crear uno de los revenge films más finos de la última década. Constreñido a una paleta de colores verdosa, azulada y poco luminosa, Chung-hoon Chung –fotógrafo de cabecera de Chan-wook– compone una película preciosista, cuya factura estética queda como una de las más sobresalientes dentro de la filmografía del director coreano. – Jesús Iglesias
Toni Erdmann, de Maren Ade
A mi juicio, es la mayor subversión del año. Una cinta aparentemente simple sobre un padre bromista que le enseña a reír a su hija la ejecutiva de negocios, podría parecer algo ya visto, pero Toni Erdmann hace de la incomodidad una estética. Todo está mal en la película —deliberadamente mal, claro—: el ritmo humorístico, la forma de entregar los gags, incluso la fotografía. Uno no se ríe por el ingenio de los chistes sino por la incomodidad de no saber qué hacer. Ade nos hace sentir igual que los personajes enfrentados al excéntrico Toni Erdmann, una caricatura que inventa Winfried para enseñarle una lección a su hija Ines. Toni Erdmann es una película que admiramos por su forma pero que termina conmoviendo con su inmensa humanidad. En un año como este, falta que nos hace. – Alonso Díaz de la Vega