Por Adrián Ávila
Once upon a time in Shaolin’ es, quizás, el álbum más controversial de los últimos años. No sólo porque es único en el mundo, podrá salir a la venta dentro de 88 años y muchos moriremos sin haberlo escuchado, también debido a que fue comprado por 2 millones de dólares por el «hombre más odiado de Estados Unidos», Martin Shkreli, quien ha tenido problemas con Ghostface Killah, ha sido demandado por el artista Jason Koza y considera destruir el álbum del Wu Tang Clan.
Este resumen habla de la forma en que los medios se han enfocado en torno a un álbum cuya mayor característica es su inaccesibilidad. Considerando las observaciones de Ricardo Piglia en su ensayo «Secreto y narración», podemos observar que el álbum de la banda neoyorquina no es un misterio, ni un enigma, sino un secreto, pues se trata de un objeto vacío de significado, algo que alguien sabe, pero no dice. Martin Shkreil pagó por algo que probablemente sea solo ruido, pero no podemos saberlo, y la obra radica en esa manera de explotar la imaginación del público con esa indeterminación.
El artista inglés Damien Hirst puede presentar For the love of god y venderla en 50 millones de libras, pero su intención es distinta, no existe un misterio, ni un enigma, ni siquiera un secreto. Wu Tang Clan fueron asertivos en presentar una obra cuyo valor radica en el secreto e incluso anunciar que puede ser vendido en 88 años genera misterio invitándonos a imaginar hacia un futuro que puede no existir.
Cuando Theodor Adorno y Max Horkheimer publicaron «La industria cultural» en el año 1967, tenían un desencanto con el arte a partir de que toda acción rebelde sería adoptada por el sistema para beneficio de un ideal burgués capitalista y reproducido en masa para el divertimento de la masa. 15 Million Merits, episodio de la serie británica Black Mirror, es ejemplo de esto. Pero llegan ideas como las de la banda neoyorquina y rompen con esta producción en masa generando un objeto único, resguardado por un secreto, alimentado por polémicas y una narrativa basada en lo frágil que es el futuro.
Incluso, me atrevería a decir que el hecho de que Martin Shkreli haya sido el comprador del objeto vuelve más controversial el asunto, pero le da una carga narrativa mayor. El hombre más odiado de Estados Unidos, volátil y visceral custodiando un objeto cuyo secreto no puede ser revelado hasta dentro de 88 años genera una tensión terrible. El álbum podría ser lanzado antes o podría ser destruido en cualquier momento sin que nadie lo escuche.
Esto nos habla de la genialidad del colectivo, o bien, institución que es el Wu Tang Clan. A nivel general, son casos que pocas veces se dan en el arte con tanta efectividad. La sinfonía inconclusa de Schubert, por ejemplo, es un caso accidental, mientras Once upon a time in Shaolin’ parece una construcción intencionada. Otras obras inconclusas o perdidas, están en un pasado intransigente, pero con esto, la banda juega con una posibilidad, lo cual alimenta más la imaginación, saber si podrá escucharse el álbum o no, o si moriremos antes de ello.
Con Once upon a time in Shaolin’, Wu Tang Clan demuestra que la música puede ser construida a partir de la imaginación colectiva de un público acostumbrado a conseguir todo cuando quiere. La mayoría de los álbumes se pueden comprar de inmediato en línea, el CD está desapareciendo con declaraciones como las de Kanye West sobre no sacar más álbumes en formato físico, sino meramente digital, pero Wu Tang Clan se antepone a todo, un objeto al que sólo la persona más volátil puede acceder. Su obra va más allá de lo musical, porque sí, podemos imaginar cómo suena, pero la propuesta transgrede niveles de experiencia. Es algo que, sea cual sea el momento de tu vida, pensarlo te enchinará la piel.
Este miércoles 16 de marzo, Wu Tang Clan se presenta en la Ciudad de México en el marco del Festival House of Vans.