The Vaccines: La eficacia de lo simple

Decía Bukowski que «un intelectual dice una cosa simple de un modo difícil. Un artista dice algo difícil de modo simple». No es una aseveración que por la simpleza que poseen, le otorgue a The Vaccines el grado de artista consagrado musicalmente —comercialmente ya lo han conseguido en gran medida gracias a la NME —, sin embargo la frase intenta sentenciar con mucho de razón que no todo arte es complejo.

Las cosas simples pueden ser muy eficaces y gracias a ello tener un mejor alcance.

Desde su primer disco, What Did You Expect from the Vaccines? se trataba de un asunto provocador, como retando al espectador a decepcionarse o no, pidiéndole indirectamente la escucha de su debut porque la pregunta, se tuviera expectativa o no, dejaba sobre la mesa la duda de por qué una banda con canciones de estructura básica y letras repetitivas tendría que ser considerada Best New Band por una revista del Reino Unido con más de 60 años de respaldo.

Si algo tiene claro la New Musical Express es lo que funciona dentro del mercado, y los ingleses cumplían con las expectativas. No tenían ni de cerca a un The Clash en las manos pero sí a cuatro individuos dispuestos a poner en práctica elementos probados bajo un discurso que parece siempre será necesario: el de complicarse poco la existencia.


 La pubertad es un periodo en el que descubres y te apasionan muchas cosas nuevas; en la adolescencia comienzan a decepcionarte varias de ellas y es en ese espacio de tiempo en donde The Vaccines pueden aparecer como catarsis de frescura. Las bases son igual de simplonas que tus pasiones de pubertad. Un mismo fondo con distinta forma. Y ese fondo que te arropa validado con un sonido convincente, una voz varonil bien pigmentada de jeans y peinados poco uniformes es el que al final te sacude y te obliga a corear onomatopeyas sin la menor vergüenza.

A reserva de confirmar su respuesta, los londinenses no pretenden convertirse en ninguna agrupación de culto. Lo de ellos es componer canciones sin romperse demasiado la cabeza. Entienden que fenómenos como The Libertines no surgieron del más cesudo de los análisis musicales y ahí es donde han encontrado su campo de acción.

Saben establecer un diálogo con la gente sin necesidad de hablar. Su público no pasará los 30 años pero no buscan convencer a la crítica más voraz, lo que pretenden es que los vayan a ver tocar en vivo porque ahí se saben atractivos. La mejor muestra: hicieron que a 2 mil personas les importara poco desvelarse en su primer día laboral. Es la cuarta visita que le hacen a México con apenas tres discos.

Eric Hoffer pensaba que «no es nada sencillo entender lo simple». Aunque en muchos casos la sentencia es acertada, aquí no se trata de eso, porque en realidad con un inglés bien pronunciado y un sonido lejos de complejidades, no es tarea titánica entender de qué va la banda. Sucede que de vez en cuando conviene ser más simple, directo y cantar canciones como adolescente.
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